Extra #5 ∙ Continuar

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Habían transcurrido poco más de diecisiete años de que tomó la responsabilidad de Liderar su amada aldea. Aún parecía ayer cuando el cúmulo de nervios se asentaba en su estómago al ingresar a la que fuera su oficina por primera vez.

A lo largo de su vida, innumerable cantidad de veces había estado ahí. Recordaba la decoración minimalista que prefería el Sandaime Hokage quien sólo atinaba a revolverle los cabellos cuando lo terminaba de castigar por sus travesuras. Luego llegó Tsunade, la Godaime Hokage para ayudar a convertirlo en un hombre de principios y de palabra. La fidelidad y el apoyo incondicional fue lo que marcaron esa temporada. El Rokudaime Hokage fue su gran maestro que se esforzó en proteger la paz que tanto les había costado conseguir.

Hacía diecisiete años había ingresado en su oficina por primera vez cargado de sus más grandes sueños e ilusiones. Enormes aspiraciones que lo exigieron tanto física como mentalmente. Pero para su gran sorpresa se pudo adaptar a los requerimientos del cargo poniendo toda su buena voluntad y predisposición para conseguir el mayor crecimiento de su gente, de su aldea y del País al que se debían. Incluso fue más lejos, ayudando a forjar fuertes lazos con el resto del mundo.

Nadie es una isla, ni siquiera las islas. Se decía cada vez que las cosas se le ponían peliagudas. Lo que aquella tonta frase implicaba es que nadie está solo, o al menos nadie debería estar solo. Pues somos la mejor versión de nosotros mismos cuando tenemos en quien apoyarnos. Era un principio que guiaba su vida y desde luego guiaba su gestión como mandatario. Siempre tenía en cuenta eso.

Si él fue capaz de llegar tan lejos fue porque tenía un montón de amigos acompañándolo. Y estaba inmensamente agradecido por eso. Shikamaru y Kurama los primeros, los más obvios. Sasuke el más sacrificado y entregado.

Sasuke había perdido años con su hija, poniendo a disposición de la aldea todos sus recursos en pos del bienestar de Konoha y el mundo. Tampoco olvidaba eso.

Además sus pares en el resto de aldeas también le habían facilitado el camino. No tenía la menor duda de que cada Líder velaba por los intereses de su propia aldea y eso estaba más que bien pero siempre sin olvidar la comunidad que formaban con el resto del mundo. Siempre mostrándose con la mejor predisposición, habían sacado, en opinión de Naruto, el mayor provecho de sus relaciones. Beneficiándose todos.

Nostálgico como estaba, se llenaba una última vez del típico olor de las pilas de papeles que lo rodeaban, de los pergaminos apilados a sus costados, del metálico lustroso de sus archivadores, de la brisa que entraba por su ventana.

Puso un poco de orden en su escritorio descartando al fin los últimos votes vacíos de ramen instantáneo que comía a 'escondidas' de su esposo. Un secreto a voces por el que Sasuke no le reclamaba.

Observó su sombrero mientras jugueteaba con él en sus manos. El kanji de Fuego le recordaba que su Voluntad de fuego permanecería intacta, ardiendo vigorosa sin importar donde estuvieran destinados sus esfuerzos a partir de ahora.

Diecisiete años y aún no se hacía a la idea. Aunque se sentía satisfecho de lo que había logrado, lo atacó la tristeza de un sueño finalizado.

Sabía que por delante le esperaba un nuevo camino igual de fructífero pero sin lugar a dudas diferente. Y se sentía motivado por ver lo que podrían conseguir juntos. No quisiera que Sasuke lo malinterpreta al respecto pero eran sus últimos minutos en el puesto que soñó toda la vida. Su sueño clamado a los cuatro vientos a todo pulmón estaba llegando a su fin.

Ahora debía enfocarse en sus nuevas metas, en sus nuevas estrategias para enfrentar el futuro. Sabía que tendría mucho porque disfrutar de cada día. Recorriendo las naciones y aldeas no sólo junto a Sasuke sino también con sus dos hijos más pequeños. Algo que habían decidido juntos y a lo que él accedió por voluntad propia.

In the name of love [Naruto y Sasuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora