capítulo nueve

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Casa de Alaska. Lafayette, USA. 21 de mayo de 2017

Los primeros rayos nacientes del sol matutino se colaban sutilmente por la ventana de la habitación de Alaska. Se oía, a lo lejos, el canto coordinado de variadas especies de aves, dándole la bienvenida a un nuevo día.

Ben comenzó a removerse en su lugar, muy incómodo. Sentía un dolor punzante que se extendía por varias de sus articulaciones, como si se hubiese dormido en una muy mala posición.
Por alguna razón, los párpados le pesaban exageradamente mucho, dificultándole abrir los ojos.

Cuando por fin pudo incorporarse y adaptarse a la luz cegadora, casi pega un salto del susto al ver el panorama a su alrededor, de no ser porque había algo pesado encima de él que se lo impidió.

Alaska se encontraba recostada sobre él, con la cabeza encajada perfectamente en su pecho, y durmiendo plácidamente. Su respiración era tranquila y armoniosa. Sus brazos se encontraban ceñidos fuertemente alrededor de Ben, reduciendo su movilidad.

Ben decidió dar un vistazo a su alrededor, e inmediatamente recordó qué había pasado anoche y por qué se encontraba allí. La computadora de Alaska reposaba en la mesita, y al lado de ésta el dvd de la película.
Seguramente se habían quedado dormidos mientras la observaban. No recordaba haber llegado hasta el desenlace.

Iba a levantarse para marcharse inmediatamente a su habitación, sería muy vergonzoso que Alaska se despertara y los encontrara en esa extraña e incómoda situación.
Más sin embargo, al ver la expresión de paz que adornaba al rostro de la chica, y lo firmemente sujetada a él que estaba, le llegó a dar algo de remordimiento irse.

Y no supo en qué momento fue que volvió a quedarse dormido, esta vez con sus brazos envolviendo a la niña de pelo grisáceo.

                                (...)

Casa de Lucy. Lafayette, USA. 21 de mayo de 2017.

Al mismo tiempo, unos minutos más tarde, León despertaba junto con Lucy en su departamento. Apenas abrió los ojos, miró un poco a su alrededor y buscó sentarse en la cama. Lucy dormía dándole la espalda, algo apretada por la angostura del colchón.

Al León sentarse en la cama, ella percató tanto el movimiento como el sonido, y también entreabrió sus ojos, para luego desperezarse.

Estaban de espaldas, en silencio, ninguno sabía qué decir. León decidió ponerse de pie e ir al baño a lavarse el rostro con agua fría, mientras ella se despabilaba en la cama, observándolo. Ambos estaban en ropa interior.

—Buen día. — Dijo Lucy, ronca.

—Buen día.— Contestó León, de la misma forma.

Habrán estado otros 10 minutos en silencio luego de eso, acostados en la cama, mirando al techo en búsqueda de alguna palabra para poder romper el silencio.

Era temprano, y ninguno de los dos tenía cosas para hacer, o pensaba en algo para que su día se movilice antes del almuerzo.

— Creo que... — Comentaba Lucy — recién ahora puedo ponerme a pensar un poco en mi ex pareja.

-—¿Y qué piensas? — Contestó él, luego de un silencio — No se te ve muy triste al respecto.

— Toda la tristeza la despedí anoche, en lágrimas. Y luego despejé mi mente contigo, y me di cuenta de que él era un estúpido y no valía la pena.

León hizo una mueca de aceptación al comentario, sin girarse a observarla. Ella tampoco lo hacía. Intercambiaban diálogos sin mirarse, y con silencios entre medio, unificando sus pensamientos en un mismo punto del techo gris claro que ambos fijaron en su visión.

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