Capítulo 5: La cita

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Su paso era rápido y seguro, sin un atisbo de dudas. Una vez tuvo mis indicaciones ella fue quien me llevó a mí. Yo solo la seguí como un perrito faldero. Me pagó los billetes de autobús como una educada caballera y seleccionó los asientos sin preguntar ni decir una palabra. Nos acomodamos y esperamos mientras el transporte discurría por las calles de la ciudad.

Sorprendentemente aguantaba bien el silencio. Era extraño para tratarse de una persona tan popular, pero tampoco parecía una charlatana cuando estaba rodeada de gente. Más bien los dejaba hablar y ella solo intervenía cuando lo veía preciso, es decir, no hablaba para no decir nada, hablaba con la cabeza, con sentido. Entre nosotras dos, sin embargo, no había mucho que decir. A ella no parecía importarle, pero a mí me estaba poniendo triste y tensa. Porque yo quería hablar con ella, ¿pero ella no quería hablar conmigo?

Supongo que era normal que no le interesase. De todas formas mi vida era bastante penosa y aburrida, ¿así que qué podía contarle? Quería hacerla reír, cosa que por cierto aún no había conseguido. Ella era tan seria... ¿Pero cómo hacerlo? ¿Cómo hacer que sonriera? Abrí la boca para decir algo, pero no conseguí palabras. Entonces recordé la primera vez que la vi.

—Yo... Esto... —dudé cuando me observó—. T-te vi en la ceremonia de inauguración, peleando con Ash...

—Oh —sonrió—. ¿Te gustó?

Asentí vigorosamente, feliz de haber acertado con un tema que le gustase. Y por supuesto, hablar de peleas la entusiasmaría, era lógico. ¿Cómo no había caído? Esa era la forma de hablar con ella.

—Fue impresionante, estuviste genial.

¡Rió! ¡Lo conseguí! Fue con orgullo y frotándose la nuca, pero fue una risa auténtica y genial.

—Gracias, lo intentaba.

Es que sabía que era fuerte, ¿para qué negarlo? Si se esforzaba por ser la mejor y se entrenaba todos los días, lo menos que podía estar era orgullosa de ello. ¿Y qué porras? Era la campeona nacional júnior, estaba en su derecho.

—La verdad es que... —dudé mirándome los pies—. En fin, n-no sé... Que había pensando... —confesé buscando compasión en sus ojos— que yo también podría entrar al club de taekwondo.

Era totalmente cierto, lo había estado meditando. Cierto es que no tenía una constitución fuerte, ni lo más mínimo, y también es verdad que el deporte no me atraía ni pizca, y mucho menos con tanta intensidad... Pero quería estar con ella. Quería pelear con ella. Quería sentir su violencia y verla luchar y puede que tropezarme con ella y caer sobre sus mullidos pechos en el suelo del gimnasio... Quería sudar con ella y oler su esencia de guerrera. Quería entrar a las duchas con ella... El resto de chicas me daban igual, yo solo quería estar desnuda a unos metros de su húmeda piel. Al menos a unos metros, la idea me volvía loca.

Puede que sí que fuera una pervertida, depravada y hasta una acosadora sexual... pero eso no disminuía ni un ápice el hecho de que yo solo quería hacerlo porque adoraba sus ojos y su personalidad. Es decir, me gustaba todo en ella, no solo el físico, que también. Sobre todo ansiaba fundirme con el alma que había al fondo de sus perfectas pupilas.

—¿Te gusta pelear? —preguntó un tanto escéptica.

Habría dicho lo que fuera para entrar, habría hecho lo que fuera.

—Sí, me gusta bastante.

—Oh —¡me creyó!—. Habría jurado que preferías el club de lectura o de ajedrez —comentó despreocupada.

Me quedé embobada con la boca abierta. Esos eran los únicos clubes que había mirado pensando en la actividad, ¿cómo lo sabía ella? ¡Si ni siquiera estaba en la escuela cuando cogí los panfletos! ¿Se lo habría dicho Mony? Pero Mony no hablaba con los demás sobre nadie que no fuera ella misma. Sí, era un poco egocéntrica, pero precisamente por ello podía deducir que la propia Sara Oldstone le había preguntado explícitamente sobre mí. Pero eso no tendría sentido, ¿verdad? A menos que ella también...

Astral Arcana II - GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora