Himnos para dos generaciones.

Heridas

Creo que el problema de esta historia es que no sé si está en el comienzo o en su más triste final.

Y que apenas me siento segura cuándo te oigo hablar de mí porque no sé si estoy jugando o si realmente soy el juguete, pero créeme que si te escribo a ti y no a otro paralelismo de mis sueños, es por algo.

Que puede que no crea en el amor, pero desde que vi a dos niños por la calle regalándose besos sin sentido, me dieron más ganas que nunca de empezar a investigarlo.

Incluso me he disfrazado de aventurera para intentar escalar tu ropa y llegar a la cima de tus pestañas, incluso he llegado a pensar que había clavado bandera en la luna para que después dudasen de su veracidad por la única gilipollez de que el viento la movía, con la única excusa de que no decía que te quería.

Pero es que deberían conocerme, tendrían que cerrar con llave sus bocas si no saben que mi vida es un mar de dudas y que este escudo que llevo, en realidad es una excusa para pedir más abrazos; pero lo difícil de esto es que siempre me sale más caro intentar hacerte reír con cualquier estúpido pretexto, y cuando llega la hora de contabilizar mi corazón me doy cuenta de que quizás doy más, de lo que tú jamás podrás darme.

Y sí, que también he oído que querer era eso, dar y dar y dar, y nunca pedir a nada a cambio; pero es que cielo, soy una novata en esto del amor y todavía no sé ni cómo tratarlo, si decir que es una enfermedad o una sonrisa dormida que cuando oye tu nombre se despierta.

Que no tengas miedo que yo tampoco entiendo nada, pero si me apuras podría incluso explicártelo con besos muy largos y muy bonitos que tanto he acostumbrado a ver en películas de un domingo de mierda; y si no quieres, paga esta vez tú la cuenta y sal de este bar que es mi vida, y no vuelvas.

Que ya es hora de cerrar la herida y de que esta vez, ya no duela.

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Texto: Loreto Sesma.