capítulo siete

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—Sabes, tenemos un problema hermano. —Dijo León, mientras le daba otro largo trago a su cerveza.

Ben lo miró atentamente, a la misma vez que se acomodaba en el asiento para oír mejor.

—¿Cuál?

—¿Dónde voy a hospedarme en todo este tiempo? Tu tienes la suerte de haber conseguido a una señorita que te ayude, pero yo básicamente estoy a la deriva.

Ben soltó un profundo suspiro, colocando su mano en el puente de su nariz.

—Y sabes que aquí en Lafayette no tenemos gente que pueda darnos una mano.

—Lo sé, mierda.

—Y, como seguro también sabes, Abraham me envió aquí sin absolutamente nada. Espera que empecemos de cero.

En ciertas ocasiones Ben estaba muy en desacuerdo con algunas de las decisiones de su padre. Y sobre todo porque, la mayoría de las veces, él era su peón, su padre ejecutaba sus deseos y objetivos propios por medio de Ben, lo que a veces le enfermaba. Pero siempre había sido así, y conociendo a a Abraham prefería no ponerse en su contra ni protestar.

— Déjame pensar. Algo se me ocurrirá. —Sentenció Ben, tratando inútilmente de no estresarse con la situación. León asintió, sin decir nada más.










  
                              (...)

La noche amenazaba, pausadamente, con llegar al pequeño pueblo de Lafayette. El sol comenzaba a esconderse poco a poco en el horizonte, provocando que la luz diurna desapareciese en un lento degradé, mezclándose con tonos violáceos y rosáceos en el cielo.

Ben y León se encontraban caminando por las despobladas calles, rumbo a la estación de buses del lugar. Ninguno de los dos tenía movilidad alguna, la camioneta que alguna vez tuvo Ben se la dejó a Marcus, como ordenó Abraham. Por lo tanto, ambos debían rebuscarsela como podían.

—¿Podrías dejar de hacerte el misterioso y decirme adónde vamos de una maldita vez? —Habló León, impaciente, luego de unos minutos de ensordecedor silencio.

Ben, con ambas manos en sus bolsillos y su vista hacia abajo, sonrió débilmente.
El único sonido perceptible en la atmósfera cercana era el ruido de la suelas de sus zapatos chocando con la tierra. Sus pisadas eran lo único manifiesto.

—Sabes, se me ocurrió algo. —Fue lo único que dijo Ben, con el objetivo de acrecentar la curiosidad en León, quien cada vez perdía más la paciencia.

—¿Con respecto a... ?

—Tu estadía aquí. Al menos por los primeros días.

—Te escucho.

El gran cartel luminoso que tenían a unos metros de distancia los distrajo por un momento. Sin duda alguna era el que indicaba que por fin habían llegado a la estación.

Se acomodaron cerca del lugar de salida de los transportes, y León miró a Ben como pidiéndole que siguiera con su explicación.

—Quizá no tengamos gente aquí pero se puede decir que tenemos un aliado. —Dijo Ben.

En ese momento, León se sobresaltó y abrió los ojos sorprendido, entendiendo a lo que su amigo se refería.

—¡Claro! ¡El distribuidor! ¡Cómo no se me ocurrió antes!

—Exacto. —Ben sonrió.—Hablaremos con él, no creo que tenga algún inconveniente en hospedarte un par de días. Por lo menos hasta que consigamos algo mejor.

Headshot, HearthshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora