1° parte

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Las maravillosas desventuras de Gang Orca
Escupió a un lado, sintiendo el sabor metálico recorrer su boca. Con la lengua tanteó el lugar vacío donde antes había estado su colmillo y dió una mirada, ciertamente homicida, a su enemigo.

No sabía cuanto llevaba ahí, horas o quizás días, no había visto la luz del sol en demasiado tiempo. Era una rutina; lo golpeaban, torturaban con electricidad y al ver que no hablaba, le lanzaban de vuelta a la jaula. Prefería mil veces ser golpeado hasta la muerte que volver a ese estrecho canil, pero parecía que ellos habían notado el horror que sentía por esta y decidieron dejarlo ahí más horas que las anteriores veces.

Sentía que se ahogaba, los músculos se le dormían y tratar de cambiar de posición era definitivamente una mala idea, lo había descubierto la primera vez que le metieron ahí. Gruñó, apretando su mandíbula cuando el taser se clavó en sus costillas. No iba a gritar, no diría una sola palabra, no iba a darles en el gusto de verle romperse frente a ellos.

Desperto con el sonido de unos pasos. Cuando abrió los ojos le tomó un tiempo enfocar la figura frente a él. La patada sacudió su cárcel, sacándole una expresión de dolor involuntaria. Sus piernas estaban adormecidas, seguro tenía un par de costillas rotas y su rostro debía estar destruido por los golpes. El ojo izquierdo estaba cubierto en sangre seca, lo que le dificultaba aun más el visualizar a los captores.

- El legendario Gang Orca...- Soltó entre risas sarcásticas.

- No te ves tan fiero sin tus poderes, ¿Eh?-

Recordó ese gas extraño en su auto cuando se subió en el estacionamiento de la agencia. Alguien se había colado y puesto una droga en el vehículo quien sabe cuando. Se le había pasado por completo.

- Te preguntarás por que... Es fácil. Un sedante fuerte, con ligeros toques de inhibidor de singularidad. No es tan difícil de fabricar... Si tienes la materia prima- Una chica, no mas de 17 años, caía de rodillas frente a él. Lloraba y trataba de decirle algo pero sus labios estaba cubiertos por cinta adhesiva. Estaba tan delgada, debía llevar días en condiciones precarias.

Sintió la ira arder en su interior y con energía renovada, golpeó la jaula, abollandola con su puño. El sujeto rió con mas ganas, sabía que no tenía fuerzas para salir de ahí, no le habían dado ni una sola migaja de pan y menos una gota agua. Su piel empezaba a partirse por la falta de humedad, haciéndole estremecer por el dolor.

- No te asustes, pronto terminaremos contigo. Esta solo era una prueba de nuestro producto, una vez sea vendido a verdaderos villanos, los héroes se extinguirán...- La sonrisa maligna adornó su rostro antes de sujetar el cabello de la chica y comenzar a arrastrarla fuera del lugar entre pataleos y sollozos.

Intentaban averiguar la duración del efecto en distintos tipos de héroes. Había descubierto eso y mucho mas  durante el tiempo que llevaba ahí dentro, al parecer los secuaces del jefe se aburrían enormemente y gustaban de conversar sobre el plan por los pasillos.

La ventaja era que el efecto solo duró algunas horas, cuatro a lo máximo, pero no podía arriesgarse a que lo supieran. Intentar salir por su cuenta sería un suicidio, demasiados enemigos y su cuerpo estaba débil. Aún con su quirk funcionando lo atraparían y de seguro volverían a drogarlo antes de asesinarlo.

Así que, en resumidas cuentas, estaba perdido. A menos que un milagro sucediera y alguien los encontrara, no tenía forma de salir con vida de esa situación.

Solo lamentaba dejar a los chicos de su agencia sin un líder. Pensó también en el felino negro en su apartamento, debería haberle dado una llave a su asistente cuando este se la pidió en caso de que viajara por trabajo y no pudiera alimentarle.

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