DOS

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Bel observó cómo Christopher Sanders conseguía con un solo movimiento darle al balón una dirección perfecta hacia el arco. Antes de que el propio arquero pudiera advertirlo, la pelota estaba dentro, marcando la victoria de la Escuela Pública de Dalton.

Ella permaneció sentada en las bancas cuando todas las demás chicas se levantaron para aplaudir al capitán. El remesón bajo su trasero le advirtió que saltaban. Sintió el impulso de unirse a la celebración, el que reprimió enseguida hundiendo la cabeza en el libro que tenía abierto sobre el regazo. No leyó nada, por supuesto. Solo estaba aparentando que el éxito de Christopher Sanders no le interesaba, que verlo celebrar sin la camisa de deportes no le producía una enorme curiosidad y que gritarle que era el mejor deportista de la escuela no era como un escozor en el centro de la garganta.

Tuvo que aparentar porque su papel era el de la nerd anónima que no se divertía con frivolidades, pero en el fondo, allí donde latía su corazón, tenía el furioso anhelo de abalanzarse sobre Chris y decirle lo bien que había jugado y lo mucho que lo admiraba.

...

DOS

DESCUBRIENDO OSCURAS INTENCIONES

Bel estaba despierta antes de que el despertador sonara.

Y cuando este lo hizo, ella lo apagó de un solo manotazo y se quedó contemplando el techo blanco de su cuarto sin moverse fuera de su cama.

No iría a la escuela. Ya lo tenía resuelto.

Chris no se reiría a su costa porque ella era mucho más inteligente que él y andaba varios pasos más adelante. Ni loca lo esperaría como tonta fuera de casa solo para que él no pasara a recogerla, ni mucho menos llegaría tarde a la escuela por haber estado esperando inútilmente.

Así que, a las seis con cuarenta y cinco minutos, Bel se negó rotundamente a abandonar la cama. Permaneció con las sábanas hasta las orejas y quieta como una piedra. Quince minutos después, se volvió sobre su costado y le dio la primera inspección a su teléfono. Todo normal hasta ahí. Lo que no fue raro, por supuesto. Chris debía estar recién saliendo de la cama a esas horas.

Poco antes de las siete, su madre la llamó a desayunar, pero Bel ignoró los golpecitos en la puerta hasta que cesaron. Ted fue el siguiente en hacer acto de aparición. A la clásica patada contra la puerta le siguió el habitual grito: ¡¿Estás despierta, Pippi?!*

También lo ignoró, aunque con mayor dificultad. Continuó viendo su celular, sin mirar otra cosa que el reloj sobre el costado superior de la pantalla, consciente de que, aunque rogara, los minutos no pasarían más rápido. Era una cuestión de física.

Tras observar el reloj un minuto completo, se volvió sobre su espalda y cerró los ojos. Una imagen de Sanders calentando ante de un partido, con la camiseta de deportes levemente levantada, de modo que se veía parte de su espectacular abdomen, llegó fugaz a su retina y la obligó a abrir los ojos de nuevo.

Todo lo relacionado con Chris Sanders era mejor cuando no cruzaba palabra con él. Cuando lo admiraba de lejos mientras él se preparaba para un partido o cuando lo espiaba secretamente mientras él dormitaba recostado sobre el césped de las canchas, con los labios levemente fruncidos en un gesto que resultaba tentador y...

Antes de que su mente la llevase más lejos, Bel sacudió la cabeza y se giró sobre su costado izquierdo. No debía pensar cosas lindas respecto de Chris, porque él no estaba haciendo más que humillarla de forma lenta y silenciosa, como una serpiente venenosa.

PORQUE SÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora