OCHO

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UN EXTRAÑO PASEO


La fila del casino avanzaba tan lento que Bel se arrepintió de haber aceptado acompañar a sus amigas a almorzar en lugar de encerrarse en los confines de la biblioteca y hacer como que estudiaba. Y sí, porque después de la aparición de Christopher Sanders que el estudio se había convertido en el asunto menos interesante de su vida.

Diez largos minutos tuvieron que transcurrir para que recién Bel pudiera ver al cocinero sirviendo las porciones de almuerzo. Sin embargo, había al menos doce personas antes que ella y encima, el que encabezaba la fila, se había detenido a preguntar al cocinero si acaso la gelatina contenía restos de cartílagos de animales como había revelado un estudio al respecto.

Bel contuvo el impulso de alzar la voz y responder en lugar del cocinero que la gelatina tenía tantas partes asquerosas de vacas y cerdos, que el cartílago era la última cosa que debía preocuparle. En su lugar, se giró hacia sus amigas y trató de iniciar una conversación que ayudara a pasar el rato. Enseguida se arrepintió porque Ina no tardó ni medio segundo en sacar a colación el tema de Christopher Sanders. Se moría por saber sí este había vuelto a molestarla o si, por el contrario, se había aburrido definitivamente.

En algún momento, mientras Bel trataba de evadir el tema con respuestas ambiguas, Ina ahogó una exclamación y, apuntando con un dedo por encima del hombro de Bel, dijo en un gemido:

— Hablando del rey de Roma, mira quien acaba de entrar al casino.

El corazón de Bel dio un brinco en aquel preciso momento, pero se negó a darse la vuelta. No quería que nadie en esa escuela se diera cuenta de lo que ocurría entre ellos, mucho menos Alexa Parson. Después de todo, la chica había dejado de hostigarla precisamente porque pensaba que entre ella y Christopher Sanders no ocurría nada.

Sin embargo, al parecer Chris Sanders tenía otros planes porque Megan agregó con otro gemido.

— Y viene hacia acá, Bel.

— No jodas... — susurró Bel, sopesando la alternativa de alejarse disimuladamente de allí. No lo hizo porque había perdido mucho tiempo en esa fila y porque, en el fondo, se moría por hablar con Chris.

En realidad, lo extrañaba tanto que cuando él dejó caer una mano sobre su hombro, ella experimentó una sacudida agradable que le erizó todos los vellos del cuerpo.

El aroma de su perfume llegó solo segundos antes de que lo hiciera su aterciopelada voz.

— Wilson.

Bel se volvió lentamente. Una sonrisa torpe apareció en su rostro en cuanto miró aquellos profundos ojos azules.

— Hola — saludó.

A su alrededor, como un efecto colateral de estar juntos, el casino entero pareció enmudecer. Incluso las chicas que estaban delante de Bel en la fila, detuvieron su parloteo para echar miradas curiosas.

— Pensé que estarías en la biblioteca — dijo él — Es tu lugar favorito, ¿no?

Bel quiso sacarle la lengua, pero se contuvo a tiempo y respondió que las nerds también debían alimentarse, por si él no lo sabía.

Chris esbozó una sonrisa.

—Pues no lo sabía —dijo, en broma —Pensé que te nutrias de conocimientos.

Enseguida se escuchó un carraspeo. Era Ina, intentando que la hicieran parte de la conversación.

Chris le dedicó una mirada fría y un escueto saludo. Luego, regreso a Bel y se acercó un poco más para susurrarle al oído que tenía muchísima hambre.

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