Soledad

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Las fiestas de fin de año se hicieron presentes en un abrir y cerrar de ojos. Levi era el menos feliz, pues de nueva cuenta se hallaba en la oficina celebrando su cumpleaños y noche buena con sus compañeros, todo cortesía de Petra.

Hacía varios días que había estado evitando las llamadas de Hange y contrario a lo que pensó, la joven no desistió en su cometido de llamarle. No tenía cara con qué responderle después de esa llamada estando él ebrio.

Y pensar que llegó a emocionarle la idea de invitarla a la fiesta de fin de año tal como lo sugirió Petra, pero eso sería imposible. Era un cobarde, un pequeño cobarde después de todo. Hacía tiempo que no se había sentido tan inseguro consigo mismo, aunque si ese era el precio que debía pagar todavía a causa de sus errores, lo soportaría.

La fiesta parecía no dar fin. Levi ya quería irse a su casa a descansar de todas esas luces y villancicos navideños. Ya eran las diez de la noche, sus compañeros seguían platicando, bailando y bebiendo de sus copas.

«¿Qué estará haciendo Hange?», pensó. Se vio interrumpido al sentir el suave tacto de una mano posándose sobre su hombro izquierdo; giró el rostro y se encontró con el semblante cansado de Petra, la joven, en su estado, se notaba más agotada que de costumbre.

—Levi, Erd y yo nos retiramos —dijo ella, mientras se sobaba el vientre.

—Sí, ya váyanse, te ves fatal.

—¿Tú no te vas? —se sentó en un asiento al lado de Levi.

—Sí, solo voy por mi saco a la oficina.

—Bien, entonces te esperamos.

Levi se levantó y caminó hacia su oficina, tomó su saco y cerró la puerta con llave para después regresar al salón donde se llevaba a cabo la reunión. Petra y Erd lo esperaban mientras Ackerman se colocaba su saco; extrajo su pequeño celular del bolsillo de sus pantalones extendiéndolo hacia Petra para que lo sostuviera un momento, pero justo en ese instante, el aparato sonó.

—¡Es Hange! —Petra exclamó con sorpresa, mirando la pantalla del teléfono y después a Levi.

—¿Hange? —Repitió Erd, confuso.

—No contestes, por favor —Levi le imploró. Petra lo miró con malicia y respondió la llamada, Levi cerró los ojos, derrotado.

—¡Hola, buenas noches! —respondió Ral contenta.

—¿Hola? Lo siento, creo que me equivoqué de número.

—No, por supuesto que no, Hange. ¿Quieres hablar con Levi, no es así?

¿Quién eres? ¿Por qué sabes mi...?

—Pierde cuidado, te comunico con Levi, ¡cuídate mucho y feliz Navidad! —Emocionada, entregó el aparato a Levi— ¡Es Hange, es Hange!

—Erd, tienes que cuidar lo que hace tu esposa —reclamó mientras presionaba el celular contra su pecho, tratando de aislar el sonido y alejándose un poco de ese joven matrimonio.

—¿Qué pasa, Petra? No estoy entendiendo nada —dijo Erd, confundido. Petra lo codeó levemente en el abdomen y le indicó que guardara silencio.

—Hange —habló Levi, tratando de mantener su semblante estoico.

Levi, al fin. Hasta que te dignas en responder. Bueno, fue esa chica quien respondió realmente —¿acaso estaba escuchando bien? La voz de Hange se escuchó con una pizca de... ¿celos?

—Sí, bueno, es una compañera de trabajo —como ejemplar masculino que era, una pequeña chispa de descaro se instaló en él.

Entiendo, se escucha mucho ruido ahí, supongo que estás en una fiesta. ¿Es por tu cumpleaños?

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