Capítulo 3

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Pasaron algunos días desde mi encuentro con Cristina. Todas las mañanas me despertaba echando un vistazo por mi ventana en espera de encontrarme con la suya, para verla al despertar y que tal vez cruzáramos miradas de esa distancia, pero todo eso pasaba en mi imaginación enamorada. Muchas casas nos distanciaban y no alcanzaba ni a mirar el techo. Aunque siempre acostumbraba a levantarme al filo, me daba tiempo para iniciar el día imaginando y soñando en lo que podría ser, pero que no era. Además de esta tortura, sufría levantándome temprano, eso es un castigo divino, no se le puede hacer eso a un ser humano. Una hora prudente para levantarse es cerca de las 10:30, no a las 06:30 como acostumbraba para estudiar. Antes de salir de casa, tomaba la colación que mi mamá me había dejado preparada y revisaba que llevara los cuadernos correctos para las cátedras que tendría durante el día. Esa mañana amaneció nublado y se habían pronosticado lluvias, igual no le daba importancia, me gustaba estar bajo esta y no me molestaba andar con el pelo o los pies mojados. Siguiendo la rutina de siempre, caminé por la calle en que se encontraba la casa de Cristina con la esperanza de que estuviese abriendo la puerta justo cuando yo fuera pasando por al frente o sacando el auto y me dijera un ¿Te llevo? Habría sido una experiencia casi religiosa y también algo erótica si me decía que no fuera a clases y nos fuéramos a dormir cucharita para capear el frío. Todo esto que alucinaba es culpa de mi ansiedad que me hacía sentirla desesperado por verla nuevamente. Llegaba al paradero y esas ansiedades se incrementaban cuando no la encontraba ahí. Llegué atrasado muchos días porque dejaba pasar micros esperando que apareciera en cualquier momento, pero nunca pasó nada como lo quise. Elucubraba el por qué no aparecía, quería encontrármela nuevamente, de veras que lo deseaba con todo mi ser. Me empecé a dar cuenta que me gustaba mucho cuando pensaba todo el día sin tener mayores razones, cuando veía lugares para tomar café en los que podríamos bebernos uno y acompañarlo con un trozo de torta, cuando tontamente miras al lado de tu cama y por un segundo disfrutas con el goce de pensar de que podría estar al lado tuyo acariciando tu cuerpo o cuando intentas mantener tu celular con el 100% de la carga para que cuando te llame tengas todo el tiempo del mundo para hablar. Al volver a casa de la universidad, el clima no estaba mejor, la lluvia se había tomado la ciudad, el cielo se había vuelto de color oscuro y como siempre... todo estaba inundado. No obstante, me encantan estos días, me llenan de inspiración y mi mamá preparaba cosas exquisitas cuando los días estaban así, además, que ahora tenía razones para seguir escribiendo. El amor nutre mis pensamientos y las palabras se me dan de manera mucho más fácil. No ver a Cristina esa mañana en el paradero ni ningún día me impacientaba. Patéticamente y como una excusa sentía que se me estaba olvidando de su olor, su voz y su cara. Si la montaña no venía a Mahoma, Mahoma tendría que ir a la montaña. No me quedaba otra que darle una visita y decirle lo primero que se me ocurriese. Antes de ir, me bañé, me perfumé y llevaba la mejor ropa puesta que tenía, tomé el paraguas y la lluvia me ayudaba calmándose, tal vez esta quería que tuviera un camino expedito y sin complicaciones para ir en su búsqueda. Caminé hacia su casa, todavía no inventaba una excusa para sustentar mi visita, cuando iba llegando me tocaron la bocina, era una camioneta gigante y quien estaba dentro era Vicente de la Fuente:

— Hola chico ¿Andas mojándote o qué? – Me dijo él.

— Algo así - Respondí con tono de risa.

— ¿Vienes a ver a Cristina? – Me seguía preguntando desde el auto.

— Sí. Vengo a verla.

— Todavía no llega, de hecho voy a buscarla a casa de una amiga. Pero anda, súbete y acompáñame. – Vicente hablaba con toda normalidad, como si yo fuese un amigo de toda la vida.

— Está bien – Por una parte estaba inducido por las ganas de verla nuevamente, pero me estaba arrepintiendo de haber ido con su padre, no es que pensara cosas malas, solo que en el supuesto, era mi suegro y a nadie le gusta pasar mucho tiempo con él en las primeras instancias de «Nuestra relación». Guardé mi paraguas, lo dejé colgando en su reja y me subí. Su padre se notaba un buen tipo, aunque intimidaba su presencia. Él tiene buen porte, de cuerpo atleta, mirada seria y aunque todos lo bromeamos, tiene un cierto parecido al actor Eric Bana.

¿Será Muy Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora