TODO TIENE UNA RAZÓN, ¿VERDAD?
Bel no durmió bien esa noche, de modo que al día siguiente despertó con unas terribles ojeras bajo sus ojos verdes. Se dio una ducha rápida, se vistió con el uniforme de la escuela, que estaba impecablemente planchado, y se trenzó su larguísimo cabello hasta dejarlo muy compacto. En el espejo ella vio el reflejo de su aspecto nerd y se sintió satisfecha. Así era ella y así se quedaría.
Bajó a desayunar con suma puntualidad. Su madre ya había servido el desayuno cuando llegó a sentarse en la mesa. Ted jugaba con los cereales de letras que flotaban en su bol con leche, y su padre estaba sumergido detrás del periódico sin prestar atención a nada más. Una mañana tranquila y normal. O eso parecía, porque si alguno en aquella mesa tuviese la capacidad de leer los pensamientos, habría captado algo bastante alarmante en los de Bel. Terror. Bel estaba aterrada con el recuerdo de la conversación que había tenido con Chris la tarde anterior y que permanecía en su cabeza como un insecto que comenzaba a fabricar un nido de ideas infectadas y terribles. ¿Chris volvería a increparla con alguna petición extraña? ¿Y dónde la acosaría esta vez? La biblioteca se había convertido en el lugar menos seguro de todos, pero lo cierto era que cualquier sitio en esa escuela era un potencial peligro para ella de ahora en adelante.
—¿Huevos a la copa, cielo? — la voz de su madre puso pausa a sus pensamientos. Un gran alivio.
— Tomaré solo la leche, mamá, gracias — respondió. La abundante comida sobre la mesa no atraía para nada su apetito. Había un nudo que mantenía la boca de su estómago completamente sellada.
Ted la miró desdeñoso y luego soltó una risita.
— Vaya que estás fea, Pippi — le dijo apuntándola con un dedo pequeño.
— No más que tú — repuso ella, mordiéndole aquel pequeño dedo que estaba empinado en su dirección. Lev emitió un gemido que se convirtió en un chillido cuando perdió el equilibrio y cayó de la silla.
Bel rio, aunque la verdad era que no le había dado tanta risa. Necesitaba reír, ese era el asunto.
— ¡Ya me las pagarás! — gritó Ted pateándole la silla tan fuerte como pudo, en un intento por hacerla caer también. No consiguió nada porque no tenía fuerza suficiente para mover a Bel de su lugar y porque su madre lo cogió de la mano y lo alejó al otro lado de la mesa. Se dirigió a ambos con un:
— Ya basta ustedes dos — que la hizo sentir muy pequeña de repente.
No muy segura de que fuese a poder tragar, apuró la leche de un solo sorbo y se quedó un momento para digerir el amasijo que se había formado en su garganta. Luego se levantó para ir a lavarse los dientes, pero se detuvo a mitad del pasillo cuando su teléfono comenzó a vibrar en el interior de uno de los bolsillos de su chaqueta.
Se llevó el celular a la oreja sin revisar el remitente primero. Enseguida lo lamentó.
— ¿Diga?
— Wilson — dijo una fatídica voz que no esperaba escuchar a esas horas de la mañana. Su cuerpo se tensó perceptiblemente, y su madre, que había aparecido para recordarle que no olvidara el bolso de almuerzos sobre la mesa, calló en seguida y la miró con una expresión picara — ¿Vas a la escuela hoy, ¿verdad?
— C-claro — dijo, temiendo lo peor — ¿Por qué?
— Porque pasaré por ti en un rato — le dijo Chris tranquilamente —Y quiero que estés esperándome en la puerta de tu casa, ¿vale?
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PORQUE SÍ
Teen FictionEl mundo acababa de volverse loco. Christopher Sanders, el chico más popular de la escuela, estaba de pronto muy interesado en la solitaria y estudiosa Bel Wilson. Y ella no comprendía la razón. - ¿Por qué lo haces? - Porque sí. No, Christopher S...