22. Resignación.

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—Iré a buscarlo. -anunció. No tenía idea de como podrían salirle las cosas, se sentía nerviosa, pero aún así, estaba segura de lo que debía hacer.

—¿Estás bien con eso? -cuestionó nuevamente Diane. Gracie solo asintió ante su notoria preocupación. —Bien. Ahí tienes las llaves, la dirección, dinero... -la miro de una manera increíblemente doloroza. Quizá estaba siendo exagerada, pero no podía evitar sentir lástima ante tal situación.

La chica a la que estaba hospedando y de la que cuidaba por tiempo indefinido, parecía no tener nada en el mundo. A estos pasos, cualquier reacción indiferente de Ashton, podría derrumbarle.

Definitivamente nada era normal.

—¿Hola? -Gracie ya se encontraba en la supuesta puerta de la supuesta casa de Ashton, con este atendiendole confundidamente.

—¿Ashton? -moría de ganas por correr y abrazarlo, más sin embargo había decidido no demostrarse tan afectuosa para no asustarle.

—Sí, ¿y tú?

—Uhm. Nada, verás -sin notarlo, ya había tomado las uñas de su mano derecha entre los dientes. Necesitaba refugiarse en algo.

—¿Te equivocaste de casa o algo? -preguntó normalmente y sin importancia alguna, mientras acomodaba un poco los mechones de cabello que le caían sobre la frente y hacia los costados.

—Si. -respondió finalmente. —No eres el Ashton que busco. -sonrió en un intento para lucir apenada.

—Descuida linda, la gente se equivoca. -encogió los hombros y le regaló una honesta sonrisa de despreocupación.

—Muchísimas gracias. -y sin más se fué.

Debía aceptarlo.

Nadie la recordaba aquí. ¿Por qué mierda? Ni idea.

Transcurrieron algunas semanas, el ambiente se había librado de tensiones, afortunadamente, pero un poblema nuevo debía avecinarse: las clases comenzaban de nuevo.

—Bien, Gracie. Debo irme al consultorio, sabes. Puedes ir sola, la preparatoria queda muy cerca. -lo último que se escuchó fué la puerta cerrarse.

Sin muchas ganas y con la tristeza al filo de la mente, Gracie bajó las escaleras apresuradamente. Ya estaba lista. Quizá y se encontraría con Calum en clases, y con suerte hasta Luke o Ashton. Esas posibilidades eran las únicas que le mantenían de pie.

—Hay de beber, siento el poder, orgullo de tierra, la sangre caer. -canturreó por toda la habitación mientras preparaba un ligero almuerzo. Hace dos semanas había mirado un reportaje histórico y la letra del tema principal se le había quedado. —Me largo. -habló sola y con la boca llena, después de una mordida a la verde manzana que sostuvo en sus manos durante algunos segundos.

Dentro de la preparatoria, todo parecía estar igual que siempre. Ojalá.

Los pasillos estaban llenos como cualquier primer día de clases.

Los alumnos lucían enojados, fastidiados y los profesores parecían algo atareados.

Según la hoja azul que le habían entregado en la entrada principal, su primer clase le sería impartida en el salón F - 5 de la segunda planta.

Cuando ya estuvo dentro de la sala, optó por tomar el último asiento de la esquina vacía. Fué la primera en llegar, pues lo había hecho demasiado temprano. Minutos después la primer campana sonó, y una estampida apurada de estudiantes cruzó por la puerta.

Percibió los murmuros de que la profesora estaba con retardo y próxima a una reunión de consejo, entonces llegó a la conclusión de que tendría el resto de la hora libre. Comenzando con no conocer a nadie del curso, siguió el protocolo de autodistracción y sacó su reproductor, colocó algo de Linkin Park, subiendo el máximo volumen de sus auriculares.

Al pasar del tiempo, ya llevaba cinco canciones terminadas, más de un momento a otro, alguién sutilmente le arrebató un audifono del oído.

—Mala idea, quien sea que haya sido. -resopló.

—Tranquila, soy yo. -Calum le sonrió exageradamente.

—Tarado, casi te golpeo.

—Más vale que no fueras a golpearme donde sucede la magia, digo, me dejarías sin crías.

—Deja de ser tan subnormal. -dijo sin reprimir aquella risotada que él le había causado.

—Por cierto, Grace. -el chico se acercó y susurró suavemente. —La chica de la otra esquina no te quita la vista de encima. Causa miedo.

—¿Cuál? -inquirió curiosamente y sin ser notada, giró la vista hasta aquella mencionada.

Una chica de cabello exageradamente negro y lacio. Con una vestimenta algo extraña y un sin fin de collares con extraños accesorios en ellos.

La miraba con una especie de ¿odio? Quizá no era eso, pero su expresión era muy fuerte y determinada. La intimidaba. ¿Qué pretendía? ¿Quién era?

Ambos decidieron olvidar aquel suceso y pasaron el resto de la clase entre animadas conversaciones, hasta que el timbre se dió.

Calum corrió histéricamente. Su próxima clase debía tomarla con la peor profesora de toda la institución. Debía correr, y así hizo, dejando a su amiga completamente sola.

El aula se vació de a poco, pero Gracie yacía en ella, ordenando sus cuantos libros.

La misma otra chica seguía en la misma posición, y con su mirada fija en un punto exacto, y ese punto era Gracie Jayde.

—¿Te sucede algo?

—Tienes cara de ser Gracie. ¿Eres? -asintió confundida. —Me dijeron que te encontraría aquí. -susurró audiblemente. —Soy Lunahi.

—¿Cómo?

—Lunahi. Lu na hi.

—Oh.

(...)

—¡Me siguió hasta casa, Diane! Está afuera, no dijo ninguna palabra durante el trayecto, pero ¡me está siguiendo!

—Tal vez sea lesbiana. -contestó Diane en un tono divertido.

—¡Tu intento de tono divertido es todo menos divertido!

—Estoy escuchando. -se pudo oír desde el patio.

—¡Es ella! -la doctora carcajeó. —¡Diane! -se quejó.

—Abriré yo, ¿de acuerdo? -Gracie asintió levemente y huyó por las escaleras.

Diane abrió la puerta, rodó los ojos y transformó su expresión.

—Dunstan, ¿porqué te presentaste como Lunahi, inepta?

—Vi una película mágica el fin de semana. -agregó con una risa.

—Entra, ya era hora de que aparecieras en escena.

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