–Oh, veo que ya ha despertado señorita Carson –comenta una voz que no logro reconocer hasta que abro los ojos y, tras varios intentos, logro enfocar la figura de Arnim Zola.
Intento moverme pero me es imposible porque siendo las correas en mis manos, brazos, muslos, pies y cintura.
–No me toque... –intento decir en voz alta, aunque cuando sale de mi boca veo que no es mas que un susurro incomprensible.
–Si no se calma será peor para usted, así que deje de resistirse y colabore un poco, es usted muy afortunada de contribuir a la evolución ¿sabe? –dice Zola acercándose con una jeringuilla que contiene un líquido azul.
–¡No! no se acerque –intento moverme pero es imposible, asi que el doctor logra clavarme la aguja en el brazo derecho sin mucha dificultad.
Al principio no noto nada, pero al cabo de unos minutos siento como si todo mi cuerpo estuviese en llamas.
¿Voy a morir?
¿Esto es todo?
Si lo que me han inyectado no me mata lo hará el dolor, es insoportable, y lo único que puedo hacer es gritar.
Si voy a morir al menos que sea dándoles guerra, así que grité, grité todo lo que pude, porque además de molestar a los científicos que estaban a mi alrededor, era una manera de centrarme en otra cosa que no fuese el dolor que se abría camino por todo mi cuerpo y que parecía quemarme desde adentro.
En algún punto quedé semi inconsciente, no estaba dormida, aun podía oír a los científicos hablando cerca, pero no podía hablar, ni abrir los ojos, no podía moverme.
–Las constantes vitales son casi inexistentes –oigo una voz femenina que recuerdo, pero que no puedo ubicar.
–Es una buena señal, vamos con la fase dos.
En ese momento siento otro pinchazo que tiene el mismo efecto que el primero, todo arde, todo quema.
Pasan los minutos y un gran estruendo se escucha en toda la base, eso hace que todos mis sentidos vuelvan a despertarse, y aunque sé que no queda nada para que vuelva a poder el conocimiento hago acoplo de todas mis fuerzas y vuelvo a gritar, esta vez por si alguien puede escucharme.
El dolor es cada vez más intenso y a los dos minutos no puedo seguir gritando y cierro los ojos.
–¡Eliza! –siento unos dedos en mi cuello ¿me están tomando el pulso? –¡Eliza responde! no me dejes, no te vayas Eliza, no te duermas por lo que más quieras –los gritos apurados de la voz se escuchan cada vez mas lejanos hasta que no escucho nada, lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento del todo es algo cubriéndome el cuerpo y unas manos cogiéndome en brazos.
Y en este momento solo puedo pensar en Steve. No pude regresar. Solo espero que James pueda cumplir su promesa, porque no quiero saber cómo se sentirá si algo nos pasa a los dos.
Al rato, sin poder saber exactamente cuando tiempo había pasado, mi conciencia volvió a despertar, aunque por desgracia mis otros sentidos no.
–¿Cuándo despertará? –escucho una voz cerca de mi oído
–No lo sé Steve, pero sigue viva lo cual es un milagro, nadie antes había salido con vida de ese pabellón.
¡Steve está aquí!
–Pero llegue tarde Buck –dijo Steve, ahora que reconocía su voz, afligido –si hubiese llegado antes ella no estaría así.
–Sólo han pasado unos minutos, dale tiempo –respondió quien supongo que es James –pero aun queda camino de regreso a la base, dámela para que puedas descansar –en el momento en que procesé sus palabras me di cuenta que estaba siendo cargada, y que ese era el vaivén que estaba sintiendo. Mis sentidos se estaban agudizando
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El primer amor del Capitán América (Steve Rogers) [Libro I]
RomanceAño 1918. Nace Steven Grant Rogers, mejor conocido como Capitán América. El hombre que se sacrificó en 1945 hundiendo el avión bajo el hielo para evitar la devastación de Nueva York. Todos conocen esa historia, pero muy pocos saben de su gran amor:...