Capítulo 7: Un romance imposible

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Me entrenó a diario durante semanas.

—No podrás estar al nivel de las demás ni competir en junio —me dijo—, pero nadie podrá decir que no sabes pelear —eso me prometió.

Me forzó a correr, a sudar, a comer mucho y a beber. Me exigió superar los límites de mi cuerpo y las barreras de mi mente...

—Tu problema no está aquí —declaró palmeándome el estómago—, sino aquí —señaló mi frente y la punteó—. Cada vez que oigas una vocecita que diga "no puedes" o "eres débil", Yolanda —me gruñó al oído—, mándala a la mierda.

—La mandaré —aseguré temblorosa, extasiada por su aroma y su aliento en mi oreja—. La mandaré.

Y luego repetía y volvía a repetir los movimientos. Las demás combatían y ejecutaban técnicas avanzadas. Loretta se esforzaba en enseñar a Monichi porque tenía potencial, pero yo no. Entorno a mí rondaba con ojo crítico pero en silencio, dejando a Sara la responsabilidad de corregir mis errores y dictar mis ejercicios, lo cual se me antojaba infinitamente mejor...

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Sara Oldstone se pegaba a mi espalda mientras sujetaba mi muñeca con una mano y apoyaba la otra en mi enloquecido vientre.

—La pierna recta, mete la cadera —me decía mientras ajustaba mi postura—. Así —y luego dirigía mi cuerpo para enseñarme la técnica—. Sigue mi movimiento...

Pegaba la patada lentamente, sujetandome mientras yo la imitaba, mi espalda contra su pecho. Todas mis neuronas estallaban de lujuria al contacto de sus dedos mientras sujetaba mi muñeca para que mantuviera el equilibrio. Mi corazón galopando contra mi pecho desbocado me impedía respirar con facilidad. Ésa era la gran ventaja de ser su pupila.

—¿A-así?

—Deja que te vea —se apartó para contemplarme y repetí el movimiento, tal como ella me había enseñado—. Mucho mejor —me sonrió orgullosa—. Una vez más.

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Pero si me tocaba mientras me instruía lo hacía sin el más mínimo ánimo sexual. Nunca la noté disfrutar de mi contacto o avergonzarse de él. Nunca me susurró a la oreja con candor sino con fiereza y seguridad. Nunca intentó besarme o me tocó donde no debía... no desde que quiso asegurarse de que el traje no me apretaba. Sus manos eran siempre puras y firmes, como si nunca se le pudiera pasar por la cabeza la idea de sobrepasarse o siquiera disfrutar de la suavidad de la piel ajena. Pero yo sí que sentía vergüenza cuando, delante de todo el mundo, guiaba mis movimientos y me palpaba buscando heridas.

Tampoco noté nunca que me olisqueara cuando estaba cerca, pero yo sí que notaba el fresco aroma a menta de su dentífrico, el sudor de su cuerpo y olor de su pelo. Todo ello me excitaba hasta morirme de lujuria que contenía y guardaba para luego.

Tampoco me miró en las duchas como si fuera la gran cosa, pero yo no pude evitar la tentación. De hecho, el privilegio de espiarla chorreando de agua era uno de los motivos principales por los que me quise unir al club.

Su atlética figura era perfecta: pechos discretos y medianos, tableta de chocolate, las caderas amplias, las piernas poderosas, esa cicatriz y hematomas puntuales de sus combates... Buscaba siempre sitios cercanos a ella y aprovechaba con cuidado y discreción para echarle ojeadas, no fuera que las demás lo notaran. A eso se le llama acoso, y sé que no estaba bien, pero me encendía el vientre y luego volvía a pensar en ella en la cama o la ducha de mi apartamento...

He de admitir, hablando del tema, que tampoco pude evitar ver a las demás, y me encontré de pronto rodeada de personas que para mí eran... sexualmente atractivas. Es decir, solo me gustaba Sara Oldstone, pero me descubrí apreciando también la belleza femenina de todas las demás de forma parecida. Ash fue la única a la que no vi, a ella le daba mucha vergüenza y se marchaba a ducharse a su casa, que al parecer estaba cerca.

Astral Arcana II - GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora