Himnos para dos generaciones.

Loreto

Quiero presentarme.

Quiero decirte cómo me llamo; que me gustan las palomitas dulces cuando estoy sola y las saladas cuando voy al cine con amigos. Y también que nunca miro la hora aunque siempre me verás lanzando rápidas miradas al reloj. Una vez me dijeron que era porque siempre quiero ir contrarreloj, y es que apenas me llevo bien con la vida, y eso me obliga a cronometrar cada momento especial.

No soy chica de bares, ni tampoco lo soy de horas encerrada en casa; simplemente una dama que regala más corazón que chupitos y que apenas recuerda qué es que la abracen.

Soy ese vaso medio vacío que espera el momento en el cual se llene de nuevo y se desborde el agua en un ataque de risa, que ansía más vida que la que puede existir en un recipiente. Quizás por eso me gusta ver películas en las que el protagonista se enamora de la chica guapa e inalcanzable en la esquina de un motel de carretera, y puede que sea por eso por lo que mis canciones siempre hablan de amores violentos y corazones rotos.

Antes de que te vayas, déjame decirte que podría retratar esa sonrisa tuya en una fotografía bajo el sol zaragozano, en uno de esos rincones que todos me preguntan dónde está, y en realidad es un callejón que hay enfrente de su portal. Uno de esos sitios que nadie se atreve ir, porque dicen que fue ahí donde la curiosidad mató al gato. Mas es ahí donde yo aniquilo el continuo flash de mi cámara, chocando y haciendo ruido sobre tus labios y escupiendo una fotografía que hace inolvidable el asesinato.

También tengo que avisarte que esta máscara que llevo crea confusiones continuas que acaban siendo reflejadas en el espejo de mis escritos, que no soy una chica complicada, aunque quizás tampoco sea tan simple como otras.

Soy observadora, mucho. Y me ha llevado a algún que otro quebradero de cabeza cuando escucho una risa que no encaja o una lágrima que no se ahoga. Tal vez sea por eso de que los que somos eco de poetas, sabemos cuándo hay que utilizar las palabras y cuándo callarlas.

Si algún día dejo escapar una nota por debajo de tu puerta, verás que tengo una letra diminuta y aunque me digan que eso es consecuencia de mi baja autoestima, yo quiero creer que es porque aún tengo que crecer y abandonar a mi delicada y tierna compañera, la inocencia.

Pero realmente si tengo que avisarte de algo, lo haré sobre mi continua necesidad de huída. Mi eterna lucha interior que me hace confundir la libertad con la dulce dependencia de otro latido.

Y estas letras, cada uno de estos vocablos que me tienen tan enamorada como presa.

Por cierto, me llamo Loreto, nombre italiano y aragonés que apenas la gente conoce y que rompe tanto como casi amarga.

Loreto, acuérdate bien, por favor.

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Texto: Loreto Sesma.