Prólogo.

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De pronto sintió el peso de sus ojos verdes, veía al techo en lo que su cuerpo poco a poco se adormecía era solo cuestión de minutos para su fin y no se preocupó por luchar, quería agradecer todos y cada uno de los momentos vividos desde aquella tarde en Bogotá donde conoció al amor de su vida, quería recordar cada promesa que estaba dispuesta a cumplirle aún así no sea con ella, la ayudaría a encontrar un nuevo amor, claro está que nunca nadie la amaría de la manera en que ella lo hace, nadie nunca le haría el amor con tanta delicadeza como ella lo había hecho, nunca nadie le daría nada de lo que ella le había brindado, y nunca nadie tendría que hacer un sacrificio como el que ella estaba dispuesta a hacer, la amaba a tal manera que no podía ser egoísta, en sus manos estaba salvar su vida y ella lo haría, aún así eso significaba no volver a verla, no volver a sentir sus labios, no tocarla, no abrazarla fuertemente bajo la lluvia, no consentirla, no jugar con ella, no verla sonreír para después besarla, no hacerle el amor cada noche que se le antojara o cada vez que por descuido fuera inyectada con hormonas sexuales. - Ladeó una sonrisa recordando aquella noche en la fiesta de presentación - No le importaba nada más que saber que su Real Majestad fuera feliz, que ella siguiera viva para poder Reinar Freely sin ataduras, sin tener que dar explicaciones a nadie.

Los dedos de sus manos se entumedesian de a poco, movió un poco su cabeza y observó a su hermana pequeña inclinada sobre la camilla, sollozaba desesperadamente, estaba perdiendo a su hermana mayor, a su heroína, la única persona en el mundo entero que la entendía.

- Pulguita - Susurró la ojiverde con su voz entrecortada, la pequeña Valentina enderezó su cuerpo viéndola detenidamente. - Gracias, por todo... Por hacerme la hermana mayor más orgullosa y más feliz de este planeta.... Por ver en mi un ejemplo. -

La chiquita negaba frenéticamente su cabeza, no podía aceptarlo, aún no era momento para que la abandonara, ella no.

- Llegó mi momento, pequeña, te amo. - Entrelazó con fuerza sus dedos, aún los sentía un poco. - Entregale mi anillo, es mi promesa de que siempre estaré con ustedes. - Susurró.

- No, hermanita, no me dejes.- Valentina se abrazó fuerte a su hermana mayor, no podía contener las lágrimas.

María José enderezó su cabeza viendo el techo nuevamente.

- Mi corazón para la realeza, Valentina.- Susurró despacio, era la manera en la que le daba a entender que su corazón permanecería en la tierra latiendo fuertemente en el pecho de su amada.

- Te amo, Daniela Calle. - Sus ojos brillaron por última vez y se fueron cerrando despacio, soltando así, su último suspiro.

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora