Es un maldito susto...

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Todo comenzó cuando Simon tardó en sanar después del accidente con los chicos que lo golpearon. Alec estaba nervioso sobre la situación del polluelo. Estaba encariñandose a un ritmo alarmante con Simón, Magnus estaba de acuerdo con eso. Después de todo, él chico sería su hijo.
La cena familiar desastrosa tampoco ayudó, la sangre consiguió a un Simon más revitalizado, pero nada como antes. Como cuando aún era un polluelo recién salido de la tumba.

Al igual que Simon, Raphael no se estaba sintiendo muy bien luego de la cena en casa de Magnus (no lo estaba diciendo abiertamente) . Sentía un frío horrible recorrerlo. Sus manos sujetaron el teléfono con urgencia intentando marcarle al brujo y logrando lo por poco. Le dolía mucho el estómago, su piel vibraba en una extraña urgencia. Mientras que sentía algo parecido al sudor deslizarse por su espalda. Eso no podía ser posible hace mucho tiempo que no sudaba. Un nudo extraño se le formó en la garganta, sintiendo sed, ganas de consumir sangre caliente le llenó el sistema. Podía asegurar que entraría en algún tipo de frenesí sangriento. Necesitaba ayuda.

—Magnus—siseo luego de los dos primeros tonos cuando le contesto—necesito tu ayuda. No me siento...

—¿Raphael?—Magnus murmuro preocupado, Simon no se encontraba muy bien, había llamado a Alec de emergencia pidiendo ayuda y esperaba que fuera él quien llamaba—¿Qué pasa?

—No lo sé—murmuro dejándose caer sobre el sillón—yo no me siento bien.

Y dejo al hablar para desmayarse. Magnus se preocupó tanto al no escuchar más que solo la respiración del vampiro que realmente era innecesaria. Simon tampoco se sentía muy bien, debía traer a Raphael lo más pronto posible y averiguar qué estaba sucediendo.
Lo que le preocupaba era que los malditos Seelies le hayan engañado.
Cuando abrió el portal en la habitación de Raphael en el Dumort lo encontró desmayado. Parecía no estar muy bien, su color miel se volvió un poco más bronceado, lo suficientemente como para pensar que estuvo un par de horas caminando bajo la luz del sol.

—Raphael—llamo dándole pequeñas palmaditas en la cara—anda chico, despierta.

Solo escuchó una pequeña queja salir de sus labios. Su preocupación aumento cuando su cara se arrugó en una mueca de dolor y no en el ceño fruncido en enojo que normalmente lleva consigo.
Lo cargo lo mejor que pudo, debía aceptar que le hacía falta hacer un poco más de ejercicio, o Santiago le hacía falta adelgazar. Cruzó el portal mirando a Alec que parecía estar llegando, aún cargaba algunas armas, sudaba y su cabello estaba revuelto como si hubiera corrido una carrera sin hacer uso de sus runas.

—¿Cómo está Simon?—cuestiono agitado—¿Y qué le pasó a Raphael?

—Bueno—él mayor sonrió nervioso—creo qué tal vez tenga algo que ver...

—Magnus—Alec le miró con los labios fruncidos—Exactamente ¿Qué tan malo puede ser?

—Tal vez... solo tal vez hice algún trato con los Seelies y estos me pagaron un favor—afirmo dejando al vampiro en el sillón esperando lo que diría su novio.

—¿Qué te dije sobre los Seelies?—regaño dándole una mala mirada al ver como él chico se encontraba.

—Hmmm, nada de tratos raros, no comer o beber algo de ellos—comento haciendo muecas y buscando a sus amigos para obtener una explicación—y también no creerles a pesar de ser llamados gente justa, no desde lo que pasó con Clary.

—Te pido no hablar con los Seelies ¿Y qué es lo que haces?—reprocho.

—Hablo con los Seelies.

Alec suspiro resignado a tener un novio demasiado terco. Se quedó a lado del chico de rizos mientras que Magnus contactaba a sus amigos. No odiaba a Raphael pero no habían tenido el contacto suficiente, solo se veían cuando aparecía en las fiestas de Magnus. Pero Simon parecía claramente interesado en él, como si algo le estuviera atrayendo y tuvieran que conocerse. Lo sabía por la clara sonrisa boba que él castaño ponía en sus labios, por esos ojos brillantes. Estaba consciente de que Simon gustaba de Raphael, porque era lo mismo que sucedía cuando veía a Magnus. Pero no estaba seguro sobre los sentimientos de Raphael hacia su pequeño bebé, usaría su estela y su espada serafín si le rompía el corazón a su chico.

—¿Estás preocupado por Raphita?—una sonrisa feliz tomo lugar en el rostro de Magnus.

—¿Preocupado?—hablo con sarcasmo limpiando el rostro del menor—deja de sonreír y dime si conseguiste traer a tus amigos Seelies.

—Mmm—hizo un pequeño puchero moviendo sus manos—y aquí están—detrás suyo se abrió un portal dejando ver lo que parecían ser dos simples mundanos. Pero Alec pudo ver a través de lo que parecía ser un glamour para a dar por las calles de New York. Tal vez de compras o algo.

—¿Y qué es tan urgente?—pregunto él pelirrojo luego de deshacerse de su propia magia que usaban como protección.

—La sangre de Ángel—murmuro impaciente mirando a los dos hombres.

Él ojos grises sostuvo la mirada de Magnus, como preguntándose qué había hecho.

—Prometiste no hablar de...

—Alto—detuvo a su compañero antes de que se armara un escándalo que algún mundano pudiera escuchar—¿Le diste la sangre completa?

—La mitad—declaro.

Alec miraba ha su novio. No estaba entendiendo nada de lo que sucedía.

—Bien, déjame ver al chico cazador de sombras—Alec se hizo a un lado de manera casi instantánea.

Observó al chico, parecía estar sufriendo. Tocó su frente y sonrió mostrando los dientes. En vez de parecer inocente. Parecía una criatura maligna a punto de devorar a un inocente.

—Abre la cortina—demando a su compañero.

Este obedeció dejando entrar la potente luz del sol. Magnus reaccionó demasiado tarde ante lo dicho, Alec se quedó estático. Esperando cualquier cosa, gritos de agonía, un cuerpo ardiendo y convirtiéndose en polvo. Pero solo obtuvo un pequeño siseo doloroso y un tipo de sarpullido que parecía ser una intoxicación alimentaria. El vampiro en reflejo intentó alejarse de manera inmediata de lo que le estaba causando dolor.

—La sangre que te di para él, dásela completa—ordeno.

Él azabache camino hasta el refrigerador mirando como la piel de Raphael no sufría más que solo un pequeño sarpullido. Cuando la obtuvo entre sus manos y se la dió al Seelie mayor este se relamio los labios ansioso. Esperaba descubrir si todo sobre los vampiros diurnos era un mito dentro de los suyos.

—Tranquilo, necesito que hagas lo mismo con él otro chico. Esto terminará—aseguro sin dejar de ver al de rizos.

Le abrió la boca haciéndole tragar el resto de sangre. Pudo sentir los movimientos detrás suyo escuchando al cazador preguntar sobre la sangre de ángel. Si supiera lo que había costado conseguirla solo para probarlo con Magnus, sabían cuál era el deseo mejor oculto en su corazón, solo era cosa de tiempo para acercarse y conseguir la oportunidad.

Las manos le temblaron cuando él vampiro parecía obtener un color canela de tonos un poco oscuros. Parecía obtener un poco de "color" en las mejillas y su piel ya no tenía ese molesto sarpullido. Entonces pudo ver un par de ojos oscuros que le miraban confundidos. Se dió la vuelta mirando a su acompañante.

—Ah funcionado—declaro escuchando los gritos de Magnus Bane que llegaba hasta ellos—en verdad existe. Hay que comentarle nuestros resultados a la reina-se miraron cómplices antes de desaparecer usando su propia magia.

Magnus encontró su departamento nuevamente solo. A excepción de Raphael que miraba incrédulo.

—¿Qué diablos me hiciste, Magnus?—declaro con una sonrisa incontenible en los labios—esto no es una broma, ¿Verdad?

—No, no lo es Raphita.

Simon Lightwood-BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora