Capítulo 17: San Valentín Necro

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Un hilo de alambre se calentó a mi lado, tornándose rojo y atrayendo mi mirada. Era una bombilla, una bombilla que se encendió lentamente sobre la palma de Mark. Aquella bombilla, que carecía de cables, ascendió aumentando su intensidad e iluminó el lugar. No estaba muerta, pero ya no estaba en mi apartamento de la residencia. No estaba en ningún sitio que conociera. Me quedé perpleja, mirando alrededor, y di un paso atrás, alejándome de el hechicero. Estábamos en una especie ruinas subterráneas muy antiguas. Lo miré aterrada, él parecía muy serio.

—¿D-dón... dónde...?

—¿Estamos? —adivinó alzando una ceja. Asentí intimidada del poder de aquel individuo—. En un ancestral complejo subterráneo al otro lado del mundo.

—¿Y... q-qué...?

Él agitó la cabeza y comenzó a caminar.

—La situación ha cambiado —dijo alejándose de mí. No me quedó más remedio que seguirlo o quedarme en las sombras, y parecían aterradoras. Mi corazón latía muy fuerte—: necesito tu ayuda.

—Y-ya te dije qu...

—Antes me convenía tu ayuda, pero no la necesitaba —me interrumpió—. Ahora me he encontrado con un serio problema que no puedo salvar y la única que puede ayudarme eres tú.

No pude creerlo.

—T-tiene que haber alguien más...

—No —rechazó guiándome por los oscuros pasillos—, nadie más puede.

Troté tras él hasta llegar a un estrecho pasillo entre los escombros. La pared era de un gris oscuro de piedra tallada, plagada de extraños relieves. No tardé en identificar los dibujos: eran monstruos, zombis y tentáculos enfrascados una batalla horrible contra caballeros y guerreros. Pronto, los muertos y los demonios eran más abundantes a ambos lados del pasillo y me negué a mirarlos. Preferí mantener la vista clavada en la espalda de Mark, el egoísta que me había secuestrado y arrastrado hasta aquel lugar de pesadilla justo el día en que pensaba confesarle a Sara quien era. Ojalá hubiera estado ella conmigo, me habría hecho sentir segura, cosa que no conseguía Mark.

El pasillo acabó en un callejón sin salida, en un último relieve. Éste era grande, portentoso. Era un trono hecho de huesos y calaveras, a los pies del cual suplicaban cientos de manos que parecían surgir del suelo. Sobre el trono se sentaba un hombre ataviado con una túnica que apoyaba el pómulo derecho en un puño, dirigiendo una expresión de displicencia al pasillo. Un hombre con un rostro… ¿familiar? No pude reconocerlo, pero sus rasgos, ocultos bajo una espesa y larga barba, y la cabeza encapuchada, me producían una extraña sensación de dejavú, como si ya hubiera visto a esa persona antes. Como si le hubiera conocido. Aquella imagen me aterró hasta los huesos.

—Éste es Baal —me presentó Mark—: tu abuelo.

No pude creerlo. Aquello era grotesco, una pesadilla. Seguro que me había desmayado y estaba soñando. O quizá nunca me había levantado de la cama. O quizá me desmayaría ahora.

—¿Qué es este lugar? —pregunté con un hilo de voz.

—Una de sus antiguas guaridas. Una que usaba, en teoría, hace 400 años.

—¿Y para que necesitas mi ayuda?

Él iluminó el relieve con su bombilla mágica.

—Esto no es una pared, es una puerta —me explicó.

—¿Una puerta oculta? —adiviné.

—Precisamente —asintió—. Noto una fuerte fuente de energía astral al otro lado, pero no puedo teletransportarme dentro. Debe haber sellos de bloqueo astral de todo tipo. La puerta misma tiene runas ocultas —añadió señalando a la barba del viejo. Me acerqué para mirar. Entre los "pelos" de piedra había pequeños símbolos, casi invisibles—. Deben estar conectados con algún conjuro de sellado muy poderoso al otro lado. No puedo pasar.

Astral Arcana II - GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora