Capítulo 6

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Si mi papá no me despierta, juro que sigo durmiendo. Me costó tanto quedarme dormido. No podía cerrar los ojos porque mi mente estaba plagada de pensamientos acerca de Cristina y las posibilidades que existían si es que no cometía ningún error. En mi interior, estaba muy seguro de que mi interés se estaba acrecentando cada vez que la veía y estábamos cerca. Esa mañana mi papá me despertó para avisarme que afuera me buscaban. Mi padre no recordaba su nombre, pero ambos sabíamos quién era la persona que estaba ahí esperándome. Por esta razón, me vestí con la primera ropa decente que encontré, me mojé la cara, me lavé los dientes y aunque no me había bañado, me coloqué un poco de perfume para evitar cualquier aroma que se pudiera arrastrar desde la cama. Cuando me asomé a la entrada, mi mamá estaba muy amenamente conversando e incluso, se estaban tomando un café como si se conocieran de toda la vida:

— Menos mal que se levantó hijo, la niña lo está esperando hace ya bastante rato. – Esto solo provocó mi vergüenza interior.

— Hola Cristina, no te esperaba ¿Cómo estás? – Mientras me acercaba, me puse nervioso y boté un canasto de frutas que solo provocó las risas de Rodrigo que me miró burlescamente. Esperaba que no se le ocurriera bromear, porque eso de seguro que aumentaría aún más mi vergüenza espontánea.

— Muy bien, pero vengo para decirte un mensaje y una invitación ¿Estás disponible hoy? – No podía, el día sábado históricamente con mi papá íbamos de compras para abastecer el negocio, además, tenía que estudiar mucho para una prueba el lunes.

— Me complica, la verdad es que hoy vamos con... - Antes de que terminara la frase mi papá dijo:

— Hija, tiene todo el día disponible, Martín no te preocupes por lo de hoy, escucha lo que ella tiene que decir, yo puedo ir de compras con Rodrigo. – De inmediato la sonrisa burlesca que tenía, cambió por una de disgusto, mi padre me cerraba el ojo como apelando al código que teníamos que debía aprovechar ese momento.

— Bueno, si es así, no tendría problemas para hoy ¿Qué tienes pensado Cristina?

— Muchas cosas entretenidas, pero antes, debo comentarte que leí tu cuento.

— ¡Qué bien! ¿Te gustó? – Cuando alguien que había leído algo escrito por mí me quería comentar acerca de lo que le pareció, me interesaba mucho, más en esta oportunidad si venía de parte ella.

— Te lo diré en el camino si aceptas mi invitación.

— ¿Pero dónde vamos?

— Eso es sorpresa. – Mis padres y Rodrigo estaban expectante acerca de mi respuesta. Maldecía mucho que en ese momento no entrara nadie a comprar para interrumpir ese clima de tensión que se estaba dando.

— Bueno, acepto, pero me tienes que esperar que me dé una ducha rápida y nos vamos ¿Te parece?

— Me parece genial, así termino de tomarme el café con tu mamá y el pan que me preparó.

— Genial ¿Cuál es el mensaje?

— Como tú dijiste que le compartiera la historia a mi papá, quiere que cuando volvamos pases a la casa para conversar con él. Quiere darte sus comentarios en persona.

— ¡Interesante! - Eso sin duda era un buen augurio.

— Ya, pero apúrate, no quiero que se nos haga tarde. - Rápidamente fui a mi pieza, llamé a Rodrigo y lo obligué a que me planchara una camisa y un pantalón mientras me bañaba, me afeitaba y me preparaba para esta ocasión que desconocía completamente. Cuando estuve listo, me acerqué nuevamente a la entrada del almacén, se despidió de forma muy afable con mis padres y la dejaron invitada para almorzar algún domingo que era el día que cerrábamos para que compartiera con nosotros, sin duda, aceptó sin problemas. Cuando salimos, nos subimos al auto y partimos. En todo el camino no me quiso decir hacia dónde íbamos, ni por qué tampoco lo hacíamos, solo atinábamos a conversar de trivialidades y a cantar esa canción, que hasta el día de hoy sigue siendo nuestra canción. No recuerdo con exactitud cuántas veces escuchamos y cantamos Amar en el campo de Teleradio Donoso. Parecíamos locos cantando en el auto, pero nada nos interesaba, ambos vivíamos y disfrutábamos el momento de estar juntos. Después de una hora y media de viaje, llegamos a una parcela en los extremos de la ciudad. Al entrar, me dijo que era su casa. Al principio, pensé que lo decía de modo generalizado, pero era real. Cuando su madre se enteró de su enfermedad, como no le iba a poder pagar los estudios, le dejó una casa. Cristina la frecuentaba de vez en cuando y no sentía la necesidad de vivir ahí, puesto que no quería dejar solo a su padre y vivir definitivamente aquí, la hacía sentir sola, así que solo la visitaba algunos días por semana y la tenía encargada a unos vecinos para que se la vigilaran cuando no estuviese. En ese momento, nunca imaginé que con el paso del tiempo esa casa se convertiría en el lugar en que viviríamos y compartiríamos nuestras vidas. Que tuviese todos estos gestos conmigo, no hacían nada más que enamorarme todavía más. Me dijo que quería compartir su tiempo, darme las impresiones de lo que había escrito y además, la hacía sentir muy grata y en confianza. Dando un vuelco a la sorpresa y para hacer todo sencillo, me invitó a pasar al patio el cual era gigante y tenía preparado una mesa con una caja de piezas de sushi. Fue en ese momento que comenzó nuestra conversación que cambió nuestras vidas.

¿Será Muy Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora