Capítulo 20

6.4K 408 17
                                    

Esa tarde, cuando Yon y yo volvemos al bungalow tras comer con todos, incluidos Daniela y Gonzalo, y pasar un par de horas en la piscina, nos metemos en mi habitación y no salimos hasta la mañana siguiente. Durante el desayuno me quedo embobada mirando a Yon en varias ocasiones.

¿Qué demonios me pasa?

Al principio solo quería sexo con él, solo era atracción física, luego empezó a gustarme más allá de lo físico, ¿ahora qué? Vuelvo a mirarle. Está comiendo un bol de cereales, y justo en ese momento mi hermano le hace reír y escupe parte de la leche sobre la mesa. Yo me sorprendo por la acción, pero más cuando por mi mente pasa un pensamiento: incluso así está guapísimo. Me doy cuenta de lo que eso significa y recojo mi desayuno, a pesar de no habérmelo acabado, y salgo corriendo a mi habitación.

¡Madre mía! Yon me gusta más de lo que pensaba...

No deshice la maleta, por lo que ahora no he de hacerla, por lo que únicamente tardo cinco minutos en guardar la toalla y los bikinis.

—Lis, tenemos que dejar el bungalow a las doce en punto, así que recoge todo.

—Eso hago —respondo a mi hermano a través de la puerta—. Sois vosotros los que tenéis cosas desperdigadas por todas partes —digo recordando la leonera que tienen por habitación.

Cuando creo que ya lo he recogido todo veo una camiseta entre las sábanas. Es la que ayer llevaba Yon. La cojo y sonrío mientras la acerco a mi nariz y la huelo: su perfume invade todo mi ser y cierro los ojos para disfrutarlo más. Abro los ojos como platos y alejo la prenda un poco avergonzada. Me siento una acosadora oliendo su camiseta, y más aún cuando, lejos de devolvérsela, la guardo en la maleta.

A las doce menos diez dejamos el bungalow y metemos las maletas en el coche. Antes de irnos damos un paseo por el pueblecito y me compro un pareo muy bonito de color celeste. Javi se compra una pulsera de cuero preciosa, y como me da un poco de envidia empiezo a mirar alguna para mí, pero no encuentro ninguna que me guste. Finalmente, me compro una tobillera con cascabeles muy pequeñitos. Mi hermano y Javi quieren pasar el día aquí e irnos por la tarde, puedo imaginarme por qué. No digo nada, y menos después de la noche que he pasado con Yon, la verdad es que me he levantado relajada y de buen humor, y aunque no me apetece aguantar a Daniela ni a Gonzalo, estoy dispuesta a intentarlo.

Para mi sorpresa, Yon propone:

—¿Por qué no váis cada uno con vuestro ligue por separado?

—¿Y vosotros?

Miro a Javi y alzo las cejas, ¿ahora le preocupa lo que hagamos? Yon y yo nos miramos y sonreímos.

—Creo que nos las apañaremos solos —dice con picardía.

Le devuelvo una mirada cómplice y una sonrisa traviesa se instala en mi rostro. Mi hermano murmura algo inentendible para mí y se da la vuelta para marcharse. A mí tampoco me apetecería saber lo que hace, o no hace, con las chicas, y menos si fueran mis amigas.

En cuanto él y Javi desaparecen de nuestra vista, miro a Yon y me muerdo el labio inferior.

—¿Qué hacemos?

—Creo que deberíamos comer algo —propone.

Miro el reloj y asiento, con la tontería ya son las dos y media de la tarde.

Nos sentamos en un chiringuito de playa y picamos unas anchoas, unos chipirones y unas patatas bravas. Para cuando acabamos ya son las cuatro de la tarde.

—¿Nos damos un baño en la playa?

Quiero decir que sí, pero no puedo, el bañador está en la maleta, que a su vez está en el coche, y las llaves las tiene mi hermano.

—He metido el bañador en la maleta, pensaba que ya nos íbamos a casa.

—¿Y lo necesitas? —le miro boquiabierta y él sonríe—. Te he tenido desnuda en mi cama más de una vez.

Me quedo sin palabras y casi se me desencaja la mandíbula al oír lo que ha dicho. Como puedo cierro la boca y me calmo.

—Tú sí, pero toda esta gente no —digo mirando a nuestro alrededor.

Yon busca algo en su móvil y pronto me agarra la mano y echa a andar arrastrándome con él.

Tras veinte minutos caminando, entre subidas y bajadas por algunos caminos bastante rocosos que no deberíamos hacer en chanclas, llegamos a una pequeña cala en la que, como mucho, cabrían unas seis personas.

—Aquí solo estaremos tú y yo —dice al llegar a la arena.

Miro a nuestro alrededor, pocas personas deben saber que aquí hay una cala, pues no tiene fácil acceso.

—Te has tomado muchas molestias para verme desnuda, ¿no?

—¡Qué mal concepto tienes de mí! —se hace el ofendido—. Lo he hecho para que puedas bañarte.

Él sonríe de esa forma pícara que me vuelve loca mientras nos miramos con complicidad.

No tenemos toalla, así que nos tiramos en la arena. Él lleva el bañador, así que me da apuro quedarme desnuda, sé que me ha visto así muchas veces y que hay gente que hace toples, pero yo nunca lo he hecho, por lo que solo me quito el top y los shorts. Yon me mira y puedo ver el deseo en sus ojos. El sujetador es bastante normalito, negro con las tiras de encaje, pero el tanga es completamente de encaje negro y prácticamente se puede ver a través de él. A estas alturas empiezo a comprender a Yon en el ámbito sexual, y consciente de que voy a despertar a la bestia, me giro y dejo mi trasero expuesto. Él sonríe y niega con la cabeza. Es consciente de que le estoy tentando, e incapaz de contenerse, se acerca y devora mi boca como solo él sabe: con pasión y puro deseo. Una sonrisa asoma por mis labios al pensar que me tiene bajo su control cuando quiere, pero yo a él también. Lo que no acabo de tener claro es si eso es bueno o malo.

Pasamos toda la tarde tentándonos y cayendo en la tentación. Yo le provoco, él cae en mi juego. Él me provoca, yo caigo en su juego. Y así hasta que acabamos metidos en el agua y lo hacemos como nunca antes lo habíamos hecho: sin prisa, sin rudeza, dejándonos llevar por el deseo y la calma de la puesta de sol. Al acabar, Yon hace algo que nunca antes había hecho: empieza repartir besos por mis hombros y la base de mi cuello. Yo me retuerzo mientras intento contener la risa por las cosquillas que me provocan sus acciones. Tras unos minutos así, decidimos salir del agua, es tarde y mi hermano y Javi deben estar esperándonos para volver a casa.

—Van a matarnos —Yon me enseña su móvil, tiene seis llamadas perdidas de mi hermano y cuatro de Javi.

Miro el mío y me encuentro con siete llamadas de mi hermano y dos de Javi.

Sonrío y me lanzo a devorar la boca de Yon.

—Ha valido la pena.

—Desde luego —me coge en brazos.

Enredo mis piernas en su cadera y vuelvo a apoderarme de su boca mientras él me agarra del trasero.

—Creo que deberíamos volver —susurro cerca de sus labios.

Él gruñe, y como no le veo dispuesto a bajarme, me revuelvo para que finalmente lo haga. Me visto mientras coge su camiseta para colgársela del hombro. De camino llama a Javi y le dice que en un cuarto de hora llegamos.

Mi hermano y Javi nos esperan de brazos cruzados apoyados en el coche. Cuando nos acercamos lo suficiente, mi hermano pregunta:

—¿Dónde narices os habíais metido? Os hemos llamado mil veces.

Nos miramos de forma cómplice y una sonrisa se instaura en mi rostro mientras Yon se muerde el labio inferior.

—Vale, prefiero no saberlo —rectifica mi hermano—. ¿Podemos irnos ya?

Sin más preámbulos nos metemos en el coche. Javi me mira y me guiña el ojo al ver la sonrisa de oreja a oreja que llevo, sabe por qué es, o al menos lo intuye.

—¿Cómo os ha ido con las chicas? —intento sacar tema de conversación.

—Ni preguntes...

Miro a mi hermano, parece enfadado, luego miro a Javi y veo que tiene cara de circunstancias. Frunzo el ceño, ahora tengo curiosidad por saber qué ha pasado, pero cuando Yon me retira un mechón de pelo y lo pone tras mi oreja se me olvida todo lo demás.

Tu ausencia me llevó hasta élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora