Volverte a ver

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Mientras caminaba sentía como flaqueaban sus rodillas y los nudillos de sus manos se pusieron tan fríos como el viento que acariciaba su cara. El ver de nuevo ese rostro y escuchar esa voz después de tanto tiempo la descompuso como no pensó que sucedería.

Su compañero la rodeó por los hombros para darle un poco de calor corporal y que ella no se preocupó en alejar. Caminaron en silencio hasta que el hombre detuvo un taxi y ambos subieron para llegar al condominio donde ella vivía ocasionalmente.

Se despidieron en el lobby del complejo de departamentos mientras ella sonreía amable y observaba a su compañero alejarse del lugar, suspiró ruidosamente y se dirigió a su habitación. En cuanto entró, arrojó las zapatillas que se había empecinado en usar para ver qué tal lucía, si bien ese no era su estilo, trataba de cambiar de aires de vez en cuando.

Encendió el aire acondicionado, se desvistió quedando solo en ropa interior; recogió su cabello en un chongo mal hecho y se dejó caer en el sofá. Su morada era el lujoso penthouse de ese edificio. Su trabajo le había permitido adquirirlo, dándose un frívolo gusto que compró en cuanto comenzó a tener buenos ingresos económicos.

Cruzó los brazos detrás de su cabeza para descansar. El tiempo había hecho su trabajo a la perfección con su expareja. Levi se le antojó sobremanera al verlo de nuevo, tan atractivo y con su rostro pedante como antaño, como siempre.

Deslizó suavemente sus manos sobre sus hombros al recordar que estuvieron en contacto con los dedos de ese hombre que alguna vez amó con locura, dio un fuerte grito que acalló con sus manos mientras pataleaba al aire y recordó ese inesperado reencuentro tan esperado por ella.

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—¿Levi? ¡Qué sorpresa! Ha pasado tanto tiempo. ¿Cómo estás? —dijo ella con nerviosismo en la voz, tratando de sonar natural, mientras giraba el torso para ver mejor al hombre que la había sujetado por los hombros.

—Estás hermosa —susurró él.

—Oh, vamos, no sigas que me harás sonrojar —ella sonrió al tiempo que se ponía de pie— Hoy es tu cumpleaños, ni creas que lo he olvidado. ¿Aún te disgusta que te abracen este día? —colocó sus manos en su estrecha cintura.

—Sí, pero —... él no pudo seguir hablando, se dedicó a mirarla descaradamente de pies a cabeza. Hange lucía un vestido negro, de largo llegaba a las rodillas, el área del escote estaba pegada a su torso y una coqueta abertura en forma de triángulo en este, dejaba ver sus pequeños, pero bien formados pechos. El vestido hacía juego con unas zapatillas Louboutin negras.

—¿Puedo darte un abrazo? Solo por tu cumpleaños, no por Navidad —ella sonrió nerviosa y le guiñó el ojo.

—No tienes que pedirlo, tratándose de ti —Levi la miraba a los ojos.

—Si no mal recuerdo, antes te molestaba que lo hiciera —la mujer se encogió de hombros.

—Has dicho "antes".

—Entonces, ¿ahora sí puedo? —ella abrió los brazos esperando la indicación para poder abrazarlo. Un abrazo aparentemente inocente y sin intención, pero con toda la intención del mundo de parte de ella.

El hombre se aproximó a Hange, la jaló de una mano y la atrajo hacia él; al estar ella más alta con esos tacones, la postura se miraba graciosa a la vista de los demás. A su mente volvían los recuerdos vividos al lado de ese hombre pequeño que la apretaba contra sí.

—Feliz cumpleaños, enanito —ella reforzó el abrazo.

—Tch, no has cambiado.

—Tú tampoco —le costó romper el contacto, pero debía hacerlo, porque no estaba segura si iba a poder seguir resistiendo esa tensa situación mientras él acariciaba suavemente su espalda.

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