Trece.

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 Jacob e Isabella salieron de la cabaña en silencio bajo la atenta mirada de Génesis. Había algo realmente tedioso en la presencia de la chica que, sin saber que era, le provocaba rechazo.

Más allá del hecho de que haya tenido contacto estrecho con los Cullen, quizá lo que más le desagradaba era que por su culpa unos vampiros se metían al terreno de manera constante, poniendo en peligro a todos.

— Embry y Jared hoy tienen patrulla —anunció Sam—. Los quiero listos a media noche para relevarme. No debemos olvidar —esta vez se dirigió a todos— que Billy nos está cubriendo con el sheriff Swan.

— ¿Qué pasa con el sheriff Swan?

La manada compartió una mirada en silencio. Y ahí lo supo.

— ¿Qué es lo que no me están diciendo? —demandó.

— El vampiro que te atacó, el morocho —comenzó Sam y automáticamente la atacaron las náuseas a la vez que flashes de su encuentro con aquel vampiro la asaltaban. Sin embargo la voz seria de Sam le hizo saber que era importante por lo que se obligó a agudizar sus sentidos—, tuvimos que matarlo. Quiso matar a Isabella hace unos días. No creímos conveniente decírtelo.

— Está bien, no me molesta que no me hayan dicho. Creo que fue lo mejor. Pero si él está muerto... —miro interrogante al alfa— ¿por qué las guardias están siendo tan estrictas?

— Él está muerto pero no la pelirroja. Ella es quién se aparece todo el tiempo.

Pareció que el aire dejaba de entrarle normalmente a los pulmones pero su respiración comenzó a agitarse.

No necesitó romper la ventana para salir porque ya estaba explotada en millones de fragmentos. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban apenas pudo invocar un aura gris oscuro para levantar levemente el volante, sus ojos fueron negros por un segundo y eso le permitió ir destrabando sus piernas.

Y entendió lo que era. Así que probablemente iba a morir. Allí, en la carretera, sola y a manos de un vampiro.

Ese era realmente su fin.

El vampiro frente a ella sonrió.

— ¿Otro más? —susurró. Los ojos rojos de aquel vampiro no se habían salido de su cabeza por más que quisiera borrarlo.

Una mano le apretó el muslo derecho.

— No se volverá a repetir —le prometió Paul. Sus ojos oscuros destellaban sinceridad. — No dejaré que nada te pase de vuelta.

Génesis apoyó su mano sobre la de Paul en su pierna, con un leve apretón asintió. El miedo todavía burbujeando en su interior pero sabiendo que Paul decía la verdad: la cuidaría más que a su propia vida. Así como ella haría lo mismo por él.

— Para eso son las guardias —la voz de Sam los sacó a ambos de su burbuja —. Y para cuidar a Isabella y Charlie Swan también. Pero hay un problema. Charlie Swan nos está cazando.

— Como si la vampira pelirroja no fuera suficiente —bufó Jared.

— ¿Cómo que cazando? —interrogó Génesis.

— Cuándo matamos al vampiro, Isabella nos vio. Ella nos había visto en nuestra forma de lobos antes de hoy, solo que ella no lo sabía. Y le dijo a Charlie Swan sobre nosotros, quién de hecho piensa que somos quienes están cometiendo los asesinatos.

— Me estas tomando el pelo, ¿verdad Sam?

— No Génesis. Y por eso es de suma importancia que aprendas a defenderte también.

Sempiterno.   → paul lahote (en edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora