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May dejó el cuaderno en el cajón y se tiró en la cama. Abrazó el almohadón y se quedó mirando el techo.
Corrió el pelo, castaño como el de su padre y continuó observando la nada, aburrida y con la mente en blanco.
Se asomó a la ventana y vio Auradon, la puerta y, al fondo la Isla de los Perdidos, tras el inmenso puente blanco.
Se sentó en la ventana y tomó el cuaderno y un lápiz, intentó retratar la imagen de la isla, se frustró al instante y arrancó la hoja, la hizo un bollo y la dejó en la papelera.
Se volvió a hundir en la cama. Su hermana, Blue, abrió la puerta y le dijo que en una hora debía estar lista. May asintió y se dirigió al vestidor.
Miles de vestidos, todos hechos, por supuesto, por su tía y madrina Evie, tomó uno color coral y se lo puso.
Se dirigió al tocador, a diferencia de sus hermanas, May siempre quería hacer todo sola cuando se tenía que arreglar, solo aceptaba, en algunas ocasiones, ayuda de su madre.
Se sentó en el tocador y se puso el maquillaje, luego arregló su cabello.
Decidió que lo haría simple, el cabello suelto y al natural y su tiara, sobre este.
Terminó y se sentó, de nuevo en la cama. Miró el reloj en la pared y bajó las escaleras.
No había nadie abajo, a excepción de los guardias y los mayordomos.
May tomó asiento en uno de los cómodos sillones de la entrada, a la espera de la visita.
Owen llegó, el chico se sentó frente a ella y la miró fijamente.  A May esto le incomodaba y se asomó a la ventana dejando a su hermano sentado solo.
Vio llegar una carroza, era azul y redonda. Corrió hacia la puerta principal y salió.
Miles de periodistas estaban encima de la carroza de donde primero salió Dustin, el hijo mayor de Evie y Doug. Este sostuvo la puerta hasta que Emma, su hermana, saliera luego salió Doug y por último Evie, con Sophie, la bebé de seis meses.
May saludó cordialmente e invitó a todos a entrar cerraron la puerta detrás de Dustin y comenzaron a charlar.
Mal bajó con Blue y Leya detrás. Las niñas de siete y tres años corrieron a saludar. Mal abrazó fuertemente a Evie y subieron las escaleras en compañia de Doug hacia el despacho de Ben.
May y Emma se quedaron en el cuarto de May. Esta se volvió a sentar en la cama mirando a Emma fijamente.
-Y… ¿Como es el instituto de Auradon? Preguntó ella.
May le contó todo acerca de la escuela secundaria, a la que Emma comenzaría a asistir al siguiente año.
Desde que Mal y Ben habían decidido romper la barrera, muchos niños de la isla vivían en Auradon y asistían al instituto durante la semana, sus padres preferían permanecer en la isla, en la que se llevaban a cabo grandes refacciones.
Los reyes habían ordenado que se pusiera la isla en mejores condiciones, pero sin perder su esencia. Se llevaba comida todos los dias, frutos, tartas y un montón de otras cosas, además Evie's 4 hearts ahora tenía un pequeño lugar dentro de la isla, donde se vendía ropa más a gusto de los que alguna vez habían sido villanos, y no habían perdido todas sus costumbres.
Emma acomodó sus grandes anteojos de marco rosa y se quitó los rizos azules de la cara.
Era un calco exacto de su madre, con la diferencia de que usaba anteojos como su padre.
Por su parte,  a May nunca la habían comparado con ninguno de sus padres, tenía la perfecta combinación de genes como para ser distinta a los dos.
Emma apoyó una mano en el vidrio de la ventana y miró a lo lejos. Miró a May y le dijo
-… ¿podemos ir a la isla un día… solas?
-Claro… solo tienen que dejarnos. No creo que mi mamá tenga problemas.
Emma sonrió y continuó mirando el islote, libre de la gran nube gris y con un puente conectado a Auradon.
Se abrió la puerta de pronto y una chica, de piel clara y cabello celeste y enmarañado entró.
-¿Helen? ¿Que haces acá?- May miró a la hija de Uma, extrañada por su repentina aparición.
-Oh... Bonjour men amies- dijo con sarcasmo.
Emma sonrió. May la miró pidiendo una explicación.
-Bueeno- La princesa de la Isla corrió un mechón de cabello de sus ojos- Solo... mi madre también estaba invitada, ¿okey?
May la observó.
-Bueno, no vamos a pelear, hicimos este tipo de cosas miles de veces. No importa.-Emma se interpuso en lo que podía terminar bastante mal.
Se volvió a sentar en la cama y volvió a fijar la vista en la isla. Helen se sentó junto a ella.
-Es linda ¿no?- Sonrió mirando el castillo que se alzaba en el muelle, color arena, como emulando una playa.
Miró su collar de caracoles. Su madre siempre le daba uno cada cumpleaños. La chica ya coleccionaba catorce.
Se acomodó la tiara en la cabeza y ordenó un poco su cabello.
Emma la miró y luego fijó la vista en su colgante. No era tan rústico y moderno como el de su amiga pero era igual de importante para ella. Al abrirse, la manzana mostraba una foto de ella con su familia. Lo estrujo con la mano.
May estaba sentada en el tocador. Se miró al espejo y ordenó su cabello de nuevo.
Escucharon que alguien tocaba la puerta. May abrió y era su madre para pedirles que bajen a almorzar.
Las tres asintieron y siguieron a la Reina por las escaleras. La cantidad de personas que había en la mesa era impresionante. Audrey, Chad, Jane, Carlos, Jay, Loonie, Uma, Harry, Gil, Dizzy,, Cilia y sus hijos.
-¡Emma!- Gritó Anny, la hija de Dizzy, de seis años.
La nieta de la Reina Malvada la abrazó y la pequeña tiró de los bucles azules de su prima.
Emma la corrió y Anny hizo un puchero.
-¿No puedo peinarte?- Emma asintió vencida ante la mirada de perro mojado de la menor.
Cuando todos se sentaron el almuerzo comenzó. Todo transcurría entre chistes y risas y la formalidad que se supone que la gente de la realeza debía tener no estaba ni sombreada.

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Un felices por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora