Cuatro.

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Si a Génesis se le había cruzado por la cabeza la idea de estar incomoda en el almuerzo, esa idea quedó desechada enseguida. La comida pasó entre bromas y charlas amenas. Se sintió parte de la situación enseguida, como si siempre hubiera pertenecido allí, como si siempre hubiera sido su lugar. Le contaron que Emily amaba cocinar y más en cantidad, por lo que siempre que quisiera podía ir a comer allí. Incluso luego de la comida se puso a realizar unos panecillos con chocolate.

— Comen demasiado, ¿o no? —observó Génesis mientras se acercaba a ella en la cocina.

— Ni que lo digas —se rió Emily mientras colocaba otra bandeja de panecillos en el horno —. Paul y Jared ya prácticamente viven aquí.

Génesis se omitió la pregunta "¿por qué?" y sonrió forzosamente. Le dolía que su hermano pasara más tiempo allí que con ella o su padre.

— Si sabes que pueden hacerlos ellos mismos, ¿verdad?

— Sam trabaja demasiado —sonrío Emily—. Y realmente amo cocinar, incluso estoy considerando hacer un curso de cocina. Me gusta.

Se ofreció a ayudarla así que se dedicaron ambas a hacer los cupcakes mientras los hombres se quedaban en la mesa hablando de quién sabe qué. Luego de sacar la última bandeja del horno la apoyó en la mesada para que se enfriara un poco. Emily le agradeció con una sonrisa y ella fue a tomar lugar al lado de la puerta de la cocina, apoyándose en ella. De manera inconsciente su mirada se dirigió al morocho que la volvía loca desde siempre. Se reía a mandíbula abierta de algo que Jared le estaba diciendo mientras Sam sólo negaba con la cabeza pero una sonrisa se asomaba por sus labios. Los ojos se le seguían achinando como siempre y tenía el cabello apenas crecido pero lo suficiente como para pasarle la mano entre ellos.

Se quiso esconder cuando la pilló mirándolo pero en vez de demostrarse altanero y engreído porque ella le estaba aumentando el ego, Génesis no pudo creer cuando la miró con una pequeña sonrisa y le guiño un ojo. Negó con la cabeza lentamente pero no pudo evitar que una sonrisa de lado se escapara de sus labios.

Se dio la vuelta para ir sacando los panecillos y colocarnos en un plato, listos para servirlos en la mesa. Estaba realizando la tarea cuando levantó la vista para observar por la pequeña ventana al bosque. Quiso creer que estaba alucinando cuando vio a una persona a unos diez metros de ahí, justo donde empezaban a crecer los árboles más juntos. Quiso creerlo. Pero no.

Con los ojos más abiertos de lo normal empezó a caminar hacia atrás. Se sobresaltó a la vez que largó un jadeo ahogado cuando su espalda chocó contra algo duro y se dio vuelta rápidamente. Paul la agarró rápidamente de las manos y la movió hasta acercarla con Emily. De repente el ambiente de felicidad parecía haberse esfumado.

Ahora sólo había tención. Y miedo. Jared la miró rápidamente. —Quédate con Emily.

— ¿Qué está pasando Jared? —su hermano la ignoró mientras se levantaba rápidamente de la mesa. — ¡Jared— jadeó asustada.

— Andando —Sam salió primero de la casa a paso rápido, seguido de su hermano y de Paul.

Emily la tomó de las manos y la llevó de caminó a su dormitorio con Sam. En otra situación hubiera comentado que su habitación era de lo más hermosa y acogedora, sin embargo ahora no entendía porque su cerebro estaba trabado. No pensaba nada, simplemente sentía su corazón latiendo a máxima velocidad y creía que parte de su miedo se lo estaba pasando Emily, que la había obligado a sentarse en la cama mientras la tomaba cada vez más fuerte de las manos.

Génesis la observaba con los ojos más abiertos de lo normal y sus ojos azules parecían brillar mucho más que otros días. Emily miraba fijamente a la puerta, esperando algo. Qué cosa era Génesis no lo sabía.

Primero escuchó unos gruñidos, luego unos golpes y luego un aullido. Se le puso la piel de gallina. No supo cuánto estuvo así, con los ojos abiertos desmesuradamente mientras Emily le apretaba las manos y no dejaba de mirar la puerta de la habitación al igual que ella. El tiempo pareció interminable y cada vez sentía más como le dolía la espalda y el cuello de la tensión que estaba experimentando. Quizá fueron segundos, minutos, pero para Génesis se sintió como una eternidad hasta que sintió la puerta abierta y a Sam llamando desesperadamente a Emily.

Emily salió corriendo a los brazos de su prometido para lanzarle hacia él y abrazarlo con todas sus fuerzas. Ella no se movió ni un milímetro. Estaba dura.

Cuando los demás se dirigieron rápidamente a la habitación los ojos se le llenaron de lágrimas. No supo explicar porque pero el hecho de que Paul se le acercara rápidamente para verificar si estaba bien la hizo sentir segura. El morocho sabía que nada le había pasado pero por las dudas le revisaba todos los brazos, las piernas; el miedo lo invadía.

— Estoy bien —como pudo le susurró su impronta. Lo miró a los ojos y no supo porque pero Paul la estaba tranquilizando —. Paul —el nombrado la miró fijamente asistiendo con la cabeza, como dándole permiso para que hable — tendrás que contarme todo. Tendrán que contarme —terminó mirando a Jared que se notaba alterado todavía también.

— Si princesa —Paul se veía demasiado alterado todavía.

Ella no estaba mejor por lo que aceptó sin rechistar que Paul la acercara a él y la tomara en un abrazo protector contra su pecho, y por la manera en la que estaba a Génesis se le hizo fácil esconder su cabeza en el cuello de él.

Desde siempre había tenido esa costumbre. Y eso la hacía sentir como en casa.

Por más que en ese mismo momento estuviera a punto de vomitar del miedo.

Si antes estaba sin palabras ahora lo estaba más. Una vez que todos se calmaron y tranquilizaron lo suficiente Sam les asintió a Jared y Paul sin despegarse de Emily, como aceptando alguna condición de la que Génesis no estaba ni enterada.

Todo seguía viéndolo como un sueño. Parecía mentira. Estaba en una nebulosa confundida tratando de procesar todo aunque todavía parecía creer que todo era obra de una alucinación de su cabeza. Quizá estaba volviéndose loca. O capaz estaba soñando.

Porque sino, ¿cómo es que Sam, Jared y Paul podían transformarse en unos lobos gigantes? Los primeros diez minutos se quedó allí, parada, mirando a los tres animales sin decir una palabra. Cuándo Emily se le acercó y la hizo mirarla, con su mirada le confirmó todo: sí. No estaba soñando, no estaba delirando, no estaba loca. Ellos se podían transformar en unos lobos gigantes.

Y ahí entendió porque su hermano se había alejado. Sonrió de medio lado, todavía con el nerviosismo inundándola y con temor avanzó lentamente. Sentía sus piernas temblar y temía caerse.

Se acercó despacio a uno de los lobos de la derecha, era gris y supo enseguida que se trataba de Paul cuando el animal la miro con sus ojos. No supo como pero lo reconoció. Quizá por lo profundo de su mirada, quizá porque sus ojos eran negros como la noche, o quizá porque la seguía mirando con esa adoración infinita.

Un hocico la golpeo suavemente en el brazo izquierdo y volteó al otro lobo.

— No seas celoso hermanito —soltó una risa seca, recomponiéndose de a poco. Se volteó a Emily —. ¿Esto era todo?

— Parte de ello —le sonrió suavemente la mujer. 

Sempiterno.   → paul lahote (en edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora