Tristeza

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El año estaba por terminar y por lo tanto, el aire que soplaba era frío y eso hizo que sintiera la necesidad de beber algo caliente. Entró a una cafetería y solo pidió un café americano, ese día lo tenía libre y quería disfrutar las cosas simples de la vida.

Tenía algunos días dándole vueltas en la cabeza la llamada que recibió de Levi, tal parecía que el hombre sí estaba muy ebrio, pues no volvió a llamarla. Intentó llamarlo sin éxito, no respondía las llamadas y siempre la enviaba al buzón de voz. ¿Sería acaso que Levi la evitaba? Y aun con eso, no entendía por qué seguía pensando de manera constante en él. Pero lo que sí entendía, era que debían aclarar las cosas y una vez hecho eso, cada quien seguir su camino.

Estaba resolviendo un crucigrama cuando sintió que algo había entrado en su ojo, se quitó sus anteojos para remover la impureza y cuando se colocó de nuevo sus lentes miró como un hombre la observaba fijamente. Era un hombre de quizás su edad y con un rostro amigable, ella inclinó la cabeza como intentando reconocerlo pero no lo consiguió.

El hombre, con café en mano se acercó a ella y tímidamente le preguntó —¿Es usted Hange Zoë?

—Sí, soy yo, ¿me conoces? —ella levantó las cejas.

—Qué alegría encontrarla, líder —sonrió aliviado el hombre.

—¿Líder? ¡Oh por Dios, oh por Dios! ¡Solo una persona me llamaba así!

—Bueno, no nada más yo...

—Pero sí el que lo recalcaba siempre, ¡me alegra verte, Moblit Berner! —Hange se puso de pie para acercarse al hombre y darle un abrazo.

—Cuidado, Hange, el café está muy caliente —sonrió él, nervioso, ante la efusividad de la mujer.

—Lo lamento, pero me emociona verte después de tanto tiempo.

—Lo mismo digo... ¿puedo? —Berner pidió permiso para sentarse en la misma mesa que Hange.

—Por supuesto, ven, siéntate conmigo. ¿Cómo has estado? Tantos años sin saber de ti —Moblit tomó asiento mientras acomodaba su café sobre la mesa.

—Bueno, todo está muy bien, aunque a veces el trabajo te estresa pero nada que no se pueda controlar.

—Me alegro mucho, Moblit, pero cuéntame más, ¿te casaste, tienes familia? ¿Vives aquí?

—Vaya, esas son muchas preguntas —rio él, nervioso ante el cuestionamiento de Hange.

—Creo que me estoy excediendo —ella también rio.

—Es comprensible, querer ponerse al día a veces resulta imposible, hay tantas cosas que uno quiere contar a la vez que no se decide por cuál.

—Ay, amigo, no sabes cómo te he echado de menos.

—¿En verdad? Pues no lo pareció —dijo él, con disgusto en la voz—. Después de que te fuiste y nos dejaste con el trabajo tirado, el doctor nos sancionó severamente. Aunque ya habíamos avanzado mucho, tu parte era la fundamental y nosotros solo te servíamos de apoyo. Nos costó bastante terminar y lograr que aceptaran el proyecto —ante lo dicho por Berner, Hange intentó fingir una sonrisa que más bien parecía una mueca tosca y bebió un poco de su café para evitar decir alguna tontería.

—Pensé en eso todo el tiempo, pero no podía quedarme más. Me alegra saber que eso no fue impedimento para su titulación.

—No, no lo fue, trabajamos con todo el ahínco del mundo y lo logramos. Keiji, Abel, Nifa y yo hicimos un buen trabajo al final.

—Me alegra escuchar eso, ¿y qué fue de ellos, los frecuentas?

—Sí, bueno, de vez en cuando nos reunimos y platicamos de cómo nos ha tratado la vida.

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