Cap 11

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París, verano de 2014. 

—¡Qué pasada! —Gritó Laura—. Ojalá tuviera una espada convierte fiambres. Iba a convertir en salchichón a medio instituto. 

—Estoy inquieta por Nina. Me pregunto por qué querrá matarla el hombre lobo —dijo Angélica. 

—Porque es más tonta que caperucita. De hecho es tan tonta que como el hombre lobo se la coma, le bajará el cociente intelectual a menos quince. 

—¡Deja ya el mechero. Laura! ¡Te vas a quemar el brazo! Y lo que es peor, vas a quemar la casa —dijo Angélica. 

—Quiero ver si soy una hija de las brasas, como Coz. Me encantaría lanzarle una bola de fuego al profe de gimnasia en el ojete —explicó la hermana pequeña, mientras insistía en acercarse la llamita al brazo para ver si las venas se le marcaban con el fuego. 

Angélica puso mala cara. 

—Deja de decir tonterías, niñata. 

—¿No tienes más hambre? Mi estómago ruge, parece uno de los cuernos de los capas negras. 

—Bueno, un poco sí. 

—Espérame aquí. 

Laura bajó corriendo por las escaleras. Angélica se quedó sola en el desván lo que no fue de su agrado. Sola, las sombras alrededor parecían más oscuras, más amenazadoras. Los ruidos se multiplicaban y el viento que soplaba en el exterior acosaba las ventanas con sus quejidos. Laura tardaba demasiado. Angélica se acurrucó bajo la manta, como si un trozo de lana pudiera servirla de escudo protector. 

—¿Laura? 

Nada. 

—¿Laura? 

Nada. 

Algo le agarró de un pie y tiró de ella. Angélica gritó, pataleó e hizo volar un bote de cacao de untar y un paquete de pan de sándwich por los aires. No había motivo para alarmarse, era su hermana que le había gastado una broma. 

—¡Serás idiota! Me has dado un susto de muerte ¿Por qué has tardado tanto? 

—Los capas negras habían logrado entrar en la nevera. He tenido que pelear por la nocilla —sonrió, mientras preparaba un par de sándwiches. 

—Voy a seguir leyendo. Quiero ver quién gana la pelea —dijo Angélica, ya recuperada del susto. 

—¡Ah! Ahora sí que estás interesada en saber qué va a pasar ¿eh? Me parece que a Niebla le van a hacer más agujeros que a un colador. 

—Si Hans pelease contra Acero, le vencería fácilmente. Seguro que Hans acabará siendo protagonista del libro. Creo que me estoy enamorando un poco de él. 

—Menuda chorrada. Hans sólo le vencería en una carrera de velocidad porque huyendo es el mejor. Menudo cobarde. Venga, vamos a ver qué pasa con la pelea. 

El hombre que observaba a las hermanas desde las sombras del desván se removió, inquieto. Recordaba perfectamente cómo acabó aquella pelea... El resultado no fue de su agrado.

Niebla y El Señor de los Cristales Rotos vol 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora