carpe diem 🀥vkook

goodnight n go❁ཻུ۪۪

—Jeon Jung Kook, como estrella de la Vía Láctea es condenado a fugaz. Queda permanentemente inhabilitado de su progenie astral y su sentencia, como ya sabrá, será morir en la Tierra como humano. Le recordamos que debe cumplir mínimamente tres deseos de personas que le estén viendo al descender, y, por último y por ende lo más importante —dijo el juez, para carraspear levemente y continuar sin siquiera temblequear vocalmente—, le queda terminalmente prohibido sentir siquiera un leve ápice de amor hacia alguien, y usted ya sabe de que tipo de afecto le hablo.

Jeon se mantenía firme, solo escuchaba, veía muy injusto su castigo. ¿Por qué? Él no había sido el asesino, ¡si no se atrevía ni a atrapar meteoritos por pura diversión como todos y todas hacían! Jungkook siempre lo repetiría: no era el culpable. Pero nadie parecía creerle a excepción de su madre que tenía fe en él hasta con los ojos vendados.

—¿Le queda clara su punición? —dijo el juez, tomando la palabra de nuevo.

—Soy inocente.

—Tienes agallas ¿eh, chico? —El hombre lo miraba desafiante, retándolo así a decir algo fuera de lugar que desfavoreciese su ya deplorable situación.

Tremendo cabrón.

—Tan sólo he dicho la verdad.

—Shh, ni siquiera tiene coartada para demostrarlo, además el testigo dice lo contrario. Así que mejor haga silencio, por su bien.

Jeon, totalmente tenso apretó con furia sus manos, las cuales ahora formaban dos puños y amenazaban en arremeterse contra la amorfa cara de aquel juez de pacotilla, pero se mordió el labio inferior con fuerza y reprimió sus impulsos violentos que afloraban descontroladamente por primera vez.

—Dentro de 24 horas, cuando la luna haya dado la vuelta entera alrededor de la Tierra y esté en cuarto creciente caerás —sentenció—. Ahora, diríjanlo hacia las celdas estelares del distrito Pluto.

Dos guardias lo sujetaron pero éste fue más raudo y zafándose fue corriendo hacia su progenitora.

—¡Mamá, te quiero! —dijo mientras se deshacía en un llanto desconsolado y la estrechaba entre sus brazos—. No decaigamos ¿de acuerdo? Estaré bien y tú también.

La pobre mujer no tenía palabras, sólo podía asentir repetida y efusivamente mientras le devolvía el abrazo con todas sus fuerzas a su hijo, abrumada por la desdichada situación.

Rápidamente los guardias lo separaron y llevaron hasta lo que sería su alojamiento hasta el momento de su partida. Lo empujaron a una de las celdas una vez llegados a su destino y fue obligado a despojarse de su vestimenta para cambiarla por un gran camisón negro que representaba su pecado y cubría su cuerpo hasta las rodillas.

No había ni siquiera una triste manta para abastecerse del frío, así que se agazapó en una esquina abrazando sus rodillas, sintiendo el gélido ambiente que envolvía el lugar y se colaba hasta las entrañas de su cuerpo.

Lloró, quería ser fuerte, pero fue inevitable. Pensar en cómo sería su vida allí abajo le aterraba y provocaba un inmenso pavor.

Las leyendas contaban que la Tierra era un lugar destruido por el humano: un ser cruel, despreciable y despiadado que vivía allí y se había apoderado del planeta. Así que sí, era normal que estuviera tiritando más por el terror que le sucumbía hasta la médula que por el frío que sentía.

Intentó tranquilizarse acariciando el argentado cabello que poseía y que brillaba de una manera tan especial como la mismísima galaxia. Al final el sueño lo atrapó, como los temidos agujeros negros lo hacían con cualquier cosa que se entrometiera en su camino.

Gracias por leer
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Adiosis^^