Capítulo 2

8.9K 499 9
                                    

—¿Por qué no dijiste que querías estudiar en la misma universidad que tu hermano?

Me encojo de hombros mientras miro de reojo a mi madre, se nota a leguas que la situación la incómoda, y sinceramente, a estas alturas a mí también me molesta su presencia.

—¿No podemos hablar a solas?—le digo a mi padre.

Mi madre no tarda ni dos segundos en levantarse y salir del comedor. Mi padre suspira, y con un gesto de cabeza me anima a que le cuente qué pasa por mi mente.

—No puedo seguir aquí, papá, no aguanto más.

—Cariño, esto ya lo hemos hablado —dice mientras se frota la sien.

—Sí, pero no soporto ver cómo me ignora. ¡Es mi madre, joder!

—Habla bien.

Pongo los ojos en blanco. Lo último que necesito ahora es que mi padre me regañe. Quiero que me tome en serio.

—Necesito irme.

—Y lo vas a hacer, ¿no?

—Sí.

—Bien. Solo quería saber los motivos.

Asiento con la cabeza y me relajo.

—Quiero que intentes recuperarla, tal vez sin mí cerca vuelva a ser ella.

—Si te vas por eso...

—No es por eso, de verdad que no —le interrumpo—. Puedo entender que yo le recuerde a Ainhoa, es normal, somos idénticas, pero necesito acabar con esto. Es demasiado tóxico para ambas.

Mi padre coge aire y asiente con la cabeza.

—No creo que tu madre vuelva a ser como antes, ni ahora, ni nunca.

—Inténtalo, nunca se sabe. Sin nadie cerca que le recuerde a Ainhoa, tal vez le cueste menos sonreír.

—Ella te quiere mucho, lo sabes, ¿verdad?

Me encojo de hombros.

—Sé que me quería mucho, ahora prefiero no pensar en ello.

Coge mi mentón elevando mi rostro, al mismo tiempo alzo la vista y me encuentro con su cálida sonrisa.

—Te quiere, pero extraña mucho a Ainhoa, es muy duro perder a una hija —puedo ver en sus ojos que habla por el mismo, no solo por mamá—. Además, nadie esperaba que Ainhoa muriese aquel día, no estaba enferma, simplemente se fue, y no pudimos despedirnos de ella.

—Comprendo que perder a una hija es un golpe muy duro para una madre. Pero también lo es perder a una hermana y a una madre.

Mi padre frunce el ceño a la par que intenta descifrar mis palabras.

—No has perdido a tu madre, ella sigue aquí.

—Para mí es como si la hubiera perdido el mismo día que perdí a Ainhoa. Seguro que hubiera preferido perderme a mí.

—Lis Juárez, no quiero volver a oírte decir esas tonterías.

—Estaba muy orgullosa de Ainhoa.

—Y de ti también.

—Sí, pero menos. Mamá siempre ha sido más de Ainhoa, igual que tú siempre has sido más de mí.

—Os queríamos y os queremos a las dos por igual.

Fuerzo una sonrisa mientras me abraza.

—Mejor dejemos el tema, tengo que hacer las maletas, quiero irme cuanto antes.

—Espero que vengas más a menudo de lo que viene tu hermano.

—No prometo nada, pero puedes venir a vernos —mi padre alza las cejas y yo sonrío—. Sabes de sobra que Teo también se fue por la actitud de mamá, no por ti.

Mi padre sonríe con tristeza.

—Venga, te ayudo a hacer las maletas.

Frunzo los labios y asiento.

Para mi padre debe ser difícil ver que sus hijos se alejan sin poder hacer nada para evitarlo, y tal vez ha sido un poco injusto decir que el motivo principal es la actitud de su mujer, pero prefiero que tenga claro que nada de esto ha sido su culpa. No se lo diré, pero debo reconocer que también espero que él consiga volver a ser el de siempre con mi partida.

No tardamos mucho en empaquetar mis libros y fotos en una caja, al contrario que con la ropa. De por sí tengo mucha ropa, a mi hermana le encantaba que fuéramos de compras, y encima me quedé con la mitad de la de Ainhoa, con la que más le gustaba, cuando me la pongo es como si ella estuviera viviendo a través de mí. Suena estúpido si lo pienso detenidamente, pero me gusta la idea.

Cuando por fin acabamos de recoger todo, veo que voy a tener que llevar dos maletas y una caja yo sola.

—Si quieres puedo llevarte.

—No es necesario, cogeré el tren y luego un taxi para ir de la estación a casa.

—Al menos deja que te lleve hasta la estación de tren.

Sonrío y estrecho la mano que me ofrece.

—Hecho.

Tu ausencia me llevó hasta élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora