Abatido

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Levi salió del departamento de la joven Ral con el rostro abatido, eran las cinco de la tarde y se sentía cansado. Esa catarsis le estaba pasando factura rápidamente. Caminó y se detuvo en una parada de autobús, ese día decidió dejar su auto en casa porque estaba seguro que al terminar la charla con Petra no se iba a encontrar bien. No se equivocó.

No se sentía con ganas de llegar a su casa, no quería llegar a encerrarse en esas cuatro paredes. Bien podría distraerse escuchando música, mirando películas o leer un buen libro, pero no se sentía con ánimos para algo así. ¿Qué podía hacer? ¿A dónde podría ir? Se sentía tan solo... frunció el ceño para al instante relajarlo...

—Ya sé —murmuró en voz baja. Caminó decidido para ir de cacería, esperando encontrar una mujer para pasar la noche e intentar olvidar; pero al dar tres pasos se quedó inmóvil, rectificando su camino—... No, mejor no... Eso no me sirvió en el pasado...

Se quedó de pie, pensando, con la cabeza gacha, en ratos miraba hacia el cielo, como si al mirar hacia arriba, alguna idea le cayera de allá. El tema de Hange lo descolocó como no imaginó, pues llevaba tantos años guardándolo. Abrió grandes los ojos, una nueva idea llegó a su mente—. Ah, ya sé —de nuevo algo se le ocurrió, llamaría a algunos de sus colegas para ir a algún bar, quizá le ayudaría ir y dejar vacíos algunos estantes del mismo, para después ir a vaciar otro bar. Sí, eso era buena idea, sus ojos volvieron a la normalidad, dio unos cuantos pasos de manera firme, pero tan pronto se mostró decidido, así de pronto se detuvo —... No, eso tampoco ayudará en nada...

Algunas personas que pasaban junto a él lo miraban con extrañeza, ese hombre pequeño llevaba ya varios minutos ahí les causaba curiosidad, estaba en un debate mental en el que no sabía qué hacer, vacilaba al caminar y hablaba consigo mismo, era un caso curioso.

—No, no, nada de eso —Levi se sujetó la cabeza con ambas manos, comenzaba a manifestarse una leve punción en su sien derecha—, nada de eso funcionará. Seré idiota, mejor voy a casa...

Caminó ahora sí con paso firme hacia su casa, caminar le estaba haciendo bien, le distraía mirar todos esos edificios, personas y negocios a su alrededor. Se preguntaba si alguien más estaba teniendo los mismos problemas que él, ¿cómo lo estarían llevando? Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y apresuró el paso, llegaría a su casa para darse una ducha, comer algo y descansar. Quizá se daría el lujo de poner música a todo volumen, claro, ¿por qué no?

Necesitaba despejarse, no quería seguir recordando la manera estúpida en la que arruinó su vida y la de Hange... ¿cómo lo habría pasado ella? Estúpido, idiota.

Pasó por un autoservicio, él no era fanático de las frituras y demás chucherías, pero esa vez sintió la necesidad de comer esas porquerías. Llenó una canastilla con caramelos macizos y suaves, galletas, frituras de maíz, bebidas gasificadas, además de varios jugos con alto contenido de azúcar. Llegó a la caja para pagar, la cajera lo miró con una gran sonrisa.

—Vaya, alguien va a embriagarse hoy, ¿mal de amores? —ella sonrió.

—¿Cuánto te debo? —dijo él, de mal humor.

—Uy, lo siento, amiguito —sí, la chica era más alta que él. Le dijo el importe de su cuenta y Levi sacó una tarjeta de crédito de su billetera, la deslizó en la terminal bancaria para después guardar ambas cosas en el bolsillo de su saco.

—Gracias —gruñó al final, llevando consigo su compra en una bolsa de papel.

Saliendo del lugar, caminó aumentando la velocidad inicial y no se detuvo hasta que llegó a su casa. Entró y colocó sus llaves sobre la mesa junto a su billetera, sacó todo lo que compró y lo colocó en orden en la barra de la cocina. Se sentó frente al batallón y lo miró con detenimiento, si su madre lo viera seguro le daría una gran reprimenda, ¿cómo reaccionaría Hange si lo viera comiendo eso? Ella era una fanática de los dulces y comida chatarra, ¿cuántas veces él no le había llamado la atención por esa manía suya de masticar los caramelos macizos?, echaba de menos ese acto.

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