21. Acostumbrándose.

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—Gracie. -salió de entre sus dulces labios, casi en un susurro, lentamente y no muy convincente.

—¿Cómo sabes? ¿Qué estás haciendo aquí? Yo... -fué incapaz de articular alguna pregunta u oración formulada por completo.

—Escucha. -seguido de un pesado suspiro, el chico desvió su azul mirada hasta Gracie y colocó ambas manos en los hombros de esta. Parecía estar preparándose para hablar. —Calum me lo contó. -Gracie comenzó a sentirse aún más desconcertada, y su mente se enredaba más y más. —Pero no te enfades, quiero decir, él hizo bien al decirmelo.

—¿Qué? -logró dejar escapar.

—Yo si te recuerdo. -al escuchar aquellas nerviosas y persistentes cuatro palabras, la chica pudo sentir un inexplicable escalofrío correr por su cuerpo. ¿Qué él la recordaba? No tenía sentido.

—¿A qué te refieres? -fué directo al punto. —Espera, pasa. -ambos entraron, y sin previo aviso caminaron escaleras arriba. Diane ni siquiera se percató de esa acción.

Llegaron hasta aquella acogedora y bien decorada terraza que se encontraba al final de un gran pasillo. Gracie se dejó caer lentamente en el suelo y Luke imitó el acto.

—Habla. -ella le ordenó.

—Mira, no sé que es lo que significa todo esto. -soltó una risa nerviosa. —Y la verdad es que te recuerdo, sí. Pero no estoy seguro de donde. Es extraño, ¿sabes?

—Creeme que lo sé. -asintió frenéticamente. —Pero estoy segura de que puedes explicarte mejor.

—Bien. Hace unos cuantos días, comencé a notar un extraño comportamiento en Calum. Entonces, de un momento a otro logré sacarle toda esa información tan inexplicable que se había estado guardando. Tu nombre se quedó muy presente en mi, demasiado. Tanto, al grado de que no pude dormir toda una noche. -resopló y observó delicadamente los maceteros que contenían exquisitas y pequeñas flores y adornaban la rasposa barda del balcón. —Esa misma noche tuve un sueño loco. Y creo que te vi.

—¿Me viste? ¿Qué viste?

—Solo te vi. Y tuve uno de esos extraños fenómenos parecidos al Deja vu. -ella soltó una gran risa. —Hablo en serio. Creo que algo había sucedido.

—Lo siento, lo siento. Solo trato de verle el lado amable a todo esto.

—¿Y ése cual es?

—No tengo idea.

—Sabes algo, Gracie Jayde. -comentó, dandole un cambio radical al tema en conversación.

Ella dejó salir un sonido afirmativo, dándole pie a que continuara con su habla.

—Si eres bonita. -salió de su boca, sin que él mismo midiera sus palabras. Demasiado tarde para retirar lo dicho.

Ambos chicos llenaron sus mejillas de un tierno color rojo. El nerviosismo se apoderó del lugar, y Luke abandonó la escena.

Momentos más tarde, Gracie reaccionó. ¿Dónde había quedado el Luke Hemmings tímido con las chicas? Sonrió divertidamente ante sus pensamientos. Le había extrañado.

(...)

—Ya dejame en paz, Calum. -después de un agitado regaño, Hood pudo sentir un leve golpe sin gracia en su hombro.

—¿Y todo este maltrato a qué se debe? -carcajeó después de soltar aquel comentario sarcástico.

—Llevas treinta minutos molestandome con lo mismo. Ya superalo. -comentó fingiendo un mínimo grado de fastidio en su tono.

—¿Qué? -se encogió de hombros. —Es que Gracie, si eres bonita. -se burló en un fallido intento de imitación a Luke, y entonces, dejó de reprimir una estruendosa carcajada que llevaba escondiendose durante menos de cinco segundos.

—No debí contarte nada.

—Oh vamos. -se le tiró encima e intentó hacer gestos mostrando ternura y arrepentimiento, los cuales no causaban gran impacto, ni mucho menos el objetivo que esperaba. —Lo siento.

—No te queda la cara de cachorrito tirado a plena calle durante una noche fría. -intentaba falsamente safarse de los brazos de su amigo.

—Un día. -él alzó su dedo índice en una manera acusadora, para después proseguir. —Un día seré rubio, y alto, muy alto. -hizo una mueca mientras miraba con dirección al suelo y entonces volvió con su gran asunto. —Y seré llamado Luke Hemmings y entonces me amarás. -ella rodó los ojos y terminó de abrazarlo completamente.

Era grandioso el hecho de que ambos pudieran congeniar, aunque él no recordara sucesos pasados. Gracie extrañaba exageradamente a sus padres y amigos, tener almenos a una de todas esas personas importantes en su vida, ya era ganancia.

Si continuaba pensando y matándose la cabeza con todas las desventajas y cosas malas que este accidente le había traído, terminaría vuelta loca, y quizá encerrada en alguna clínica. Debía ser positiva, mostrarse alegre, aunque por dentro estuviera consumiendose entre sus interminables mares de dudas. Era tiempo de darse cuenta, que aunque los días transcurrieran, nada iba a mejorar.

—Será mejor acostumbrarse. -Diane apareció en la habitación, como si estuviese leyendole la mente.

—¿De qué hablas?

—A todo esto. Debemos aceptar lo que está pasando, y que quizá todo tiene una razón. -intentó reconfortarla, pero todo salió alrevéz.

—No creo que el borrarme del mapa sea para una buena razón.

Salió de ahí. No tuvo tiempo ni para detenerse a pensar en que había dejado a Diane, la persona que le hospedaba, con la palabra en la boca, o que había sido un acto grosero de su parte corresponderle con aquella manera. No hubo tiempo. 

En las circunstancias donde se encontraba, ya no había tiempo. Para nada.

Abrochó la sudadera morada que llevaba encima. El frío comenzaba a sentirse. Su respiración helada le invadía el rostro mientras caminaba sin dirección. Pasó sus cálidas manos por la textura del pantalón que tenía puesto, la temperatura en ellas cambió.

Cruzó la acera rápidamente, miró la hora en su teléfono y aún era temprano, más sin embargo, el cambio de horario no le ayudaba en mucho, pues el cielo ya comenzaba a tornarse oscuro. Se detuvo en la banqueta al divisar, la ante sus ojos, llamativa cafetería. Entró en ella y agradeció dos asuntos. Número uno, que el local permanecía abierto. Número dos, que traía dinero consigo.

Tomó rumbo hasta la barra de pedidos y realizó lo que debía hacer para obtener el delicioso producto. Inmediatamente se lo entregaron, pues no muchas personas esperaban sus pedidos. Pagó y se retiró a una, esperadamente, solitaria mesa cerca del gran ventanal transparente. Por su mente abordaron los distintos recuerdos de las tantas veces que había acudido a ese lugar con Ashton. Ashton. Él sería el siguiente que intentaría recuperar.

Literalmente, ya no tenía nada que perder. Al día siguiente, sin más, iría a buscarlo.

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