Parte 3

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No pude hacer otra cosa más que quedarme allí sentado, con un brazo colgado en el aire y Zero pegada a mí.

La habitación estaba a oscuras, salvo por la luz de la luna que acedia por mi entrada improvisada. Había una gran pila de libros y quién sabe cuántas velas apagadas. Encima de una silla que parecía cómoda, había un montón de cojines formando una especie de cama.

La cueva de la que hablaba Zero seguramente sería algo como esto.

¿Así son… tus sentimientos por Zero, Trece? Podía sentir la dolorosa intensidad de sus sentimientos hacia Zero. Esta habitación era como el vientre de una madre. Estaba oscuro, apartado y protegido, casi asquerosamente soporífero y aburrido.

Trece… ¿vas en serio? Aunque la mayoría de brujas y hechiceros no son lo que se llama normal, estás en un nivel completamente diferente.

—Hey. ¿Cuándo vas a dejar de llorar, señorita bruja? Detesto ser así, pero no tenemos tiempo para lágrimas. Simplemente vuelve a tu viejo yo de siempre, por favor.

Zero movió la cabeza hacia arriba como si algo la hubiera sorprendido. El moco y las lágrimas que caían por su rostro desfiguraban su belleza que incluso la luna envidiaría. Me sentía relativamente seguro de mi propia apariencia, pero al apreciar cómo se veía era suficiente para hacerme querer abofetear mi cara. Luego la levanté sobre mis hombros, y lentamente, su expresión volvió a la normalidad.

—Estás priorizando tus propios asuntos... ¡aunque es evidente que estoy sufriendo! ¡Hay un límite a lo insensible que puede ser! Compadéceme un poco más, consuélame un poco más-

—No soy un mercenario solo de nombre. He tenido que comer delante de los cadáveres de mis compañeros. Además, dijiste algo sobre una trampa antes, pero...

¿Qué significaba eso?

En el momento en que abrí la boca, el suelo bajo nuestros pies se abrió. La luz y el sonido se desvanecieron instantáneamente, y fui asaltado por la sensación de estar flotando, como si mis entrañas subiesen hasta mi garganta. La torre se había derrumbado. No, espera, esto era-

—Maldita sea… ¡Trece!

Ya veo. Esta era la trampa, ¿no?

Cuando levanté la mirada, estábamos en el mismo lugar al que habíamos sido convocados antes, la cámara subterránea debajo del castillo. A cierta distancia, Trece estaba exactamente donde lo hizo la última vez.

Y detrás de él había una jaula para pájaros, aparentemente hecha a medida, con Zero encerrada en su interior.

— ¡Mercenario!

— ¡…Zero!

—Detente. Quédate donde estas y ponte de rodillas.

Apenas había empezado a correr, al momento seguí las órdenes de Trece, tal como las dijo, postrándome en el suelo.

— ¿Pero qué? ¿Cómo es que-?

—Te dije que las mentes superiores pueden manipular a los animales. Los humanos también son animales, y esta cámara fue construida para amplificar mi destreza mental. Este es mi santuario.

— ¡Mercenario! ¡¿Estas bien?!

—Mirando lo que pasa como un tonto, sigo sano como un buey... pero maldita sea...

Desesperadamente, solo conseguí mover un dedo, clavando una uña en el suelo. Mi cuerpo no me obedecía. Mis extremidades no se habían dormidas, ni había perdido la sensibilidad en ellas, pero no podía levantarme por mí mismo.

Zero Kara Hajimero Mahou No Sho Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora