Pᴇʀᴅóɴ | Sᴀɴᴅᴄᴀsᴛʟᴇs

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"Tᴇ ʜɪᴄᴇ ʟʟᴏʀᴀʀ, ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ᴍᴇ ᴍᴀʀᴄʜé"











Tsunade aguardaba fuera de la casa tranquila con Sarada entre sus brazos. Al llegar al umbral de la puerta escuchó a su primo Sasori reír abiertamente con Mebuki en la cocina, tímidamente Sakura ingresó a la habitación interesada por el entusiasmo de ambos.

—Sakura—saludó su primo elevando sus mejillas—se ve que dormiste muy bien.

—¿Eh? ¿Sí?— murmuró ella palpando su rostro—la verdad es que si dormí muy bien.

La mujer dirigió sus ojos jades a la pequeña canasta que ambos conservaban sobre la mesa perfectamente arreglada. Su primo sonrió colocando unos cubiertos y con un ademán le indicó que también llevarían unos cuantos ramos de flores que reposaban sobre la mesa pequeña.

—Tía Tsunade dijo que hoy llevaríamos estos presentes a nuestros aldeanos que son eternos—manifestó, antes de continuar miró con el rabillo del ojo a Mebuki, su tía asintió afablemente—probablemente tía Tsunade no te lo dirá, a pesar que salvó a muchos de los aldeanos ella sola no puede con todos, me dijo una vez que un médico debe afrontar estas situaciones. De todas formas ella siempre va a dejar flores a sus antiguos pacientes y a quienes nunca lo fueron.

Sakura se aproximó a unos de los ramos y acarició con las yemas de sus dedos los pétalos delicados de algunas rosas, la comprendía perfectamente, la pelirrosa no llegó ejercer por muchos años su profesión y durante esos años tuvo que luchar por la vida de sus pacientes, solo una vez fue imposible lograr su objetivo, al igual que la familia de ese hombre ella lloró la perdida. Antes de que Sasori diera por finalizada la conversación ella volteó su rostro e inclinó su cabeza.

—¿Los que nunca fueron?

Mebuki cerró la canasta con suavidad. Sus labios bajaron y se tensaron unos segundos.

—Sakura fuiste muy afortunada—habló con voz debilitada —lamentablemente algunos jóvenes quisieron buscar oportunidades en la ciudad y no pudieron hacerlo. No pudieron...

Fue suficiente para que Sakura acertara que su madre y Sasori lamentaban al igual que todos los habitantes las perdidas. Sin alguna palabra de por medio sus pasos resonaron en esa habitación rumbo a las rocas que preservaban las memorias bajó los primeros rayos de sol.

En aquel terreno coexistía una pacífica elipsis, los murmullos de los aldeanos se enfocaban en las narraciones del pasado protagonizado por las personas que dejaron huellas, Tsunade recorría el extenso terreno dejando rosas a los pies de los nombres grabados. Su madre sujetaba a Sarada y conversaba entre murmullos con unos vecinos. Distinguió a Sasori arrodillado frente a una de las gigantescas rocas observando tristemente el nombre grabado de un amigo de la infancia.

Sakura Uchiha comenzó a transitar con pasos cortos, rosas y flores adornaban los nombres de quienes se fueron, fotos enmarcadas resplandecían apoyadas con sus sonrisas grabadas en la eternidad de los recuerdos de sus seres queridos. Repentinamente reconoció a las personas que formaron parte de su niñez, a su padre entre ellos, a sus tíos postizos y algunos niños con quienes compartió juegos.

Entonces quiso sollozar, por los que conoció y por aquellos que no llegó a conocer. Rememoró el feliz momento cuando juró que protegería la vida de las personas, ella velaría por ellos y con una sonrisa se prometió a si misma que nunca perdería de vista su misión en la vida. Sin embargo, eso no fue así, Sakura no permitió que fuera de esa forma y por eso su garganta comenzó a arder por contener un jadeo doloroso.

Se apresuró a llegar hasta su madre, Tsunade estaba al lado de Mebuki, ambas junto a Sasori la notaron turbada, Sakura avanzaba como si el viento tuviera el poder de revolcarla sobre el pasto. En cuanto la pelirrosa quedó frente a su familia sus ojos se cristalizaron, la desoladora culpa le fue difícil de sobrellevar, sus labios temblaron y sus cejas se curvaron.

Tsunade conocía perfectamente ese abrumador estremecimiento, lentamente se avecinó hacia ella y posó su mano sobre el hombro de Sakura, en ese instante apreció el temblor que su sobrina estaba experimentando.

—Créeme que te entiendo—las primera gotas saladas mojaban las mejillas de Sakura, miró a su primo, a su madre y a su amada hija, realzó sutilmente su cabeza y se topó con la sonrisa serena de su tía—y no estás sola, no lo estas.

—Tía...yo...lo siento...—balbuceó.

—Perdónate, Sakura—sorpresivamente los brazos de su madre la rodearon y la tranquilizadora sonrisa de Sasori mientras sujetaba a Sarada le trasmitió la paz de que todo saldría bien—perdónate.

Tsunade reparó a los presentes mirando con preocupación a una devastada Sakura, con un simple asentimiento les indició que todo estaba bien, Sakura estaba recuperando su camino y pidiéndose perdón por haberse descentrado de ella misma.

Durante la noche templada en la aldea Sakura acarició la mejilla de Sarada, su hija de ahora cinco meses se removió emitiendo un agotador sonido. Recordó a Sasuke y a ella velar sus primero minutos de ensueño rodeando la cuna mientras murmuraban entre sonrisas los eventos interesantes de sus días. Era un perfecto castillo de arena que ambos construyeron con dedicación, le resultó extraño ese momento de claridad luego de haberse perdonado, antes de marcharse Tsunade le comentó que al perdonarse ella poseía el poder de perdonar.

El castillo de arena de muchos se derrumbó, pero intentaron volver a construirlo más fuerte que antes, el suyo también fue derrumbado por las olas furiosas, no obstante, ella las pisoteo y desistió regresar a reconstruirlas. Abandonó a Sasuke sobre los restos de arena mojada por las olas y las lágrimas derramadas.

«Platos hechos añicos sobre mi encimera, como consecuencia de nuestro último encuentro»

—Fotos arrancadas de los marcos—susurró sentándose sobre su cama, la luz de la lámpara iluminaba su celular. Ino hace días le había comentado que Sasuke no estaba para nada bien, a pesar de esa noticia ella no hizo lo posible para comunicarse con él, no se admitía ceder ya que durante esos días su alma lamentaba pensar en él—pero no puedo borrarte, Sasuke.

«Tu corazón está roto, porque me marché»

Encendió su celular, Tsunade tenía razón, antes al evocar el nombre de Sasuke la amargura la consumía y el desconcierto le provocaba lágrimas de furia. Sin embargo, al leer el nombre de su esposo en la pantalla de su celular descubrió que esa rabia se había desvanecido por completo, al igual que ella probablemente él estaba atravesando su propio infierno. Dio por hecho que ese día se perdonó y perdonó a Sasuke.

Vislumbró el icono de llamada y sin dudar lo apretó, no había vuelta atrás, Sakura estaba dispuesta a prosperar, resuelta a dejar de lado el caos para siempre y a pesar que en un momento intentó jurarse que no voltearía a verlo entendió que las promesas no funcionaban de esa forma. Tenían una maravillosa hija por quien velar y siempre seria así.

«Hay una maldición que se romperá»

ALL NIGHTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora