Recuerdos

796 112 30
                                    

—¡Hola, Hange!

La aludida, al escuchar su nombre giró el torso para encontrarse con un pequeño grupo de mujeres, sus compañeras de trabajo.

—Hola chicas, ¿qué tal? —respondió ella.

—¿Vas de compras? ¿Irás a comprar ropa para la fiesta de mañana en la noche?

—Am... sí —dijo, no muy convencida.

—Entonces vayamos todas, conozco una tienda que tiene hermosos conjuntos y vestidos —sugirió una de ellas.

—Bueno, ya que insistes —Hange se encogió de hombros y se colgó del brazo de una de las mujeres. Entonces, todas sonrientes se adentraron a la enorme plaza comercial adornada con motivos navideños mientras un gigantesco árbol de Navidad les daba la bienvenida.

Algunas horas después, todas traían enormes bolsas con sus compras, todas a excepción de Hange, que no encontró nada de su agrado.

—Vamos, Hange, algo debió haberte llamado la atención, fuimos a muchas tiendas.

—No puedo creer que nada te gustara —opinó otra.

—Lo siento chicas, creo que tengo gustos algo peculiares —dijo, rascándose la nuca.

—Nada de eso, siempre habrá algo en algún lugar. Además, debemos impresionar al público masculino —una de ellas sonrió e imitó la pose de una modelo.

—No seas tonta, no iremos para eso... bueno, solo un poquito —bromeó otra.

Todas rieron a carcajadas, menos Hange que se encontraba viendo si alguna tienda tenía algo bonito que le gustara. Todo se le hizo tan llamativo y ostentoso. Aunque por más que veía, no se decidía por nada, además que aún no les había dicho a sus colegas que no iría a la fiesta. Su plan era otro, ir a Sina a visitar a sus amigos Nanaba y Mike y quizá acompañar a Erwin a recibir el año nuevo, como había hecho algunas veces anteriores.

—¿Saben qué? Creo que no me compraré nada, ya buscaré algo entre mi guardarropa —dijo Hange, cansada de tanto caminar.

—Ay no, ¿nos trajiste dando vueltas para decirnos eso? No, señora, ahorita mismo daremos otra vuelta y no saldremos de aquí hasta que te decidas por algo.

Hange y las demás suspiraron cansadas. Consideró que fue un error acompañarlas en sus compras, pero ya no podía lamentarse.

Varias tiendas después, Hange por fin encontró algo de su agrado, las mujeres la miraron con aprobación y sonrieron totalmente satisfechas. Hange era una mujer de estrambótica belleza y no entendían por qué no se encargaba de demostrarlo al mundo, ocultando su belleza bajo holgadas camisas y grandes pantalones.

Al finalizar la jornada de compras fueron a un pequeño café a descansar y ponerse al día, pero Hange desistió de ellas y alegando cansancio, dijo que se retiraba a descansar.

—Gracias por lo de hoy, chicas, son las mejores. Con cuidado a casa —se despidió de todas ellas.

—No te preocupes, amiga. Mañana nos vemos, descansa y ve con cuidado también.

—¡Sí! —Hange alargó el si mientras se alejaba agitando la mano, con una actitud tan despreocupada que causaba asombro a sus compañeras.

Zoë llegó a su departamento y sacó las cosas que compró esa tarde para acomodarlas en su maleta de viaje, llamó al condominio para avisar que llegaría la mañana siguiente y tuvieran listo su penthouse.

Dieron las ocho de la noche, decidió tomar una ducha y dormir un buen rato, pues tendría que madrugar para tomar el avión por la mañana.

.

SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora