Once.

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  —Creí que estabas enojado —murmuró ella aún sin soltarlo. La paz que sentía en esos momentos era aquella que tenía sólo cuando estaba con Paul y se negaba a dejarlo ir, por miedo.

— ¿Cómo podría enojarme por eso? Mejor dicho, ¿Cómo podría siquiera enojarme contigo? —Paul finalizó obligándola a mirarlo. Los ojos de ambos estaban brillosos cuando se encontraron, la sinceridad destellaba firmeza en él.

— Algún día si vas a enojarte conmigo —murmuró Génesis—. De hecho muchas veces vas a enojarte conmigo.

— Lo dudo, pero si ese es el caso —Paul la abrazó por su cintura con sus antebrazos, acercándola más a él— sé que al final del día estaremos juntos.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo.

♥ ♥ ♥

— Podríamos hablar con el consejo, probablemente ellos puedan decirnos algo.

Estaba sentada en el sofá, entre Paul y su mellizo, quien no había dicho más palabras que "Te amo, te amo, te amo" en su oído cuando se la había arrebatado de los brazos a Paul. Ambos lobos la tenían aferrada por las manos, mientras Sam se encontraba parado cerca de la puerta de su casa.

— Algo tienen que saber o algo tiene que decir en alguna leyenda, realmente dudo que lo tuyo sea cosa de una sola vez Gen. Tiene que haber algún caso anterior registrado o información que nos ayude, aunque sea, a entender un poco más todo. —y con todo se refería a sus delirios místicos.

— Mi abuelo estoy seguro que podrá ayudarnos —musitó Quil.

— Probablemente —secundó Jared. — ¿Está en tus planes decirle a papá o...?

— Yo creo —interrumpió el alfa— que lo mejor será que lo mantengamos entre nosotros, al menos por ahora. ¿Qué opinas? —fijó su mirada en Génesis.

— Sí, prefiero eso. No quiero perturbarlo con cosas que ni siquiera nosotros entendemos. Hasta no poder decirle algo en concreto quiero que quede aquí —sentenció.

Recibió un apretón de Paul en su mano izquierda.

El comienzo de una nueva semana llegó antes de siquiera poder registrarlo, antes de pensarlo se encontraba en medio de una diagonal de ballet realizando giros.

— Muy bien —aplaudió la profesora Masbel luego de que todos los alumnos hicieran tres pasadas de piruetas. — Los veo la próxima.

Génesis soltó el aire, el cansancio llegándole de golpe. Seguía sin reponerse del todo y ese día la tenía corriendo desde la mañana. Caminó hasta la diagonal del salón, levantó su cardigan blanco del suelo —en donde lo había dejado luego de la entrada en calor— y se lo puso encima de la maya, era de los más viejos que tenía pero seguía siendo tan cómodo que el mejor uso era para evitar vestirse entre clase y clase, siendo lo suficientemente largo como para usarlo de vestido. Metió un dedo dentro de su peinado hecho demasiado tirante para su gusto y con demasiados clips, pero estaba pulcro y así es como debía estar para evitar la incomodidad de su cabello en la cara. Con cariño se masajeó el cuero cabelludo, alivianando un poco el dolor.

— Génesis —miró a la profesora ante el llamado, entendiendo el mensaje camino hacia un costado del salón. Un suave barullo se escuchaba de fondo mientras el resto de los alumnos abandonaba el salón. — Sábado, 7:00am. Te quiero acá a partir de esta semana. Dentro de un mes habrá una audición en Seattle.

— ¿Una qué?

— ¿Perdón? —la señora Masbel se vio incluso ofendida con la pregunta.

Sempiterno.   → paul lahote (en edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora