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El otoño había hecho ya su entrada oficial en la ciudad de Tokio, haciendo que las hojas de los árboles lentamente se fueran poniendo amarillas y cayesen, pintando de colores las grises aceras.

Cubriéndose ambos con un único paraguas, Shinichi e Irene avanzaban a paso ligero por las calles de la ciudad. Era domingo por la tarde, y ambos muchachos realizaban sus compras de la semana. Acababan de salir de la tienda de alimentación, cuando había comenzado a llover. Afortunadamente el chico había sido lo bastante previsor de coger un paraguas antes de salir de casa, al observar como las nubes habían estado cubriendo lentamente el cielo. Varias personas se cruzaron con ellos y pasaron a su lado mientras corrían en un intento de evitar empaparse. Un hombre mayor, que vestía traje de ejecutivo y usaba su maletín para cubrirse la cabeza, les dio un empujón al pasar. Decidieron ignorarle, pues tenía pinta de que no solo no se disculparía, sino que encima hasta les echaría a ellos la culpa.

- ¿Qué hacemos ahora, Shinichi? ¿Volvemos ya a casa? - preguntó Irene en ese momento - ¿O vamos a la agencia por si se ha presentado algún caso nuevo?

- Si, supongo que podemos ir a la agencia primero. Estamos cerca ahora mismo.

La lluvia parecía más abundante y persistente a cada instante que pasaba. O eso le pareció al menos a la pequeña detective, quien notaba que gotas perdidas estaban mojando su hombro, transmitiéndole sensación de frío. Al detenerse en un cruce con el disco en rojo, Shinichi sintió un pequeño tirón a su ropa. Bajó la cabeza y vio que Irene se había cogido del borde de su chaqueta en un intento de pegarse a él y evitar el agua que goteaba del paraguas. Una sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios.

Al levantar de nuevo la vista, Shinichi se dio cuenta de que una señora anciana que se había parado a su lado le miraba con gesto enternecido. Notó calor en sus mejillas. Era consciente de que a ojos de los desconocidos, era el vivo retrato del hermano mayor protector de su pequeña hermanita. Con el único detalle que en realidad aquella hermanita, era en realidad otra adolescente igual que él.

Suspiró con pesadez. Por mucho que se habían estado esforzando en las últimas semanas por investigar un número variado de casos, no sentía que estuviesen mucho más cerca de tener una pista sobre quienes eran aquellos hombres vestidos de negro o su paradero.

El semáforo cambió en ese momento y ambos chicos comenzaron a cruzar.

- Ahora que recuerdo, no me has contado para qué fuiste está mañana a casa del profesor - mencionó Shinichi.

- Ah... el profesor ha hecho una modificación a mis gafas. Ahora pueden usarse para perseguir criminales.

- ¿Cómo?

- Pues si aprieto este botón... - la niña tocó el lateral de la patilla derecha de sus gafas. Al instante una especie de radar apareció en el cristal - Puedo conocer la posición de cualquiera que lleve un localizador en un radio de 20 km.

- ¿Localizador?

- Si, éstos... - Irene sacó de su bolsillo una especie de pegatinas y se las mostró a su amigo - Emiten una señal que puede registrarse con las gafas.

- Vaya, realmente nos va a ser muy útil.

Hablando sobre las diversas situaciones en que aquel invento podía beneficiarles, Shinichi e Irene se encaminaron hacia la que había sido la agencia de detectives Mouri. Ninguno de los dos se fijó en la persona que acababa de pasar a su lado, y mucho menos en que tras detenerse y mirar a Shinichi de arriba a abajo, había comenzado a seguirles a prudente distancia.

Fue un presentimiento. Algo que la dijo que aquello no era normal. Lo primero que llamó la atención de Irene, fue que aquella persona tuviera el mismo camino que ellos dos durante tanto rato. Daba igual los giros por las calles que ellos hicieran, esa persona también los hacía. Demasiada casualidad, pensó Irene. Lo segundo que llamó su atención fue, que no dejaba de mirar a Shinichi. ¿Que quería de él?

La Detective Que Encogió (Hiatus indefinido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora