Capítulo 22

6K 396 26
                                    

Mi hermano vuelve al cabo de dos días, y obviamente nota el ambiente enrarecido, así que al final me pregunta:

—¿Ha pasado algo?

Niego con la cabeza antes de volver a centrarme en el libro que llevo leyendo desde mi conversación con Javi hace dos días. Él y Yon estuvieron hablando más de veinte minutos, después se metió en su habitación y a penas ha salido. De hecho, Javi tampoco ha salido de su habitación para otra cosa que no sea comer, ir al lavabo y salir de casa. Finalmente, cierro el libro y llamo a Beth, necesito hablar con alguien. Por suerte, aunque vive lejos, decide venir para que pueda contarle las cosas con más calma. Quedamos en media hora en un parque cerca de casa.

Cuando paso frente al cuarto de Yon me quedo mirando la puerta cerrada unos segundos antes de seguir mi camino. No hemos hablado desde entonces, y casi no nos hemos visto...

—¿Qué ha pasado? —dice Beth en cuanto me ve.

—Estoy hecha un lío.

—¿Por Yon?

—Sí —suspiro—. Parecía que todo iba bien y de repente me ha caído otro jarro de agua fría.

Le cuento todo lo que ha pasado: lo bien que estábamos antes de la conversación con Javi, y como están las cosas ahora.

—Si necesitas alejarte unos días de ellos, puedes venir a mi casa.

—No quiero molestar a tus padres.

—No molestas, están acostumbrados a tener invitados por mi parte.

Sonrío y recuerdo que Beth tiene novia.

—¿Tu novia no se pondría celosa?

—¿Valeria? Para nada, por eso ni te preocupes.

—En ese caso me lo pensaré.

Pasamos el resto de la tarde en una cafetería, merendando, y al final me cuenta cómo conoció a Valeria, su novia. Al parecer ambas estaban en una aplicación de citas y quedaron después de hablar durante un par de semanas. A partir de ahí es lo típico: al principio atracción física, luego empezaron a conectar, y finalmente se enamoraron.

Sobre las nueve menos veinte de la noche decidimos volver cada una a su casa.

—Recuerda que, si necesitas, las puertas de mi casa están abiertas.

—Gracias, de verdad.

—De nada, y no te rindas con Yon, creo que vale la pena, tengo buen ojo para eso. Además, si no le importaras, ¿por qué iba a enfadarse con Javi después de que te dijera eso?

Una sonrisa se instala en mi rostro, agradezco infinitamente sus palabras, las necesitaba.

Cuando vuelvo a casa mi hermano está cenando con Yon, Javi no está.

—¿No vas a cenar? —dice al ver que paso de largo del comedor.

—No tengo hambre, voy a acostarme, estoy cansada.

Sé que Yon me está mirando, pero me obligo a no devolverle la mirada. Odio que la gente me ignore, y él lo ha hecho por dos días.

Me pongo el pijama y pienso en lo que me ha dicho Beth, tal vez irme con ella unos días sea lo mejor. Yon parece querer alejarse de mí por algún motivo, así le daré espacio y ambos podremos pensar.

Salgo al comedor de nuevo, están viendo la televisión y pasan de mí pese a que me quedo de pie en una esquina del comedor por más de dos minutos.

—A partir de mañana me iré a vivir unos días con Beth —digo llamando la atención de ambos.

En milésimas de segundo la mirada de ambos se posa en mí.

—¿Por qué?

Mi hermano me mira con las cejas alzadas. El pobre no debe estar entendiendo nada de lo que está pasando.

—Porque es lo mejor.

Me alejo por el pasillo, y cuando estoy a punto de entrar en mi cuarto escucho unos pasos tras de mí.

—¿Por qué te vas?

—¿Ahora me hablas? —decido enfrentar a Yon antes de encerrarme en mi habitación, pero como no contesta dejo las cosas claras—. No sé qué ha pasado, ni por qué me ignoras, pero no quiero estar en una casa en la que se me ignora, para eso me hubiera quedado con mis padres —puedo ver que eso le ha dolido bastante—. Creo que desde la distancia podremos ver la situación con perspectiva y tomar una decisión, aunque tú quizá ya la hayas tomado.

No dice nada, eso me frustra.

Espero unos segundos más, pero sigue sin hablar.

Al final pierdo los nervios, e intentando no alzar mucho la voz para que mi hermano no nos escuche, digo:

—Supongo que soy la única que piensa que hay algo que decidir entre nosotros. Soy imbécil —me mira con el ceño fruncido, cosa que me da más rabia—. Ni siquiera quería atarte a mí, no necesito una relación seria, me gustaba lo que teníamos, solo quería seguir así: disfrutando a tu lado. Y creía que tú también querías eso.

Silencio.

Le miro. Me mira.

Empiezo a mover el pie con nerviosismo.

—¿No dices nada?

Otra vez el silencio.

Como odio que no me contesten.

—Vete a la mierda —tengo que contener las lágrimas de rabia que amenazan con salir.

Le doy la espalda, entro en mi habitación, y sin importarme nada ni nadie, doy un portazo que resuena por toda la casa.

Tu ausencia me llevó hasta élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora