Parte VII: Mi papito querido.

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Ciudad de México, 1942

Joaquín estaba en la biblioteca de la universidad. Estudiaba derecho en una universidad religiosa, que bien parecía ser exclusiva de varones, pues pocas mujeres tenían acceso a la educación.

Ahí tenían un enorme reproductor vinilos, buscó entre los discos del estante y se encontró con una grabación de María Callas, la misma que estaba escuchando la tarde anterior.

Se sorprendió de tantas coincidencias que estaban apareciendo repentinamente en su vida. La sacó del estante y comenzó a reproducirla.

O mio babbino caro,
mi piace, è bello bello,

"¿Te pusiste así solo porque si o porque te proyectaste?"

Recordó las palabras de su hermana

vo'andare in Porta Rossa
a comperar l'anello!

Aquellas manos que tocaban la guitarra estaban llenas de anillos.

Si, si, ci voglio andare!
E se l'amassi indarno,

Inconscientemente se le vino a la mente esa ave cantora de caireles dorados ante el sol de aquel mediodía.

andrei sul Ponte Vecchio
ma per buttarmi in Arno!

Sentía como si esa canción describiera aquel día que lo vio.

Mi struggo e mi tormento,

Lo atormentaba la idea de pensar en él.

Pero claro que no podía ser. No podía sentir algo por alguien como él.

O Dio! Vorrei morir!

Mas bien, no podía sentir nada por nadie.

A lo largo de los años había estado tan ocupado sí mismo y en estar en una competencia con su padre que jamás había sentido lo que era el amor.

Babbo, pietà, pietà!

Sólo se quedó petrificado con las emociones a flor de piel sin saber por qué se sentía así.

Babbo, pietà, pietà!

Emilio salió a la calle con ganas de comerse el mundo.

– Creo que hoy nos espera una aventura a usted y a mí, señorita. - le hablaba a su guitarra.

En realidad casi no tenía diálogo con personas. Después de que su madre murió se retrajo más de la gente y no creció jugando con los demás niños.

Fue hasta que un día regresando de la escuela, en una estrecha calle encontró a dos viejos hombres jugando ajedrez. Le pareció interesante y se a acercó a ellos, los hombres al ver curiosos a un niño interesado en un juego que se consideraba tan aburrido, lo invitaron a jugar.

Y así se convirtió la rutina de Emilio, todos los días sin falta iba a echarse una partida y hacer jaque mate. Para unos podría parecer inusual o aburrido, pero esos hombres llenos de sabiduría eran los únicos amigos para el pequeño.

Cierto día, Ramiro, uno de los hombres, llegó con una brillante y reluciente guitarra.

– ¿Es eso un juguete? - preguntaba el pequeño curioso.

– No, chiquillo. Esto es una guitarra, toca estas cuerdas y sólo escucha. - Ramiro comenzó a tocar una suave melodía con sus dedos. Emilio estaba quedando encantado ante los hermosos sonidos que provenían de ese negro objeto.

Pinceladas a la guitarra  [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora