Capítulo 4 • Otōsan

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-¿Papá? -La joven Sarada se despertaba al despuntar el sol como era su costumbre, pero al comenzar a despertarse había notado que no estaba sola. El peso del brazo de su padre le rodeaba su cintura.

Había regresado. Su padre había cumplido su promesa y había vuelto a ella. Muchas emociones la embargaron. Su mirada humedecida y una pequeña sonrisa le dieron la bienvenida a Sasuke que acababa de despertar.

-Hola... -Dijo el mayor con simpleza. Una ligera sonrisa acompañó la cálida mirada que le dedicaba. De haber conocido esta sensación quizás hubiera hecho un esfuerzo mayor por convivir con Sakura en el pasado. Ser padre no podía ser tan malo.

Sarada se giró levemente en el abrazo que le daba su padre para enfrentarlo. Con algo de nerviosismo se animó a devolverle el abrazo. Menos mal que lo tenía bastante cerca, porque era capaz de verlo en detalle, incluso sin sus gafas.

-Volviste... -Le dedicó una gran sonrisa y se acercó a su cuerpo, apegándolo con fuerza al suyo, incapaz de creer que su suerte hubiera cambiado. Enterró su cabeza debajo de su cuello y en su pecho se refugió un poco, y sin darse cuenta de cuándo, las lágrimas abandonaban sus ojos en un llanto quedito.

-Estoy aquí... -Apoyó su mano en su cabeza para que permaneciera en su pecho. Y luego comenzó a acariciarle los negros cabellos.- Estoy contigo, Sarada...

-¡Papá! -Se abrazó mucho más fuerte a él. No quería dejarlo ir.

Al cabo de un rato decidieron levantarse a desayunar. No había rastro de Karin, ni su presencia ni sus pertenencias estaban en la casa que alquilaban. Sasuke se alivió de no encontrarla al igual que su hija. Sarada le preparó unos cuantos platillos entre arroz, pescado y sopa de brotes de soja. La mayoría estaba a medio preparar así que no le representó gran trabajo y Sasuke intentó ayudarla en lo que pudo. A cada momento le preguntaba dónde estaba tal o cual enser para poder alistar la mesa.

-¿Hoy tienes misión? -Le preguntó luego de acabar con su plato de arroz.

-No, pensaba entrenar un rato más tarde.

-¿Puedo acompañarte? -Él había vuelto a Konoha con una nueva resolución. Aún no resolvía del todo como decirle la verdad, pero una cosa era clara. Quería recuperar su tiempo con Sarada y se involucraría más en su vida. Sería su padre. Y extrañamente se sintió feliz por eso y por la oportunidad que Sarada le daba.

-¡Claro! -Dijo efusiva con una sonrisa que se reflejaba en sus bellos ojos brunos. Pero luego se acomodó sus lentes de pasta y se enderezó aún más en su lugar.- Claro, puedes venir. -Dijo más seria intentando camuflar la alegría que la embargaba.

-¿Boruto está en tu equipo?

-¿Eh?...¿Boruto? -Se sorprendió del cambio de tema. No esperaba que su padre conociera siquiera su existencia.- Ehm... Sí, junto con Mitsuki y Konohamaru-sensei somos el Equipo Siete.

-¿Siete? -Levantó su mirada y abandonó sus palillos momentáneamente en la mesa.

-Ah... sí... Se lo pedí al Séptimo y él accedió. -Por supuesto accedería, pensó Sasuke.

-Hmp... -Musitó volviendo a comer. Recordó los agradables momentos junto al Equipo Siete. Equipo que se disolvió por su causa. Pero de los pocos buenos recuerdos que tenía de su niñez muchos estaban anclados en su tiempo de Genin cuando de la forma más contradictoria consiguió entablar una amistad con Naruto.

-¿Qué querías saber de Boruto? -Su hija lo devolvió a la realidad.

-Ah... Lo conocí anoche, y quiere que lo entrene.

-Ahhh... -Suspiró y apoyó su mentón en su mano apoyada en la mesa.- Seguro sigue con su plan de asesinar al Séptimo. -Soltó resignada.

-¿Eh? -Eso no se lo esperaba y casi se ahoga con un trozo de pescado.

In the name of love [Naruto y Sasuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora