꧁𝐕𝐊𝐎𝐎𝐊 ꧂
*ೃ➫ Jungkook era una estrella. Vivía tranquilo en la Vía Láctea, mas al ser incriminado por un asesinato que no cometió es desterrado a ser fugaz, cayendo hacia la Tierra, donde tendrá una vida como humano. Solo hay una cosa que no pod...
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—¿Qué?
No, no, no.
Aquel ser celestial no podía serlo.
—Lo que oyes —recalcó—. Ahora entrégamelo.
—¿Por que debería entregártelo? ¿Acaso sabes con seguridad su identidad? —preguntó empezando a desquiciarse—. No es como si fuera un objeto para que pudieras reclamarlo de esa manera, imbécil.
Realmente Taehyung no quería pronunciar palabras malsonantes pero le enervaba la sangre que tratara al chico como si no importara, como si fuese un pedazo de carne entre leones. No lo iba a permitir, además sabiendo que quería acabar con su vida.
La simple idea de que fuera una estrella se le hacía demasiado irreal. ¿Por qué su aura desprendía pureza e inocencia entonces? Como fugaz los malos sentimientos son los que deberían predominar en él, mas al contrario se veía como un cervatillo indefenso.
—Créeme, se más que tú sobre todo esto —contraatacó—. La verdad es que me importa bien poco lo que me digas, si fuera por mí no tocaría este asunto, pero he hecho un buen trato con alguien importante de allí arriba. —Señaló al cielo y esperó unos segundos para ver si el otro respondía, pero como no lo hizo continuó—: Vamos, soy Kim Nam Joon, el famoso mercenario, ¿no me conoces?
—No, y hubiera sido mejor no saber de tu existencia, las personas cómo tú me repugnan.
—Enserio, dame a la estrellita y no te pasará nada.
—He dicho que no. Te estás equivocando, este joven no es un fugaz. ¿Y acaso quieres irte ya al infierno? Porque por mí no hay problema en enviarte ahora mismo.
—Muy bien, pero que sepas que si no soy yo va a ser otro, lo digo de antemano, ese condenado ministro no se va a rendir.
—Como quieras, addio, que os vaya bien si es que lo lográis.
Namjoon no quiso entrometerse más. Sabía a la perfección que corría peligro y podía acabar sin vida si molestaba más de lo necesario al sujeto. Un buen mercenario siempre debe saber en lo que se mete, pero lo cierto es que estos días Nam estaba un poco distraído. Ser un híbrido de fugaz y humano era difícil, sobretodo cuando un importante ministro astral contactaba contigo para que te encargases de ejecutar a un celeste que acababa de aterrizar en el planeta. Algo le pintaba mal, pero haría lo que fuera con tal de volver a tener a Seok Jin a su lado. Ahora debía informar al sospechoso negociante de lo sucedido.
Kim estaba perplejo pero se retractó a darle más vueltas al asunto. Lo conveniente era atender al chico. Así que entró como pudo a su casa, cerró la puerta y fue a paso rápido hacia su dormitorio, donde dejó al sublime de piel blanquecina sobre su cama. No pesaba demasiado pero haberlo llevado encima suyo sin descansar durante un largo tiempo provocaba que sus antebrazos se sintieran realmente agotados.
Le quitó la capa, desplegó las sábanas y lo colocó con sumo esmero debajo de ellas. Abrió el armario y sacó un par de mantas, que acomodó sobre el joven, y un gorro que le puso en la cabeza para que le cubriera las orejas y pudiera entrar en calor con más facilidad porque estaba realmente helado. Tomó las manos del desconocido y las sostuvo entre las suyas, que estaban calientes, mientras las acercaba a su boca y expulsaba el cálido vaho que iba temperando cada vez más el cuerpo del contrario.
Se detuvo a mirarlo. Poseía unas facciones suaves, aunque una nariz prominente y marcada que de cierta manera lo hacía ver más angélico. Tenía los ojos cerrados, sin embargo, cuando los vio anteriormente quedó admirado, eran plateados, pero eso, extrañamente, no es lo que más le impactó, sino la mirada que le dirigió, llena de mil y un sentimientos. Era como observar una mezcla de nostalgia, alivio y agradecimiento entrelazándose y mezclándose hasta unirse y crear aquellos impactantes luceros que fulguraban como la mismísima galaxia.
Escrutó pequeños detalles en su rostro como el pequeño lunar pintado bajo los labios, que ya empezaban a adquirir de nuevo su color natural. Subió la mirada hacia su cabello, argentado, con destellos róseos y cobrizos, y que relucía al igual que sus ojos, al igual que todo él.
Es precioso.
Se regañó a sí mismo por sus adentros, no debía pensar así de un desconocido. Las apariencias engañan y no podía fiarse de nadie.
Cuando despertara le ofrecería un baño caliente y una buena comida, y quizá después preguntaría.
☆彡 ╰Del italiano╮ addio ⇒adiós ☆彡
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