SEIS

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Chris Sanders la observó disimuladamente mientras ingresaba al salón de laboratorio cargando una enorme mochila sobre los hombros que debía pesar el doble o el triple que ella. Para aumentar la tortura, la chica llevaba en las manos dos pesados libros de biología y casi se arrastraba hacia una de las mesas ubicadas muy cerca del escritorio del profesor.

Cuando finalmente llegó a su destino, dejó caer los libros sobre la mesa y se desprendió de la mochila con un largo y sostenido suspiro de cansancio. Luego, se acomodó los lentes porque estos amenazaron con caer de su pecosa nariz y se pasó una mano por la frente, probablemente limpiando el sudor que le había provocado el esfuerzo. Chris siguió cada uno de sus movimientos con disimulo. No quería que la chica supiera lo muy consiente que era de su presencia.

Después de todo, él era Christopher Sanders, el chico más popular de la escuela. Y ella era..., bueno, ella era una completa nerd.

...


BAJANDO LA GUARDIA


La segunda margarita ayudó a Bel a relajarse un poco. Se recargó contra el respaldo del asiento y se permitió disfrutar de la sensación de su mente liviana como una pluma y del sabor dulce y ligeramente ácido de la margarita.

En aquella cómoda posición, contempló a su acompañante. Christopher Sanders estaba sentado muy cerca, mientras le daba un sorbo a su gin tonic.

— Así que... se supone que te gusto, ¿eh? — preguntó, por decir algo. No estaba realmente pensando en ello. O más bien, no estaba pensando en lo absurdo que resultaba que Chris Sanders se sintiera atraído por la nerd.

Había hecho un trato con él, después de todo. Y la margarita hacía su efecto, también.

Chris la miró por encima de la copa. Sus ojos azules de pronto brillaron, recelosos.

— Sí, ya te lo dije — respondió.

— ¿Y por qué? — volvió a preguntar ella.

— Porque sí.

Bel meneó un poco la cabeza. Los pensamientos lógicos iban y volvían.

— No tiene sentido — replicó.

Chris emitió un gruñido por lo bajo. Evitando enfrascarse en una nueva discusión con ella, llamó al mesero para que trajera otra ronda de tragos.

— Esta vez, échale un poco más de alcohol a la margarita. Lo necesita — pidió, pero Bel se incorporó de golpe, despertando de su letargo, y negó con la cabeza.

El mesero, sin embargo, ya se alejaba en dirección a la barra.

— Eh, ¿qué haces? No tengo pensando emborracharme — reclamó, e hizo un mohín, solo que no se dio cuenta hasta que Chris se lo hizo saber.

— Vaya, ¿eso es una rabieta? — preguntó, llevando un dedo a los labios de Bel. Ella recibió su contacto apenas un instante. Luego apartó la cara como si él de pronto quemara.

— No trates de desviar el tema — murmuró. En sus labios persistió la sensación de los dedos de Chris.

Él se encogió de hombros, con aires inocentes.

— Solo intento poner a dormir un rato a ese monstruo escéptico que llevas dentro. Se supone que hicimos un trato, ¿no?

Bel lo sabía. Y era también lo que estaba intentando hacer. No más preguntas, no más cuestionamientos. Solo que, resultaba demasiado difícil mirar a Chris Sanders a los ojos y no preguntarse qué era exactamente lo que lo había llevado a interesarse en la nerd. Al final de cuentas, hace menos de una semana que él tenía noción de su existencia, ¿verdad?

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