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A la mañana siguiente May tomó su mochila de cuero y guardó varias cosas tratando de no hacer ruido. Emma dormía en el sofá del cuarto desplomada y Helen en la ventana.
Tomó algo de ropa, comida y su celular. Miró el cajón en el escritorio y la llave colgada en su pecho. May guardaba muchas cosas iimportantes en ese cajón, su diario, sus dibujos y el libro de hechizos, entre otras cosas.
Lo abrió. Primero sacó sus dibujos y luego su diario. Miró la gruesa cubierta de cuero del libro y se acercó. Lo miró y lo tomó.
Abajo había un cuaderno verde con un corazón morado, también de cuero.
Lo tomó y lo abrió. Era el diario antiguo de mal, desde sus catorce años hasta los diecinueve.
El diario contaba todo, mucho tiempo en la isla y los primeros años en Auradon, contaba toda la historia más reciente, pero desde la perspectiva de Mal. May lo guardó junto con las otras cosas y se decidió a despertar a sus amigas.
Se paró frente a Emma y la zamarreo suavemente. La hija de Evie y Doug se despertó de pronto y gritó desesperada.
-¿Que? ¡Mamá es tarde!
May la miró riendo y Emma le pegó con la almohada, con las mejillas enrojecidas. Helen río desde la ventana.
-¿Listas?- Preguntó la hija de Uma.
May levantó la mochila. Helen sonrió. Emma también.
-Pero... miren lo que encontré-May sacó el diario de su madre.
-Es como un libro de Historia, pero narrado por una persona.
-También hay hechizos- Dijo May.
-Juntas nuestro poder es más fuerte.- Leyó May.
May y Helen se miraron. Podían lograr muchas cosas si solo se juntaban. Sonrieron.
•~•~•
-Ma, nos vamos- May saludó a su madre y a sus hermanos.
Mal miró a su hija y a sus amigas. Sonreían emocionadas de salir solas, lejos de casa, bueno, May y Emma.
Las chicas salieron por la puerta trasera del palacio. No tenían ganas de cruzarse con todos los periodistas otra vez.
Caminaron un poco en silencio hasta que llegaron al lago encantado. Emma se acercó al lago y llenó una botella con agua, luego de mirar su reflejo.
-¿Para que agarras?
-Por si acaso...- Emma se recogió el cabello y guardó la botella en su bolso.
Helen seguía caminando lentamente.
-¡Miren! ¡El puente!-Emma señaló la estructura de piedra que se alzaba frente a ellas.
Helen asintió sin emoción. Para ella cruzar el puente era algo cotidiano.
Caminaron en silencio. Al llegar a la entrada a la isla Helen dijo.
-Bienvenidas a mi humilde reino.
La isla estaba muy distinta a lo que era antes de que Mal y Ben rompieran la barrera. Las casas ya no corrían constante peligro de derrumbe, el sol brillaba y la comida era eso, comida. May y Emma miraban contentas de su excursión. A Helen le daba igual. Siempre andaba sola por la isla.
Las chicas corrían y trepaban a todos lados. Helen dirigía el camino.
Se sentaron en el techo de un local y miraron el atardecer.
Emma recostó su cabeza sobre Helen y tomó a May por los hombros.
-¿Cuanta gente aquí crees que haya cambiado?- Preguntó Emma de pronto.
-No lo sé ¿Por qué preguntas?- May miró a su prima.
Helen observó el castillo. Recordó a su abuela, Úrsula, furiosa con su madre por haber confiado en Mal, quién para ella seguía siendo una traidora, aunque hubiera destruido la barrera.
Era cierto, mucha gente no había cambiado, sabía que había gente, como su padre, por ejemplo, que había abandonado a sus hijos.
Uma reinaba sola, no quería volver a enamorarse, no después de lo ocurrido con el padre de Helen.
La adolescente creía que quizá su mamá debía darle una oportunidad a alguien, habían pasado más de catorce años desde que todo eso había ocurrido, pero Helen no debía controlar la vida de su madre, así que le restó importancia.
-No, mucha gente no cambió. Esto no termina aún...- Dijo Helen en un  susurro mientras miraba fijamente algo que le llamaba la atención.
Justo por detrás del palacio.

Un felices por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora