Capítulo 15: Feliz Navidad

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La vida siguió y pronto llegaron los exámenes de fin de trimestre. Todo el mundo se enfocó en estudiar, incluida la propia Sara Oldstone, que retrasó nuestros entrenamientos privados hasta las Navidades. Yo, por supuesto, saqué unas notas excelentes, perfectas, las mejores de la escuela. Los profesores y mis compañeras estaban impresionadas. Algunas hasta con envidia...

—Qué empollona... —alucinaba Jenny con mis notas en la mano—. ¿Se puede saber como has conseguido un 10 en clase de la señorita Cuervo?

—¿La señorita Cuervo? —repetí asombrada: ¿quien era esa?

—"La Cuervo" te tiene manía —se burló Nuri—, Jenny, acéptalo y jódete.

La rubia, refunfuñando por lo bajo y mirando para otra parte, me devolvió el papel para recostarse de mal humor.

—¿Y tú qué has sacado con "la Cuervo", Sara? —quiso saber Bea con tono alegre.

—Un 7,5 —respondió cansada—. Supongo que a mí también me tiene manía.

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Llegó entonces la Navidad y, tras la obra de teatro de fin de trimestre, sobre el nacimiento de Cristo, (representado preciosamente por las chicas del Club de Interpretación), el internado se vació casi por completo. Prácticamente todas las chicas de la residencia volvieron a sus casas, dejándome con un reducido surtido de presas. Tuve que conseguir más energía arriesgándome a buscar nuevas víctimas en las casas vecinas.

A punto estuve de irme yo también del internado. Mony quiso arrastrarme a casa de su madre para que celebrásemos las fiestas con ella, pero yo no quería alejarme de Sara Oldstone. Mi amiga, huraña y un tanto molesta, por poco se quedó conmigo para hacerme compañía, pero la convencí de que debía ir a recoger los regalos de Papa Noel a su casa. La pobre era tan ingenua que todavía creía, con sus quince años, en esas cosas.

Gracias a Dios, Sara Oldstone era de las pocas del club que vivía en la ciudad, junto a Ash y alguna más. Y por supuesto, ella no me iba a dejar pasar tantos días de entrenamiento. Es más, también me quiso hacer compañía en la biblioteca para estudiar y, un día, 22 de diciembre para ser exactos, reuní el valor necesario para invitarla a mi apartamento...

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Le abrí la puerta y ella cruzó cómo si aquello no fuera un momento importante. Para mí era todo un hito en nuestra relación.

—Y éste es mi cuarto... —le presenté encogiendo la barbilla.

Era sencillo y rosa, como el resto. Solo destacaban mi portátil, mis libros de terror, los pósteres de sensuales vampiras, el diploma de mi prueba de Coeficiente Intelectual (que era altísimo: 149), y mi tablero de ajedrez.

—Interesante —comentó observando los carteles con detenimiento—. ¿Te gustan mucho los vampiros?

—M-me gustan las historias de fantasmas sobre todo —confesé tímidamente—, pero también me gustan las novelas de vampiros y... No sé —curiosamente me asemejaba ambos tipos de monstruo... aunque no era ninguno de ellos.

—Mónica dice que eres muy buena jugando a esto —comentó pensativa señalando mi juego de ajedrez.

—Bueno... —me sonrojé levemente—, un poco —la verdad es que estaba harta de ganar al ordenador en máxima dificultad.

—Eso habrá que verlo —me sonrió—: te desafío a un duelo.

Había esperado hablar de cosas importantes, como confesarle mi amor de una vez..., pero de momento me conformé con jugar con ella y pasar un rato agradable.

Astral Arcana II - GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora