Capítulo 22

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En la generalidad de nuestra conducta, los hombres no solemos ser sensibles y casi siempre minimizamos todos los aspectos emocionales esperando que con el paso de las horas o los días se solucionen y serán solo un recuerdo que pronto se borrará de nuestra memoria. Pero este momento jamás podré pasarlo de largo. Nunca había visto llorar tanto a una mujer. Francisca sollozaba sin decirme nada y sin explicarme que pensaba acerca del correo de Cristina. En ese momento, cuando la vi así, me di cuenta de muchas cosas, sobre todo cuanto me importaba y lo mal que me estaba sintiendo por haber provocado esta situación. Yo intentaba abrazarla, besarla, decirle que se calmara y nada daba resultado, se zafó de mis brazos y se encerró en el baño. Tocaba y tocaba su puerta, no respondía, solo escuchaba sus gemidos y de vez en cuando el agua correr. Pasaron dos horas que esperé sentado sin saber qué hacer, sin saber que decirme definitivamente, porque a pesar de que me había dado cuenta de lo mucho que la quería, mi cabeza estaba nuevamente pensando en Cristina. Ella abrió la puerta lentamente, me miró, fue al refrigerador, sacó dos cervezas, una me la entregó a mí y la otra se la tomó de un solo trago mientras me miraba fijo. Yo quería decir muchas cosas, pero las palabras estaban apresadas y trabadas en mi garganta y no podía encontrar la fórmula de hacerlas sonar. Sin embargo, hasta en ese momento tan ávida como siempre, me dijo:

— ¿Qué quieres hacer tú? – Tenía un rostro manchado por su maquillaje, pero impasible en la espera de mi respuesta.

— Siento que a pesar de todo lo que está pasando debo hablar con ella. – Fran se levantó tomó su iPad, lo encendió y me lo entregó.

— Entonces respóndele su correo y reúnanse. No sé qué estas esperando y no entiendo para que me lo dijiste.

— Francisca no están sencillo, quiero hacer las cosas bien, quiero que sepas que... - No me dejó terminar y su rabia la hizo perder el control.

— ¿Saber qué? Qué volverás, que todavía la sigues amando y que todo lo que pasó entre nosotros se acabará, que la estúpida de la historia soy yo ¡Por Dios! Como fui tan ilusa en creer que serías diferente, si lo que empieza mal, termina mal, cómo en estos meses fui tan ingenua en creer que tú me amarías tanto como yo lo hago por ti, pero maldita sea, no será así. Todavía no entiendo qué haces aquí, por qué no te vas de inmediato, te debe estar esperando.

— Francisca no se trata de eso. – La situación me tenía completamente consternado, estaba tan confundido que no sabía que decir.

— ¿Entonces de qué se trata? Por qué no entiendo nada de esto. Sabes ándate, toma tus cosas, no quiero verte ningún momento más aquí. Se levantó y me comenzó a gritar de tal forma que creí que lo mejor era irme y volver cuando todo estuviera tranquilo. Al salir de su edificio, tomé mi celular, busqué su correo y le respondí:

De: Martín Heredia ()

Para: Cristina de la Fuente ()

23 de oct (hace 0 minutos)

Cristina:

Estoy de acuerdo en reunirme contigo. Mañana a las 18 el café San Isidro.

Nos vemos

Martín

La única forma de poder aclarar las ideas era escuchándola y saber que era lo que me tenía que decir. Nunca me había sentido confundido sentimentalmente, siempre tuve a Cristina y cuando desapareció, estuvo Francisca, de alguna forma, nunca hubo espacio para que las dos convivieran al mismo tiempo como lo hacen ahora. Tengo miedo de equivocarme, de no saber qué responder y realmente anhelo que todo lo que estoy pensando sea solo una tontera y me quiera devolver el perro solamente, pero intuyo que hay algo más y será inevitable no hablar de nosotros. Debo tomar las riendas y si ella me dice que desea volver conmigo, creo que no podré resistirme, pero también si en ese momento, me hace la misma pregunta y decido lo contrario, hoy dejaré escrita una carta con todas las razones porque no podemos estar juntos. Todos esos argumentos los tengo, el problema es que no me puedo decidir y lamentablemente ese es el gran problema que ya no puedo resolver. 

¿Será Muy Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora