El funeral del pueblo

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(Microrrelato creado para el concurso «Desafío funeral» del perfil El_Circulo2019)

Todo el pueblo ha venido, hasta los niños. Se acercan de a uno a dar el pésame a mi madre y hablan de mí como si hubiésemos sido cercanos. Sin embargo, ninguno de ellos llegó a conocernos en verdad.

Se aproximan brevemente al ataúd abierto y enjugan lágrimas inexistentes. Algunos se atreven a tocar mis manos o me acarician el rostro y mencionan lo joven que era, aunque difícilmente tengan idea de qué edad tengo. Nadie se queda lo suficiente para percatarse de que no estoy muerto. No como ellos piensan.

Mi madre llora en silencio. Lamenta no poder darme una vida normal. Pero ambos sabemos bien que, en cuanto se hace evidente que no crezco o que ella no envejece, es el momento de empezar de nuevo en otro lugar, como lo hacemos desde hace siglos.

Estoica, se mantiene cerca de mi acolchado lecho mortuorio. Agradece las condolencias fingidas y esboza una leve mueca, casi una sonrisa. Cuando llega el momento, da tres golpes al costado del féretro.

Es hora. Abro mis ojos y retiro los algodones que taponan mis orificios nasales. Quito con cuidado las sedas que cubren mi cuerpo y me siento en el cajón. Los asistentes se espantan y comienzan a gritar. Algunos se persignan y otros corren despavoridos. Solo que las puertas están cerradas; nadie saldrá con vida de este funeral.

Por la mañana abandonamos el pueblo, ahora desierto. Todos están muertos y nosotros, más vivos que nunca.

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