Capítulo 28

6K 371 22
                                    

Cuando me despierto en la habitación de Yon, él ya no está, miro a mi alrededor y veo que su camiseta que usé de pijama sigue a los pies de la cama. No sé si me la ha dejado ahí para que tenga algo que ponerme, o porque realmente no le importa que la tenga.

Me muerdo el labio inferior y se me eriza la piel al pensar en lo que hemos hecho horas atrás. Hemos vuelto a caer...

Me pongo la camiseta de Yon y salgo a hurtadillas de su habitación. No quiero toparme con nadie, y menos así vestida y saliendo de la habitación de Yon. Antes no me hubiera importado, pero ahora, con todo lo que ha pasado entre nosotros, paso de que se entere nadie. No se lo pienso decir ni a Ana.

Pero, como no, el destino ya tenía planes para mí, y poco antes de poder entrar a mi habitación me cruzo con Javi saliendo del baño y a Ana saliendo de mi habitación.

—¿Dónde has dormido?

Ana tiene una sonrisa pícara en el rostro. Obviamente sabe dónde he dormido.

—¿Esa camiseta no es de Yon?

Ahora es Javi quien pregunta con las cejas alzadas.

—Sí, he dormido con Yon, me lo encontré a media noche en el pasillo. ¿Qué pasa?

—¿Y tan mal ha quedado tu pijama que te ha tenido que dejar una camiseta?

La broma de Ana me saca un sonrojo. ¿Esa idiota quiere que me dé un infarto o qué?

No pienso decirles que le robé una camiseta a Yon porque me encanta su olor. Suficiente vergüenza siento al pensar en que él se ha dado cuenta. Así que me encierro en mi habitación de un portazo.

—¿Eso es un sí?

Oigo a Ana a través de la puerta.

—Puede —le contesta Javi entre risas.

Los odio. Ahora mismo los odio.

Media hora después, cuando ya se me ha pasado el cabreo, salgo a desayunar. Me muero de hambre.

Ni Javi ni Yon parecen estar en casa, y Ana y mi hermano están viendo una película en el sofá, así que decido salir a dar una vuelta.

Me visto con unos leggins negros, una camiseta de tirantes del mismo color y una chupa de cuero roja. Cojo una mochila y meto el monedero, las llaves y el móvil. Cuando Ana me ve salir así vestida se incorpora en el sofá y me mira con seriedad. Ella sabe que esta chupa solo me la ponía en mi época macarra, en especial cuando participábamos en alguna carrera ilegal de motos.

—Tranquila, aquí no tengo la moto —digo para calmarla antes de irme.

Y es cierto, aquí no tengo mi moto, tampoco sé dónde podría participar en alguna carrera de motos, si es que aquí también se hacen... Y sé de sobra que no debería volver a meterme en ese mundo tan turbio, por mucho que me desahogue correr.

Si Ainhoa me ha visto en alguna de esas carreras, sin duda debe estar muy enfadada conmigo.

Miro al cielo y suspiro. Sería un desperdicio tirar así mi vida por la borda. Morir en una carrera ilegal de motos no es mi meta, así que mejor dejar de pensar en la adrenalina que me hacía sentir y en cómo me olvidaba de todo por unos segundos. No quiero volver a eso.

Cuando llego a un parque me siento en el respaldo de uno de los bancos y pienso en lo ocurrido con Yon. Él dijo que no quería que pasara nada más entre nosotros, ¿entonces por qué me besó anoche? Y no solo eso, podría haber frenado tras el beso, reconocer que fue un error y dejarlo ahí, pero no fue así.

Y como si tuviese poderes para invocar a las personas, aparece Yon con una morena agarrada de su brazo. Genial. Nuestras miradas se cruzan durante unas milésimas de segundo, las suficientes para que me vea fruncir el ceño y llenarme de rabia.

Tu ausencia me llevó hasta élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora