Ciudad de México, 1942
– ¡Nicolás! ¿Ya me vas a decir que te pasa? - Joaquín lo iba persiguiendo desesperado por los pasillos.
Se había desaparecido casi por un mes sin dejar ni rastro alguno y ahora había aparecido completamente diferente.
– Déjame pasar. - respondió Nico ya harto.
– No hasta que me digas que te pasa. Tú no eres así.
Sus ojos se veían tristes. Podía sonar duro pero al mirar al fondo de él podías notar una profunda tristeza.
– Hablamos en la noche en tu casa. - le susurró discretamente y se marchó.
Si las paredes de aquella vieja facultad ya te hacían llorar de lo tristes que eran y el aire que se respiraba, sin la presencia de Nico era como si los muros se derrumbaran.
Joaquín suspiró y tomó asiento en una de las bancas y sacó su cuadernillo y un trozo de carbón.
Mientras estaba dibujando, a su lado se sentó una jovencita pelirroja que portaba el guindo uniforme y una larga falda. No se percató de la presencia de Joaquín, pues llevaba un libro de economía que tenía "Elaine" escrito en letras grandes.
– Te apuesto a que quisieras cambiar esa larga falda por algo como esto. - le mostró uno de los diseños que estaba dibujando. Pues se aproximaba una gran fiesta.
– ¿Y tú que vas a saber? Eres hombre. - Respondió de inmediato Elaine.
– ¿Perdón? - Joaquín definitivamente no se esperaba la reacción de la señorita.
– A ti ni siquiera te costó ni la mitad de lo que a mí me costó estar aquí. ¿Crees que después de todo me van a preocupar y voy a sufrir por cosas tan tontas como una falda?
Ella tenía razón. Se puso a pensar en todas las veces que se había quejado y sufría por estar ahí. Él no había movido ni un solo dedo para estar sentado donde estaba, sin embargo lloraba por ello cuando otros lloraban por nunca tener esa oportunidad.
– Discúlpame, creí que te iba a gustar. Nunca está de más hacerle un cumplido a alguien en medio de un lugar tan deprimente.
– Estás en una universidad privada sin hacer un mínimo esfuerzo, y aún así vas a sacar adelante la carrera sólo bastando con que tu padre le pague al director con el dinero que le da nuestro querido presidente, vaya, que deprimente. - volvió a contestar la pelirroja y siguió hojeando su libro.
Todos en el campus lo ubicaban y reconocían por su padre. Era un privilegio y su maldición. Pues así se le facilitaba más que al resto llevar la carrera, y por ello mismo se ganaba el desprecio de otros.
No estaba acostumbrado a ver a mujeres tan aguerridas y propias. Por lo general, eran sumisas y estaban un tanto resignadas al orden establecido. Pese a todo lo que aquella señorita le había dicho, le agradaba eso de ella.
Joaquín prefirió ya no decir nada más, pues sabía que palabra que le dirigiera le iba a responder con un golpe de realidad en forma de palabras.
La pelirroja tomó su libro y se levantó. Le tomó por sorpresa que fuera tan pequeña. - Adiós Joaquín, nos vemos en la gran fiesta de tu casa.
– Espera... ¿vas a ir? Serías perfecta para los modelos que he estado haciendo, mira. - se los mostró emocionado a Elaine nuevamente.
– Ay, Joaquín, me encantaría, pero no creo que a los ricos les guste que la servidumbre les sirva en sus charolas de plata vestida de calabaza. Nos vemos mi cielo. - respondió en tono de falsa simpatía y se dio la vuelta.
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Pinceladas a la guitarra [Emiliaco]
FanfictionDos almas artísticas buscan unirse, uno tocando la guitarra y creando melodías con su voz y el otro con sus dedos pintando el mundo, llevando en su mente como musa al chico de cabello rizado que llegó a la casa azul. ¿Qué obra de arte crearán juntos?