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Al subir al coche me di cuenta de que era mucho más que un coche, los asientos eran de cuero blanco y hasta tenían calefacción. No había tenido tan calentito el culo en mi vida, y se agradecía ya que estábamos en pleno mes de diciembre y la humedad del exterior no era muy agradable.

Adam apenas tendría unos pocos años más que yo, y no entendía como podía permitirse aquel Mercedes.

- Discúlpame si soy desconfiada Adam, es que esto de irme con alguien a quien no conozco de nada no lo he hecho nunca - le dije con timidez.

- No te preocupes, es normal... Yo tampoco creas que voy subiendo a cualquier chica en mi coche - me contestó riéndose.

Si no era así porque iba a preocuparse de ayudar a alguien tan normal como yo. A pesar de no entender nada estaba muy agusto con Adam nunca me había sentido así con ningún chico.

- Por cierto señorita, aún no se cual es tu nombre -.

- Laia - contesté observando como conducía.

- Pues Laia, bienvenida a mi casa - dijo mientras presionaba el botón de un pequeño mando para abrir una enorme puerta.

Tras esa puerta apareció una enorme casa de color blanco, con un montón de cristaleras por todas partes. Se podían diferenciar varias terrazas y en una de ellas una piscina sin fin. Era la casa más bonita en la que había estado nunca.

- Wow - fue lo único que pude decir sorprendida.

- La casa es de mis tíos, yo vivo aquí desde hace un par de años - dijo mientras aparcábamos el coche en una cochera en la que habían tres coches más.

- Aún así no paso mucho tiempo aquí - dijo con una cara un tanto triste.

No sabía porque teniéndolo prácticamente todo, no disfrutaba de ello. Aún así no quise ser entrometida y no pregunté nada.
Enseguida bajamos del coche y me quedé mirando lo atractivo que era, sus ojos ne hipnotizaban.

- Bueno, ¿quieres pasar o vamos a por tu moto? - me dijo amablemente.

La verdad que tenía prisa, aun tenía que hacer un montón de cosas y mi madre me iba a matar por llegar tan tarde y además no saber nada de mi.
Mi móvil no tenía batería así que no podía avisarla.

- Adam, tengo un poco de prisa pero necesito que me hagas otro favor - dije avergonzada.

Tenía unas ganas inmensas de ir al baño, entre unas cosas y otras se me había olvidado ir al salir de clase y los nervios de tener delante al chico más guapo que había visto en mi vida no ayudaban.

- No te preocupes preciosa - me dijo acercándose a mi - ¿en que puedo ayudarte? -.

- Necesito ir al baño un segundo - le dije.

- Sin problema, vamos - me dijo cogiéndome de la mano.

Madre mía, como podía ser que simplemente tocándome me pusiera así. Me empezaba a subir un calor por la espalda que no era normal.

-"Laia contrólate" - pensaba mientras Adam me dirigía escaleras arriba hacia la entrada de la casa.

Me llevo hasta un enorme baño que tenía de todo, hasta una bañera de hidromasaje.

- Todo tuyo, yo voy a cambiarme y te espero en el salón - me dice con una sonrisa - cuando sales es todo recto y a la derecha-.

Adam se marcha, y me quedo en el inmenso baño yo sola. Cierro la puerta y me dispongo a hacer mis cosas. Termino y me lavo las manos, pero cuando voy a secarmelas no encuentro la toalla por ninguna parte.

Me pongo a abrir armarios y no veo nada, solo cepillos de dientes y cosas de aseo personal. Nada no veo nada, lo único que se me ocurre es meterme en la ducha y coger la toalla que veía ahí, para secar todo lo que había mojado en mi búsqueda.

- Mierda - murmullo cuando me doy cuenta de que la puerta de la ducha no se abre.

Siempre la tengo que liar. Ahora que iba a hacer, le había dejado el baño hecho un desastre y no tenía forma de solucionarlo ahí encerrada. Solo me quedaba esperar a que apareciese en mi búsqueda, no tenía ni su número de móvil para poder llamarlo y decirle el ridículo que había hecho.

Me senté en el suelo de la ducha y me puse a ver las noticias del día en mi móvil. Estuve por lo menos quince minutos allí sentada, hasta que alguien toco a la puerta.

- ¿Señorita todo bien?- pude distinguir la voz de Adam.

- No, ayúdame a salir de aquí por favor - le dije deseando que me escuchara.

- ¿Que ha pasado Laia? - pregunta con preocupación.

- Soy un desastre Adam, lo siento mucho - le digo.

- No te muevas de ahí, enseguida vuelvo - lo escuché alejándose

No podía salir de ahí, así que moverme no me iba a mover.

Al poco tiempo escuche fuertes golpes en la puerta, hasta que al parecer por fin se abrió. Vi entrar a Adam con una radiografía en la mano, tenía el pestillo puesto por dentro así que había tenido que forzar la puerta.

- Jajajjajajaja... - se reía a carcajadas.

Yo me levante rápidamente.

- Anda, no te rías tanto y sácame de aquí - le digo poniéndome seria.

- Ay Laia, jajjaja... - seguía con su risa- con que no podías salir, ¿eh? -.

Pulsa un botón y la puerta de la ducha cede. Yo me quedo pensando que soy una idiota, ¿como no había pensado que en una casa tan moderna debía haber un interruptor para todo?. Ridículo tras ridículo y encima delante de él y en su casa.

Al fin salí de la ducha.

- Discúlpame, solo hago que liarla soy una estúpida - dije observando lo guapo que estaba.

Llevaba una simple camiseta blanca y unos vaqueros, pero esa camiseta le quedaba tan bien. Le marcaba los abdominales que parecían de infarto. El calor volvía a recorrerme la espalda, ¿que me pasaba?

- No te preocupes preciosa, ya estoy yo para rescatarte - dijo entre risas.

Espero que les haya gustado el nuevo capítulo.
Quería darles las gracias a los que estais pendientes de la historia, estoy muy ilusionada. Pronto tendréis más noticias de Laia y Adam. 💜

Entre rosas y espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora