Crush [FINALIZADA]

38.

Anónima.

Caminaba con una sonrisa muy amplia por el pasillo, mi cabello ondeaba con cada paso que daba, demostrando mi seguridad ante todo. Sostenía mis libros en mi pecho con los brazos cruzados, en dirección hacia mi casillero. Cuando vi a Chase frente a su locker, con toda la maldad del mundo, lo choqué "accidentalmente" y doblé la esquina rápidamente, aprovechando la multitud de personas que habían. Reí por lo bajo, ese tonto.

Sentí una vibración en el bolsillo trasero, por lo que saqué mi celular y lo verifiqué. Era mi cómplice, Astrid, felicitándome por lo bien que había empujado a Chase. Dijo que él se giró confundido y con el ceño fruncido. Reí con ternura.

Abrí mi casillero, buscando entre mis cosas la nota que había hecho para Chase... nada. No estaba. Mi pulso se aceleró y mi cara empalideció de los nervios, debía entrar a clases, ¿donde estaba esa maldita carta?

— ¿buscas esto, chiquita? — dijo una voz masculina, grave y a la vez imponente.

Me giré, aterrada, pensando que podría ser ese alguien... y así fue. Chase Cooper estaba frente a mi, con una sonrisa socarrona y sus ojos azules muy, muy brillantes irradiando victoria en cierta forma.

Mis ojos se abrieron de par en par, estaba completamente en shock. ¿Cómo descubrió mi contraseña?

— Fue muy fácil, es decir, ¿en serio, 1111? Y yo soy el que no tiene creatividad.

Fruncí el ceño fuertemente.

— será mejor que dejes de abrir mi casillero sin mi permiso. — dije con la cara muy roja por la rabia.

Él rió — Que irónico que tú exijas que deje de abrir tu casillero. Además, ¿qué pasa sí sigo haciéndolo? — se acercó peligrosamente a mi cara, chocando sus manos contra los casilleros, acorralándome — ¿qué me harás?

Sonreí. Choqué mi frente contra la suya, dándole un golpe muy sonoro en el centro de su cabeza. Lo jalé levemente de su sedoso cabello, dejándolo a mi merced. — ¿vas a seguir con tus preguntas o ya me puedo ir a mi clase?

Él solo gimió con confusión. Lo empujé, dejándolo allí. Tomé mi mochila y me dirigí rápidamente al salón de artes plásticas. Una sonrisa victoriosa se curvó en mi cara.

Todo estaba yendo a la perfección...