«5»

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«Capítulo cinco.»

Entré de una a la casa de Dani, sin golpear su puerta ni esperar a que me abrieran, mi corazón iba tan acelerado que tuve que apoyar mis manos en mis piernas para recuperar el aire.

Estaba teniendo un ataque, se me movía todo y los ojos se me habían empezado a aguar, me apoye en la puerta y cerré los ojos intentando calmarme, pero era imposible, lo volvía a recordar una y otra vez, unos constantes pinchazos se clavaban en mis manos y de repente las piernas se me debilitaron, pero aun así no me tiré al piso por si me desmayaba.

— ¿Eu qué pasa?—Logré escuchar, no se como lo hice porque el pitido en mi oído impedía que escuchara cualquier tipo de ruido.—Iara no me austes.—Daniel me tenía de los hombros e intentaba hacer que reaccione.

Pero no podía, hace tiempo no me pasaba esto y lamentablemente había olvidado todos los pasos que había que seguir en estos casos.

— Iara, amor calmate.—Ni con sus palabras lo lograba, mi nuca sudaba y el frio que empezaba a sentir en mis manos y cara me decía lo que iba a pasar.

— Me voy a desmayar, me voy a desmayar.—Repetí como pude, avisándole a Daniel y dándole aunque sea una ayuda para que sepa que me tenía que sentar.

— No no no no, Iara mirame.—Pedía Dani, sus manos fueron a mi nuca e hizo que lo mirará a los ojos, aunque ya se me era imposible saber que era lo que quería, las piernas se me doblaban a causa de la debilidad en ese momento.

Los labios de Dani decían algo, pero no lo escuchaba, cada vez era más grande el pitido.

— Sal Da.. ni, dame s-sal...—Pedí con dificultad, él asintió con la cabeza extremadamente preocupado y antes de irse me sentó en el piso con la espalda pegada a la puerta cerrada.

Cerré los ojos y empecé a respirar para calmarme, sentía que esto nunca iba a terminar.

Los volví a abrir cuando una mano tocó mi brazo, Dani tenía sal gruesa en su mano, débilmente agarré dos granitos y los puse abajo de mi lengua, esperando a que se disuelvan y todo esto pase un poco.

Y solamente me quedaba esperar, ya no podía hacer otra cosa.

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— ¿Estas mejor?—Preguntó Dani cuando entró a su pieza, sonreí y asentí con la cabeza.

Él largó un suspiró de alivio y caminó a mi para tirarse conmigo en su cama.

— Me asuste mucho.—Habló después de acariciar mi mejilla, hice una mueca, me sentía tan culpable por molestarlo y encima haberlo hecho preocupar.

— Perdón.—Dije y suspire.—Hace mucho que no me pasaba algo así.

Negó rápido con la cabeza y sonrió.

— No me pidas perdón, sabes que siempre te voy a cuidar Iara.—Sonreí y asentí con la cabeza, se acercó a mi y pasó un brazo por mi cintura así lo abrazaba yo también, pero no lo hice y en vez de eso cerré los ojos.

Ya demasiado con que no me pueda olvidar el beso que nos habíamos dado, no quería que haga otra cosa linda conmigo.

— Eu Iaru...—Susurró, abrí los ojos y él hizo puchero.—Abrazame también.—Pidió, negué con la cabeza aunque este muriendo de nervios y por dentro quería abrazarlo.

Dejé de mirarlo a los ojos y me di vuelta, dándole la espalda así no caía en sus lindos juegos, cerré los ojos para descansar un poco pensando en él, queriendo saber que pasaba por su cabeza cuando me tenía en frente.

Si me miraba como yo lo hacía o solo como una amiga, que esa era la opción más probable.

Salí de mis pensamientos cuando su mano empezó a acariciarme el pelo suavemente, largue un suspiro y volví a cerrar los ojos ¿Qué podía hacer? Si todo lo que él hacía me parecía lo mas lindo del mundo.

— Me gusta como te queda mi remera.—Susurró atrás mio, nunca había escuchado su voz de dormido, pero definitivamente ese iba a ser mi nuevo sonido favorito.

— Gracias.—Respondí sin darme vuelta, volví a largar otro suspiro y cerré mis ojos.

— Eu Iara ¿Qué pasa?—Preguntó sin entender, y por un momento pensé en decirle todo lo que sentía por él, que me encantaba como era, su hermosa cara y sus ojos, pero no lo hice.

— Nada Dani.—Dije guardandome todas las palabras.

— Se que algo te pasa, decime.—Volvió a susurrar, no le contesté, él a no escucharme suspiro.—¿Ves? Ni siquiera me miras.

Hice una mueca y me giré en la cama para mirarlo,  tampoco quería que pensará que era una loca de mierda que no quería hablar con él.

— Siento las cosas raras entre nosotros dos, no quiero que sea así.—Habló cuando yo solo me dediqué a mirarlo.—¿Es por el beso?

Y de repente me puse nerviosa, ya no le podía negar algo así, obviamente se había dado cuenta.

— Capaz.—Vacilé sin decirle, sonrió y en un movimiento quedó prácticamente arriba mio, sus manos estaban al costado de mi cabeza apoyándose en la almohada, bajó su cara a la mía, con cada movimiento que hacía mi corazón latía mucho más rápido.

Su cercanía me encantaba aunque también me ponía nerviosa.

— Ya te dije, los chapes entre amigos no cambian las cosas.—Susurró antes de rozar nuestros labios.

— Ya se pero...—Me interrumpió negando con la cabeza.

— Solamente es un...—Sus palabras quedaron en la nada dejándome con la duda, frunci el ceño y hablé cuando pensé lo que iba a decir.

— ¿Trato?—Pregunté, asintió con la cabeza y bajó su mirada a mis labios poniéndome más nerviosa.

— Si, un trato.—Mojó sus labios y ahora era yo quién miraba los de él.

Asentí con la cabeza.

Hasta que él cortó la distancia entre nosotros, sus labios carnosos se movían arriba de los mios, ahora era mucho mejor, porque yo si se lo pude seguir bien, su lengua pasaba por mi boca y ahora sus manos estaban en mi cintura, recargando su cuerpo en el mío.

Como pude llevé mis manos a su nuca y él enseguida hizo que envuelva mis piernas en su cintura, no quería ser mal pensada, pero por lo que sentí su amiguito es bastante grande, y eso que no esta despierto todavía.

Nos separamos al escuchar el tiembre de su casa, pero al sentir que volvió a apoyar sus labios en los mios con la respiración agitada, sonreí y esquive sus besos recibiendo una queja.

— El timbre Dani.—Dije mirándolo, se quejó otra vez y se levantó de arriba mio con pesadez.

Tenía el pelo despeinado y los labios rojos. Antes de bajar a abrir me miró con una sonrisa antes de hablar.

— Somos amigos Iaru, no estamos cagando nada.

Entonces decidí creerle.

Pero ahí estaba mi error, creer que no cambiaría nada entre nosotros dos.


















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maratonazi de ruta? dea

Trato ; Daniel RibbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora