Cap 6

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Cercanías de Praga de Fuera, verano de 1939 

La sangre manaba por el cráneo destrozado y teñía de ocre el pelo rizado y rubio. El cuerpo sin vida se apoyaba en el tronco de un olmo solitario, en medio de un claro del bosque. Se trataba del cadáver de una cabra joven sacrificada esa misma mañana. Un cebo muy efectivo. 

Mirko estudiaba la línea de árboles, convencido de que esa noche acabaría con la bestia. El joven tenía dieciséis años, pero era uno de los mejores cazadores de la comarca y, desde luego, el más valiente. Nadie se atrevía a acompañarle. Otra noche más había emprendido la caza con la única compañía de su escopeta y de un zurrón de cuero. La región vivía atemorizada por el gran lobo negro que merodeaba por los bosques de Krivoklátsko desde comienzos de año. 

Una gran bestia que destrozaba barreras de gruesos troncos como si fueran palillos, esquivaba las trampas cual zorro astuto y devoraba rebaños enteros de ganado. 

Un vecino de Kublov aseguraba haberse topado con el animal, al que describía como un lobo del tamaño de un oso pardo. Una bestia brutal de colmillos afilados y ojos rojos como el fuego. Un campesino de Lubna juraba haber visto a un ser con cabeza de lobo y cuerpo humano, aullando a la luna en un claro en medio del bosque. Un tendero de Nizbor contaba que se encontró a un hombre rubio, durmiendo desnudo al alba junto al camino de Praga, con la boca y las manos manchadas de sangre y un montón de cabezas de oveja a sus pies. Así que las habladurías estaban servidas: un demonio, un hombre lobo, una bestia de las sombras... 

—¡Tonterías! —Susurró Mirko para sí y se echó aliento en las manos. 

Eran exageraciones y cuentos de vieja, que se contaban al calor de las hogueras para asustar a los niños y a los temerosos. El propio Mirko había visto las mordeduras en el cadáver de una oveja. Sin duda se trataba de un lobo inusualmente grande y peligroso, pero nada más. Como cazador, lo único que le sorprendía es que el lobo no formaba parte de una manada, sino que atacaba solo. Fuera como fuese, él lo cazaría y regresaría triunfal al pueblo, ganándose el respeto de los hombres y la admiración de las jovencitas. 

Mirko contempló la luna casi llena contra el telón oscuro de la noche. Cada respiración del cazador levantaba una columna de vaho hacia el cielo. Era verano, pero hacía un frío más propio del otoño. Mirko aguardaba pacientemente en su refugio, masajeándose los brazos para entrar en calor. Cambiaba de postura cada pocos minutos para no quedarse anquilosado en la fría madrugada. Las horas pasaban, la noche menguaba y la frustración de Mirko crecía bajo la amenaza de volver a casa con las manos vacías. 

Un aullido aterrador le heló la sangre. Mirko no era un cobarde ni creía en los demonios del bosque, pero sintió unas ganas tremendas de echar a correr y no parar hasta llegar a casa de su madre. Tuvo que apelar a todo su valor para calmarse. Sujetó bien su escopeta y se mantuvo firme. No tuvo que esperar mucho. 

Una sombra se destacó entre la masa de árboles y entró en el claro lentamente. Mirko contuvo un grito. Era un lobo gigantesco, más grande incluso de lo que se decía en las historias de taberna. Tenía el lomo achaparrado y los cuartos traseros ligeramente más bajos que los delanteros, como las hienas. El cuerpo, amplio y velludo, estaba coronado por una cabeza enorme y oscura. Por un instante, el cazador creyó estar frente al dios tullido de los lobos que había descendido a cazar a la tierra. 

Mirko recuperó el control. Era solo un animal, un lobo asesino que estaba devorando el ganado de su familia y vecinos. Por muy grande que fuese caería bajo su escopeta. 

Preparó el arma y esperó a que su presa se acercase al cebo. La luna se hizo un hueco a codazos entre las nubes y le permitió contemplar mejor al impresionante animal. El lobo avanzó sin prisas hacia la cabra muerta. Al llegar junto a ella la observó con desgana. Venteó el aire varias veces y orientó la cabeza en dirección a Mirko. 

Niebla y El Señor de los Cristales Rotos vol 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora